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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 19/10/2025 04:55
No es la IA la que desplaza talento; es la automatización la que reemplaza tareas que no requieren criterio, empatía ni pensamiento crítico (Foto: Reuters) La relación entre la inteligencia artificial y el empleo genera debate desde hace tiempo, pero la narrativa que enfrenta tecnología y personas resulta incompleta e incluso errónea. No es la IA la que desplaza talento; es la automatización la que reemplaza tareas que no requieren criterio, empatía ni pensamiento crítico. El verdadero riesgo reside en la ausencia de habilidades humanas que permanecen insustituibles. La discusión relevante debería centrarse en otra pregunta: ¿Qué capacidades humanas siguen siendo irreemplazables? En el actual mercado laboral, no basta con saber o saber hacer. El diferencial profesional, especialmente en tecnología, lo marcan la colaboración eficaz, la capacidad de priorizar, la comunicación clara, la gestión de conversaciones difíciles y la comprensión de las verdaderas necesidades del negocio. Al analizar miles de perfiles tecnológicos cada año, se observa que los líderes más valorados no necesariamente dominan más herramientas, sino que logran trabajar en equipo sin generar fricciones y toman buenas decisiones sin supervisión constante. Destacan también quienes aportan claridad cuando el contexto cambia, algo que sucede de manera permanente. El diferencial profesional, especialmente en tecnología, lo marcan la colaboración eficaz, la capacidad de priorizar, la comunicación clara, la gestión de conversaciones difíciles y la comprensión Las soft skills jamás fueron realmente blandas. Simplemente, no se las consideró urgentes. La formación universitaria se enfoca en teoría, pero rara vez prepara para entablar una conversación difícil con un superior. Hoy, ese tipo de habilidades se volvieron esenciales. La IA puede sugerir código o resumir informes, pero no lidera equipos, no detecta tensiones antes de que estallen ni construye confianza en relaciones remotas. Las competencias técnicas son replicables; las humanas, no. Estas capacidades no se adquieren con cursos ni certificaciones, sino en la práctica diaria: en la toma de decisiones, en la gestión del conflicto, en la organización del trabajo y en la distribución del poder dentro de los equipos. Una cultura que valora la autonomía, el feedback honesto y la escucha activa resulta no solo más humana, sino también más eficiente. La IA puede sugerir código o resumir informes, pero no lidera equipos, no detecta tensiones antes de que estallen ni construye confianza en relaciones remotas (Foto: Amazon) El desafío central no es si la IA reemplazará a las personas, sino si estamos formando profesionales capaces de convivir con esa tecnología. Integrar lo humano como un valor es fundamental. Las organizaciones que comprendan esto construirán equipos más adaptables, inteligentes y difíciles de sustituir. Pensar el futuro laboral solo en términos tecnológicos limita la visión. El cambio real será el impulso de habilidades humanas, potenciadas por la tecnología. El diferencial no estará en quién programe mejor, sino en quién colabore, comunique con claridad y genere valor en entornos híbridos y dinámicos. Las aptitudes humanas no se oponen a las técnicas; las complementan. El talento del futuro no tendrá como atributo central la adaptación tecnológica, sino la capacidad de usar la tecnología con criterio. El mundo no demanda mayor eficiencia sin sentido, sino mejores decisiones, y esas decisiones, por ahora, siguen siendo responsabilidad humana. El talento del futuro no tendrá como atributo central la tecnológica, sino la capacidad de usar la tecnología con criterio Surge entonces una pregunta adicional: ¿qué liderazgo demandan estos nuevos equipos? No alcanza con reclutar talento con habilidades blandas si la cultura sigue siendo vertical y rígida. La coherencia cultural es esencial. Los equipos autónomos necesitan líderes que sepan dar espacio, confiar y escuchar antes de decidir. El futuro del management será el de la facilitación, no el del control. Quienes no acompañen desde una perspectiva horizontal perderán relevancia. En el contexto del trabajo remoto y globalizado, la comunicación interpersonal adquiere una importancia crucial. Una mala frase en un chat puede destruir semanas de confianza; un mensaje sin contexto puede escalar a problemas innecesarios. Lo que antes se resolvía con un encuentro presencial ahora exige inteligencia emocional y respeto por el tiempo del otro. No es solo una cuestión de estilo: afecta directamente a los resultados. Por último, conviene reconocer que las nuevas generaciones traen una escala de valores distinta. No desean jerarquías rígidas ni evaluaciones incomprensibles. Quieren participar de proyectos significativos y sentir que sus habilidades humanas valen tanto como sus conocimientos técnicos. Si no lo encuentran, se van, y lo hacen rápido y sin remordimientos. Construir el futuro del trabajo implica revalorizar lo que nos define como personas. La IA aporta velocidad. Pero todavía no puede enseñar a escuchar. El autor es Co-Founder & CEO de The Flock
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