19/10/2025 06:59
19/10/2025 06:57
19/10/2025 06:56
19/10/2025 06:55
19/10/2025 06:55
19/10/2025 06:53
19/10/2025 06:52
19/10/2025 06:50
19/10/2025 06:50
19/10/2025 06:49
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 19/10/2025 04:53
Muchas familias enfrentan un desajuste estructural entre ingresos y egresos mensuales (Imagen Ilustrativa Infobae) En la vida diaria de la clase media persiste una tensión. En algunos sectores, los ingresos acompañan la inflación, pero la pérdida de poder adquisitivo acumulada durante décadas sigue pesando. Aunque la inflación anual ronda el 30% y ya no representa la estampida reciente, los salarios no logran recomponer lo perdido. El resultado es un escenario ambiguo: hay cierta imprevisibilidad, y el alivio real en los bolsillos sigue ausente. Ante este panorama, muchas familias enfrentan un desajuste estructural entre ingresos y egresos mensuales. Para cubrir esa diferencia, las opciones más habituales son solicitar un préstamo personal o financiarse con tarjeta de crédito. Ambas alternativas permiten estirar los números a corto plazo, pero en el mediano y largo plazo pueden terminar en una pesada mochila de deuda. Supongamos que una familia cuenta con ingresos mensuales de $3.500.000, mientras sus gastos suman $3.800.000. Para cubrir ese déficit mensual de $300.000, opta por recurrir a un préstamo personal. A simple vista, parece una salida razonable: la entidad financiera entrega el dinero rápido y sin mayores complicaciones. El problema surge cuando entran en juego los intereses. Con una tasa nominal anual del 120%, equivalente a un interés efectivo mensual del 10%, la deuda crece a un ritmo preocupante. Con una tasa nominal anual del 120%, equivalente a un interés efectivo mensual del 10%, la deuda crece a un ritmo preocupante Préstamo personal El primer mes, la familia solicita $300.000 para cubrir el déficit. Al mes siguiente, repite la operación, pero ya no debe solo ese monto: la deuda anterior aumentó por los intereses. Así, en apenas dos meses, la deuda acumulada alcanza $630.000. Este mecanismo se repite mes a mes: el rojo se mantiene, los intereses se suman y el monto adeudado escala casi imperceptiblemente. Transcurrido un año, la deuda acumulada supera los $6.400.000. Lo que comenzó siendo un déficit mensual de apenas 8,5% de los ingresos familiares, en doce meses se convirtió en una cifra casi dos veces superior a los ingresos mensuales de la familia. Deuda con tarjeta de crédito Otra alternativa frecuente es cubrir el faltante con la tarjeta de crédito, bajo la lógica de abonar solo el pago mínimo o parcial si el saldo completo no es posible. Al principio parece menos complicado que el préstamo personal, ya que el mínimo es bajo (en este caso, un 5% del saldo). Sin embargo, las tasas de financiación con tarjeta son similares y el resultado puede ser igual de grave, o incluso peor. Con una tasa nominal anual del 84,95% y un costo financiero total superior al 160%, la deuda crece rápidamente. El primer mes, la familia financia $300.000, paga un mínimo de $15.000 y queda con un saldo de $285.000. Al mes siguiente, se agrega otro déficit de $300.000 y los intereses. Así, el monto asciende a casi $579.000 en solo dos meses. El efecto “bola de nieve” se intensifica porque el pago mínimo solo cubre una fracción de los intereses. El capital adeudado sigue aumentando, aunque la familia pague puntualmente el resumen (Foto: Reuters) El efecto “bola de nieve” se intensifica porque el pago mínimo solo cubre una fracción de los intereses. El capital adeudado sigue aumentando, aunque la familia pague puntualmente el resumen. Los intereses consumen gran parte del esfuerzo de pago y el déficit mensual se transforma en una deuda cada vez más pesada. Al finalizar el año, la deuda asciende a $4.489.000. Aunque el monto es menor que con el préstamo personal, el mecanismo de las tarjetas deja a la familia atrapada en un círculo del que es difícil salir, pues nunca se amortiza el capital real y solo se patea la deuda hacia adelante, acumulando intereses altos. Estos escenarios permiten llegar a fin de mes, pero al cabo de un año dejan una carga difícil de revertir. Existe, sin embargo, la posibilidad de cambiar el rumbo y empezar a reducir la deuda acumulada. La clave está en ajustar gastos y destinar el superávit al pago. En el caso de la tarjeta de crédito, si la familia recorta un 20% sus gastos mensuales y pasa de $3.800.000 a $3.040.000, se genera un superávit de $460.000 respecto a ingresos de $3.500.000. Con esa diferencia, la deuda inicial de $4.489.000 comienza a bajar. El proceso no es inmediato, porque los intereses persisten: el primer mes superan los $380.000, y aunque el pago de $460.000 los cubre, la reducción de capital es modesta. Sin embargo, desde ese momento la tendencia se revierte. Mes a mes, la deuda disminuye y, con ella, los intereses. Así, el superávit se destina con mayor eficacia a reducir el capital, lo que genera un círculo positivo. La disciplina presupuestaria permite cancelar la deuda, pero deberá recorrer un camino extenso y esfuerzo sostenido En este escenario, en 22 meses la familia logra cancelar la deuda. Es un camino extenso y requiere esfuerzo sostenido, pero es preferible a mantener intereses indefinidamente. Con el préstamo personal, el ejercicio es similar aunque más exigente. La tasa más alta y la deuda acumulada superior a USD 6.400.000 demandan un recorte del 25% en los gastos, lo que genera un superávit de USD 650.000. Así, la reducción de deuda es posible, pero el proceso puede demorar varios años hasta saldar el monto total. La comparación entre ambos caminos arroja conclusiones claras. Cubrir un déficit mensual con préstamos o tarjetas puede parecer una salida rápida, pero las consecuencias a un año evidencian la fragilidad de esa estrategia. Sin ajuste, la deuda crece hasta volverse inmanejable; con ajuste, existe una salida concreta. Estos ejemplos muestran la importancia de tomar decisiones conscientes sobre el consumo y la financiación. La previsibilidad de una inflación más baja abre la puerta para reorganizar cuentas, identificar fugas y generar un margen que permita no solo cubrir necesidades inmediatas, sino también fortalecer la salud financiera a largo plazo. La clase media argentina sabe que no hay fórmulas mágicas. Pero también reconoce que, con disciplina y planificación, cada peso de superávit construye tranquilidad futura. El autor es Analista Económico y director de Focus Market
Ver noticia original