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  • La maldición del hombre mono: la explicación biológica de por qué sufrimos, según Emiliano Bruner

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 16/10/2025 04:48

    Emiliano Bruner sostiene que la insatisfacción y la tendencia al diálogo interno son consecuencias evolutivas de la inteligencia humana En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, Emiliano Bruner, biólogo especializado en antropología evolutiva y neurociencia, exploró la intersección entre estos campos y la práctica meditativa. Reflexionó sobre el papel del deseo como motor vital, su vínculo con la insatisfacción humana y cómo esta condición puede entenderse como un legado evolutivo. El experto advirtió que la meditación y el mindfulness no son solo técnicas para aliviar el estrés, sino prácticas que entrenan la atención y la conciencia corporal. Señaló que la meditación no busca eliminar los problemas, sino cambiar nuestra perspectiva sobre ellos, reduciendo la compulsión de buscar siempre más. El episodio completo puede escucharse en Spotify y YouTube. Emiliano es investigador en Paleoneurobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) en Madrid y afiliado al Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas (Fundación CIEN). Doctor en Biología Animal por la Università La Sapienza, su trabajo combina anatomía digital, morfometría geométrica y análisis de redes para estudiar la evolución del cerebro humano y la relación cráneo-cerebro en humanos modernos y homínidos fósiles. Autor de más de 170 artículos científicos y varios libros de divulgación, como La evolución del cerebro humano (2023) y La maldición del hombre mono (2025). Bruner es una referencia internacional en paleoneurología y mantiene una activa labor de divulgación científica en medios y conferencias. — Terminé de leer tu libro La maldición del hombre mono. ¿Cuál te parece que sería una buena manera de introducirlo a quienes nos están escuchando y quizá aún no tuvieron la oportunidad de leerlo? ¿Por dónde creés que es un buen punto de partida? — Pues el punto de partida es que este libro es un cruce de dos ciclos diferentes míos personales. Por un lado, la neurociencia. Yo investigo en ciencias cognitivas, evolución de la ciencia cognitiva, lo que se llama arqueología cognitiva y en particular investigo temas de conciencia corporal, cognición corporal, la atención. Al mismo tiempo practico meditación, mindfulness y yoga. Estas dos facetas, la parte profesional de ciencia cognitiva y la parte personal de desarrollo mío en un cierto punto han llegado a cruzarse porque las habilidades que yo investigo desde hace muchos años tienen que ver con la meditación, tienen que ver con la percepción, con la conciencia de un cuerpo. Hace unos años las dos cosas se han ido mezclando mucho. Tanto que al final no sabía bien cuando estaba investigando mi campo, la arqueología cognitiva, la evolución de la cognición, y cuando estaba investigando mis propias habilidades. La meditación, el mindfulness son una forma de utilizar tu propio cuerpo como un laboratorio. Entonces mi laboratorio real y mi laboratorio somático empezaron a mezclarse. Se potenciaron las dos cosas y cuando vi que ya hacían parte de un único camino, decidí contarlo, compartirlo. Y este libro es el fruto de este encuentro, de estos dos ciclos: profesional y personal. Emiliano Bruner analiza la relación entre evolución cerebral y prácticas contemplativas (Imagen Ilustrativa Infobae) — Basándome en tu libro, la meditación y el mindfulness aparece como parte de la solución a un problema que todos compartimos y, de alguna manera, se refleja en el título de tu obra La maldición del hombre mono. ¿Cuál dirías que es ese problema? — No sé si la llamaría solución. A mí me gusta de forma un poquito polémica separar la inteligencia de la sabiduría. La inteligencia muchas veces se presenta como la capacidad de solucionar problemas. Y yo digo que la sabiduría es la capacidad de evitarlos. Siempre es mejor evitar un problema y no tener que solucionarlo. Y entonces yo creo que la práctica meditativa, las muchas tradiciones meditativas, en realidad, más que una solución, son una alternativa a otra condición, que es más probablemente natural, espontánea, pero que conlleva una carga. Y esta carga se llama sufrimiento. Esto no lo digo yo, lo dicen los budistas, los estoicos, los filósofos existencialistas, todos, todas las culturas. Las sociedades han notado que el ser humano es un ser muy inteligente y triste. Entonces, probablemente esta inteligencia y esta tristeza quizás estén relacionadas, ¿no? Yo lo veo con el ojo de la biología evolutiva. Entonces empiezo a pensar qué es que prima la evolución. En la evolución prima el éxito reproductivo, el éxito de la especie, lo cual quiere decir el éxito reproductivo. Y nuestra programación, no solamente física sino también cognitiva, está orientada a optimizar este éxito reproductivo. A la especie le viene muy bien, pero muchas veces al individuo evidentemente le viene bien porque puede perjudicar su bienestar. Quizás a la evolución le venga bien un mono que sepa, que sea capaz de proyectar pasado y futuros de una forma compleja, imaginar realidades que no existen. Pero toda esta, esta arma mental que es la base de nuestro éxito evolutivo, de nuestra complejidad social, complejidad tecnológica, también se nos vuelve en contra porque genera rumiaciones, genera constantemente realidades alternativas que no existen. Mejores o peores de la que estamos viviendo. Ser capaces de ver cosas que siempre pueden ir mejor o siempre pueden ir peor, genera una insatisfacción crónica. Entonces, por un lado, puede que esta insatisfacción crónica sea la consecuencia, el efecto secundario de esta gran capacidad de proyección mental que tenemos y sea un sufrimiento como efecto secundario de la selección natural. Pero incluso puede que sea una adaptación de la selección natural. Incluso puede ser que ser un mono inteligente y al mismo tiempo con obsesiones, compulsiones, instintos que no se puedan controlar, con deseos y rechazos incontrolables, también esto puede que aumente el éxito reproductivo. Entonces, si es así, en el momento en que toda esta convulsión mental que crea una inflamación psicológica constante, insatisfacción, sufrimiento, algunas veces agudo, algunas veces crónico, puede que sea el fruto de nuestros 60 millones de años de evolución como primates, de nuestros 2 millones de años de evolución como género humano. Entonces, si queremos una alternativa, tenemos que ser consciente que puede no ser fácil porque estamos luchando contra todo este bagaje filogenético. El episodio explora cómo el deseo y la insatisfacción están vinculados a la biología evolutiva (Imagen Ilustrativa Infobae) — En palabras simples, lo que nos hace más inteligentes que otros primates es nuestra capacidad de imaginar, proyectar y recordar. Pero esa misma habilidad, al mantenernos todo el tiempo en la cabeza, es la que nos hace sufrir. — Efectivamente, esta es la idea. La idea evidentemente ha sido presentada bajo diferentes prismas por autores diferentes, yo la enmarco estrictamente en la evolución humana. No solo tenemos un sistema muy interesante desarrollado a nivel cognitivo, donde un sistema atencional, la atención manipula un almacén de imágenes y de palabras. Imágenes es nuestra imaginación visual. Podemos cerrar los ojos e imaginar lo que nos da la gana, cosas que nunca han pasado, o el futuro o el pasado. Quiero decir, la memoria, generar películas, una narrativa interna. Pero además de imágenes, tenemos el lenguaje, que es evidentemente una herramienta muy poderosa para poder gestionar la complejidad tecnológica o social que sea, pero al mismo tiempo para generar mundos que no existen. Entonces, este gran recurso de imaginación visual, del lenguaje y esta gran capacidad de proyectar todo esto en un viaje en el tiempo pasado, con memorias o futuro, con predicciones, han generado el superpoder superpoder de Homo sapiens, que ahí es donde da un problema. Y el problema es que esta máquina que yo llamo Radio Sapiens nunca se apaga. Es como tener una radio en la cabeza que continuamente te pone en alerta sobre posibles peligros o la posibilidad de alcanzar algún tipo de deseo o algo que puede funcionar mejor o peor de lo que estás viviendo. Esto genera, evidentemente una rumiación, un vagabundeo mental constante que no podemos controlar. Primero, la cantidad de informaciones como imágenes o palabras que entran en la cabeza es brutal. Segundo, no decides tú. Esta máquina, este sistema, esta radio sapiens no te pide permiso entra masivamente en cualquier momento y tú no puedes decidir nada a menos que hayas entrenado la capacidad de manejar controlar esta cantidad de información de datos. Esta capacidad se llama atención. La evolución nos ha entregado una capacidad atencional muy poderosa, pero que no logra competir o controlar la capacidad de imaginación visual y de monólogo interno. Y ahí se crea una competición entre los para los mismos recursos. El sistema atencional. La atención necesita el cuerpo porque sobre todo funciona en el momento presente y a través de los sentidos. Pero también las imágenes necesitan cuerpo, porque todo lo que imaginamos lo imaginamos utilizando el cuerpo como unidad de medida. Nuestra historia. La película es la película de nuestra vida donde el protagonista soy yo. Así que hay una competición para los recursos del cuerpo, competición para las imágenes y las palabras entre lo que es el sistema atencional del momento presente y lo que es una red neuronal muy famosa en neurociencia. Se llama red neuronal por defecto, que manipula lo mismo imágenes y palabras, pero con una proyección pasada y futuro. Es una red muy importante porque, por ejemplo, es la base de la creatividad. Así que no es algo negativo, pero nadie nos ha enseñado a entrenar, a controlar, a adiestrar en cierto modo. Así que tenemos que vivir con el nivel de fábrica de la selección natural, que es un nivel de fábrica que lo tenemos que recordarlo, prioriza el éxito de la especie y no el bienestar del individuo. Somos nosotros que tenemos que aprender a sentirnos cómodos en estos, en este silencio, sentirse cómodo con este cuerpo, sentirse cómodo también con la rumiaciones, entender que son solo eso. Todo esto conlleva un entrenamiento del sistema atencional, del sistema somatosensorial, que es la base de la mayoría de las prácticas meditativas que vienen de filosofías, tradiciones filosóficas muy distintas. La meditación se presenta como una herramienta de entrenamiento cognitivo, no solo de relajación - (Imagen Ilustrativa Infobae) — En tu libro decís que cuanto más tiempo pasamos en nuestros pensamientos, más infelices o insatisfechos somos. Pero si nuestras imaginaciones o recuerdos también pueden ser positivos, ¿por qué tendemos a asociarlos con algo negativo? — Aquí hay que considerar dos aspectos distintos: lo negativo y lo que parece positivo, lo negativo. Ahí hay muchas explicaciones. La psicología evolutiva, por ejemplo, sugiere que tengamos este sesgo negativo, es decir, a nivel evolutivo es mucho mejor pasarse de previsiones negativas que de previsiones positivas. Si tú te preocupas, estás ahí, eres un cazador recolector perdido en la selva y te preocupas de cualquier movimiento detrás de un arbusto. Vives todo el día estresado, pero llegas a la noche. Sin embargo, si vives despreocupado, pues probablemente estás mucho más relajado, pero no llegas a la noche porque de repente uno de aquellos posibles peligros era un peligro de verdad. Entonces la psicología evolutiva sugiere que este sesgo negativo, que es algo que conocemos, se ha visto que se da mucho más peso a lo negativo que a lo positivo. La psicología evolutiva lo explica con una adaptación: es mejor ceder de preocupaciones que carecer de preocupaciones. Entonces, poco a poco, esta selección podría haber generado seres con un gran cerebro, pero con una atención particular hacia los problemas, hacia lo malo. Entonces es normal, natural, tanto a nivel de explicación evolutiva como a nivel empírico, lo hemos observado cuantitativamente, que para la mayoría de las personas los pensamientos negativos tengan un peso mucho mayor que los pensamientos positivos. Pero fíjate tú que yo tampoco creo que todo es una gran rumiación, un gran vagabundeo mental estrictamente positivo, sea algo realmente bueno para un desarrollo personal, porque con un exceso de rumiación positiva, estamos hablando de una vez más de una condición donde tú eres un esclavo, donde tú no decides nada, Tu proceso cognitivo, decide por ti. No eres capaz de decidir todas las veces que tú no eres capaz de decidir. Evidentemente se te escapa tu propia vida entre las manos porque no eres dueño de tus acciones, no eres dueño de tus emociones. Incluso cuando la avalancha es una avalancha positiva, tú eres sencillamente una marioneta en las manos de este conjunto de pensamientos y emociones. Además, añadiría yo, a nivel psicológico, si alguien tiene tanta necesidad de rellenar la cabeza incluso de cosas positivas, quiere decir que otra vez es una forma de escaparse de sí mismo, de la realidad, de un silencio incómodo, tanto que sean rumiaciones negativas, como que sean rumiaciones positivas, te están sacando de tu momento presente, que es tu vida real. Es la vida que tú realmente estás viviendo. Te están sacando de tu realidad, de lo que eres de verdad, tu propia vida, para llevarte a un mundo virtual, un mundo que no existe. Imágenes, palabras, cosas que no existen en el momento presente, no hacen parte de tu propia vida en este momento. Aunque alguien tenga sobre todo un vagabundeo mental positivo, estaría bien entrenarse para poder ser como mínimo dueño de tu proceso cognitivo y no esclavo de ello. Bruner destaca que la práctica atencional modifica la perspectiva frente a los problemas (Imagen Ilustrativa Infobae) — En tu libro respondés a una pregunta que me hice durante años: ¿por qué cuando logramos algo que deseamos, la satisfacción dura tan poco? Explicás que necesitamos energía para reproducirnos y que esa energía surge del movimiento, del deseo. Si estuviéramos plenamente satisfechos, dejaríamos de desear, y con eso, de generar la energía vital que nos impulsa. — Es cierto. Es una condición increíblemente normal, cotidiana, que creo que todo el mundo ha experimentado. La evolución para que tengamos este éxito reproductivo, para que podamos cumplir con este afán, nos ha puesto un cebo, en realidad uno general y uno específico. El cebo específico es el sexo, el general es el deseo. Tenemos deseos. Estos deseos generan un afán de búsqueda, de logro, de cumplir con este deseo Y evidentemente, el sexo es el deseo más poderoso que existe. Entonces este deseo para ser un cebo bueno tiene que ser inalcanzable. Tiene que ser un cebo que cuando tú lo alcanzas, luego tiene que haber otro, y luego otro, y luego otro, y luego otro. Solamente con esta pulsión, con esta compulsión de deseos, tú seguirás intentando alcanzar más, muchas veces más y más. Más energía, poder, control y más materia. Todo lo que se pueda transformar en una potencial para aumentar el éxito reproductivo de un grupo o individual. Ahí está la trampa del deseo. El deseo por sí mismo, por su misma definición nunca puede ser satisfecho. En el momento, lo que te da el deseo es el anhelo de alcanzarlo. Una vez que esté alcanzado aquel anhelo ya se apaga y hay que desahogar este anhelo en un nuevo deseo. Hay que anclarlo a un nuevo deseo. Y esto se ha visto a nivel bioquímico. Moléculas como la dopamina, que siempre se han asociado al deseo, pues se ha visto que en realidad están asociadas más bien al momento anterior al deseo. Es decir, nosotros no es que, la mayoría de las veces, con todas las excepciones y con toda la variabilidad que tenemos. Pero en general cuando alcanzamos algo no pasamos de un nivel neutro a un nivel de felicidad, en realidad pasamos de un nivel de inquietud, de carencia, a un nivel neutro. El deseo normal no es algo que te da satisfacción, es algo que te quita el anhelo. Entonces es como si nosotros estuviéramos impulsados constantemente a quitarnos de encima el anhelo de algo. Tengo una inquietud, un anhelo, y no puedo vivir con este anhelo. Y alcanzo algo. En aquel momento, ¿estás feliz? ¿Bien? No. En qué momento me encuentro otra vez con una carencia, con otro anhelo. Y tengo que perseguir otro deseo. Entonces es como... — Ciclo que nunca termina… — Un ciclo que nunca se va a terminar. En la filosofía oriental se habla muchas veces de dukkha, que se traduce a veces con la palabra sufrimiento, a veces con la palabra insatisfacción, porque precisamente de esto se trata. Sufrimiento e insatisfacción van de la mano. El sufrimiento en realidad es una insatisfacción. No estoy satisfecho con lo que estoy viviendo en este momento. La cadena vuelve a empezar. Nosotros tenemos otro anhelo. El cebo funciona porque hay un engaño, porque tú crees que con el nuevo anhelo podrás alcanzar la felicidad y por supuesto, nunca la alcanzas. ¿Por qué? Porque, evidentemente no es este el camino. El camino no es alcanzar más, el camino es no necesitar alcanzar tanto. El libro “La maldición del hombre mono” aborda la conexión entre inteligencia, sufrimiento y deseo (Imagen Ilustrativa Infobae) — Antes de pasar a prácticas meditativas, quiero entender por qué la meditación, tan recurrente en este podcast, puede transformar nuestra interpretación del mundo y nuestra relación con el diálogo interno y la red neuronal por defecto. — Antes que nada, digamos que la palabra meditación es muy general. Es como decir deporte. Hay muchos deportes distintos que entrenan un sistema muscular distinto, con objetivos distintos. La meditación es una palabra donde caben tradiciones filosóficas muy distintas y prácticas muy distintas. Así que realmente cuando se habla de meditación es verdad que hay cosas en común a todas estas prácticas: el desarrollo de la atención, el bienestar, el desarrollo personal y el conocimiento de tu proceso cognitivo. Pero es verdad que luego las prácticas son tan distintas que poner todo dentro de una misma categoría puede a veces confundir. La práctica de la meditación tiene diferentes niveles: existe la práctica en el sentido del momento de práctica. Como los deportistas tienen su momento de ir al gimnasio, los meditadores tienen su momento de sentarse a meditar. Entonces hay prácticas que son el momento en que en que tú te dedicas solamente a ellos. Luego hay prácticas breves. Puedes aplicar prácticas de meditación en momentos puntuales: la parada de autobús, la espera a la cola del supermercado. Entonces puedes vivir aquel breve momento de pausa como una práctica. Luego hay técnicas de aplicación de la de un estado meditativo a la vida cotidiana: preparar la comida, conducir un coche o hablar con otra persona. Entonces, en realidad, cuando se habla de práctica, muchas veces nos referimos solo a la primera, el momento de la gimnasia, pero en realidad también las otras son prácticas y son muy importantes porque vas a integrar aquel estado con tu vida cotidiana. Dicho esto, los efectos son también tienen escalas distintas en la práctica meditativa. Hay efectos que son a cortísimo plazo. Una práctica de cinco minutos ya te cambia la fisiología: las hormonas que circulan por tu cuerpo o los neurotransmisores de tu cerebro. Con cinco o diez minutos ya se cambia el horizonte bioquímico de tu fisiología a corto plazo. Luego hay cambios que son más a medio plazo. Meses, semanas... Ya se ha visto que con algunos meses de práctica empieza a cambiar el metabolismo de tu cerebro. En promedio, aquella red neuronal por defecto empieza a consumir un poquito menos y la red atencional empieza a consumir un poquito más. Luego hay cambios a largo plazo y ya hablamos de cambios estructurales, biológicos, anatómicos. Tus redes cerebrales empiezan a cambiar sus rutas, algunas se fortalecen, otras se hacen más débiles. Se ha visto que los efectos de una práctica meditativa son banalmente proporcionales al tiempo que le dedicas. Pero esto es como todo, si tú vas al gimnasio, evidentemente tu cambio físico será proporcional al tiempo que le dedicas. Si dedicas diez minutos cada mes, cada semana a tu cuerpo físico, el cambio muscular será de un tipo. Si le dedicas cinco horas al día, tu cambio muscular será de otro tipo. La evolución favorece la insatisfacción crónica como motor de adaptación y supervivencia - (Imagen Ilustrativa Infobae) — Leí en tu libro que los meditadores profesionales, a un nivel muy muy avanzado, ya no se les activa la red neuronal por defecto. ¿Es cierto? — Si esto es lo que se ha visto. Hay un debate en las neurociencias contemplativas que si esta gradualidad puede llegar a un umbral donde haya saltos distintos, como por ejemplo meditadores profesionales, donde la red neuronal por defecto ya no necesita la red atencional que la controle, sino ya no se activa. Hay que decir también que hablamos de un nivel de dedicación que evidentemente no tiene nada que ver con nosotros. Hablamos de monjes que pueden dedicarse toda la vida, todos los años a ese tipo de práctica. Entonces, evidentemente no es aquel tipo de meditación al que nos estamos refiriendo cuando hablamos de bienestar personal. Pero dentro de este marco es muy importante matizar dos aspectos de la meditación, en particular de lo que se llama mindfulness. Porque el mindfulness es un tipo de meditación muy concreta, que es el formato de práctica, que se conoce más en nuestra cultura. Hay que matizar dos tipos de aplicaciones que son muy distintas y que muchas veces pasan desapercibidas. El primer tipo de aplicación es una aplicación orientada a descargar un poco tu peso emocional, psicológico, es decir, lo que se llama wellness, estar mejor. Es el caso más común en nuestra cultura, la meditación o el mindfulness o la práctica meditativa se aplican sencillamente para rebajar el estrés. ¿Por qué? Quiero decir sencillamente por qué funciona y te ayuda mucho, pero no implica un cambio en tu perspectiva de vida. No comporta, no conlleva un desarrollo personal. Es decir, mi trabajo me agobia, mi familia me estresa o mi vida me aprieta. Y utilizo la meditación para relajarme, para descargar y con esto, para seguir exactamente con el trabajo que me agobia, con la familia que me aprieta y con la vida que me pesa. Evidentemente, las técnicas, las prácticas, las filosofías asociadas a la meditación no son para esto. Son para un desarrollo personal que es otra cosa. Es una herramienta para emprender un camino donde es verdad que te relajas, es verdad que descargas peso, pero también es verdad que, como hemos dicho antes, empiezas a ver las cosas de forma diferente y poco a poco ya tu vida profesional no te agobia. En este sentido es cuando yo me refiero a que no es una solución en la perspectiva meditativa que realmente es una. Se basa en una perspectiva más amplia asociada al yoga. El yoga como ejercicio físico, el yoga como mentalidad, como perspectiva de vida. Si poco a poco vas integrando todo esto como un hábito, no como una práctica de relajación. No te soluciona los problemas. Es que los problemas poco a poco desaparecen. No se solucionan, desaparecen, que no es lo mismo. Bruner señala que el bienestar requiere de hábitos individuales y no solo de soluciones rápidas (Imagen Ilustrativa Infobae) — Suena muy prometedor. — Sí. Pero mira tú. Esto lo dice la neurociencia de los últimos 50 años. Tenemos 50 años de evidencia en neurobiología, en ciencia cognitiva, en psicología, sobre todo esto. El yoga, la meditación se ha se han vuelto a reinventar y redescubrir y re avalar a un nivel de bienestar constantemente. Pero cada vez que se redescubre, que se reinventa, o que se re avala por parte de la ciencia o de la cultura, nunca llega a entrar a asentarse en el tejido cultural de una sociedad. Y esto es un tema muy interesante, por qué algo que funciona, que se ha descrito muy bien, que es suficiente practicar para para ver los efectos, nunca se llega a asentar como hábito en una cultura humana a lo largo de 3000 años. Hoy se dice que el yoga y la meditación son una moda. Tú puedes leer libros de los años 60 o 70 donde dicen: “El yoga es una moda, nueva moda”. Y puedes leer libros de los años 30 o 40 del siglo pasado donde dicen: “El yoga es una nueva moda”. O sea, llevamos por lo menos 200 años diciendo que el yoga es una nueva moda. — Siento que meditar requiere esfuerzo y tiempo, pero a diferencia del deporte, es un proceso individual que no genera beneficios grupales evidentes. ¿Eso hace que no sea tan popular? — Hay muchos aspectos. Primero, lo que dices requiere un esfuerzo. Aquí queremos píldoras que lo resuelvan todo en cinco minutos. Incluso la meditación en el sentido de wellness no acaba de ser una píldora que me relaja en cinco minutos. Queremos que todo sea rápido y sin compromiso con mi propio tiempo y que no me tenga que implicar personalmente. Yo pago y me lo tienen que hacer. Esta es nuestra sociedad. Probablemente siempre ha sido así. Así que evidentemente yoga, meditación, crecimiento personal, bajo cualquier perspectiva, implica que tú te tienes que mojar, tienes que estar empujando toda la vida como un hábito de nutrición o físico. No es que sea suficiente un año. Tienes que introducir nuevos hábitos, te tienes que comprometer. Esta es una razón. Otra razón. La meditación, el crecimiento personal es experiencial en muchos campos de nuestra cultura te lo pueden enseñar. Esto no se puede enseñar. Tienes que pasar tú por ahí por todas las etapas, así que no se pueden transmitir culturalmente. Se puede transmitir culturalmente el cómo hacerlo, pero luego lo tienes que hacer tú. Y luego depende de la cultura. Cómo meditar en una cultura no tiene el mismo marco de cómo meditar en otra. Estas razones son todas ciertas y probablemente hoy podemos pescar si buscamos. Por qué el yoga o la meditación constantemente se reconocen como pilares del crecimiento personal, pero no arrancan y no ponen raíces en la sociedad. Esta es una razón. Segundo, lo que tú dices, el deporte, el deporte es verdad, que es cuidar de tu propio cuerpo, pero sabemos perfectamente que en muchísimos casos el deporte no está al servicio del yo, está al servicio del ego. Se trata de competir, de ganar, de lograr, llegar más y destacar. Entonces, es fácil que el deporte se vuelva una obsesión, una compulsión donde la competición, el ganar más, es la verdadera pulsión. Además de todo esto, añadiría también un pequeño toque de evolución. Si nosotros fuéramos capaces, no como individuos, como especie, como sociedad, de aceptar los beneficios de la meditación, pues esto es la selección natural, no le no le gustaría nada. La selección natural quiere un simio inteligente y triste. Quiere un simio inteligente y compulsivo. Quiere un simio inteligente y obsesivo. Inteligente, pero arrastrado por sus instintos. No quiere un simio consciente, sosegado y reflexivo. Así que probablemente, creo que aquí tenemos también nuestra vieja y querida selección natural, que, por supuesto, no favorece, no criba positivamente una sociedad o un individuo o un grupo donde esta habilidad esté tan desarrollada como para hacer que algo como la meditación o yoga ponga raíces en su estructura profunda.

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