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» Diario Cordoba
Fecha: 14/10/2025 13:25
El cuadro vandalizado el domingo por dos activistas en el Museo Naval de Madrid causando indignación y estupor en Montilla, Primer homenaje a Cristóbal Colón fue pintado por José Garnelo en 1892 y presentado en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid. Sin embargo, no recibió la acogida esperada. Un año más tarde, y tras algunos retoques, conquistó la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Chicago. El investigador Daniel Ortiz Pradas, Doctor en Historia del Arte y profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, profundizó hace veinte años en ese episodio y en la enigmática historia de las dos versiones de la obra. En su estudio, publicado en el primer número de la revista J. Garnelo, Ortiz Pradas plantea que “tras el fracaso obtenido en la primera Exposición, Garnelo retocara el lienzo, añadiendo o cambiando ciertas partes del cuadro, las más criticadas sin duda, buscando una mayor aceptación en el siguiente certamen”. Y es que, según explica el especialista, la crítica de 1892 “se centró en la excesiva teatralidad de la escena, llegando incluso a comparar la rama del árbol con el decorado de un teatro”. El resultado de esos cambios —hoy visibles en la versión vandalizada ayer en el Museo Naval— fue, en palabras del autor, doble: “Con estos cambios, el pintor obtuvo dos cosas: la primera, engrandecer la figura de Colóny dotarlo de un mayor protagonismo dentro de la escena; y la segunda, ganar en dinamismo y vitalidad”. Un cuadro de la exposición de José Garnelo y Alda en Montilla. / Rafael Alcaide Colón llega a San Salvador La pintura, de formato apaisado, representa la llegada de Cristóbal Colón a la isla de San Salvador, en el archipiélago de los Lucayos. Inspirado en el diario del propio navegante, Garnelo muestra el instante en que los indígenas entregan obsequios al Almirante de la Mar Océana. En la versión definitiva, dañada ayer por las activistas de Futuro Vegetal, el artista introdujo elementos de fuerte carga simbólica, como “la gran cruz que aparece detrás de Cristóbal Colón, como símbolo de la presencia religiosa en el Nuevo Mundo”, o la sustitución de un papagayo por un recién nacido, “que subraya el carácter heroico, casi divino, del Almirante”. Ortiz Pradas, que ha dedicado años al estudio de José Santiago Garnelo y Alda, destaca que “por muchas críticas que se le puedan hacer a esta pintura, su calidad y técnica resultan innegables y es, sin duda, una de las piezas más destacables de la colección del Museo Naval”. La luz que se desliza sobre la piel de los cuerpos, dice el investigador, fue “muy alabada en su tiempo” por su delicado juego de contrastes y sombras. Segunda generación de pintores de historia Garnelo, formado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pertenece a la llamada “segunda generación de pintores de historia”. Supo combinar el rigor académico con una sensibilidad moderna, cercana al realismo y al estudio del aire libre. Su Primer homenaje a Cristóbal Colón no es solo una escena histórica: es también una reflexión sobre el encuentro de dos mundos, el poder de la fe y la ambición humana. Por eso el ataque de este domingo ha resultado especialmente doloroso en Montilla, pues no se ha tratado únicamente del daño físico a un cuadro, sino de la herida simbólica que deja sobre la memoria colectiva y sobre un artista cuya obra forma parte del patrimonio emocional de la localidad, donde falleció el 29 de octubre de 1944, para ser enterrado en el panteón que su familia tiene en la Parroquia de Santiago Apóstol. El incidente reabre, además, un debate más amplio: el de la vulnerabilidad del arte ante la protesta. En los últimos años, museos de toda Europa han sido escenario de actos similares, en los que obras maestras se convierten en víctimas colaterales de causas reivindicativas. En este caso, la pintura de Garnelo, que durante más de un siglo ha sobrevivido al paso del tiempo, vuelve a ser protagonista —aunque ahora por un motivo triste y ajeno a su grandeza—. Como recordaba el propio Ortiz Pradas, “si existen dos versiones diferentes del mismo tema, o si por el contrario, es un lienzo reaprovechado, tiene una importancia relativa”. Lo esencial, afirmaba, es preservar su legado. Y esa es precisamente la tarea urgente que ahora recae sobre los restauradores del Museo Naval: devolver la dignidad a una obra que, más allá de su superficie dañada, sigue latiendo con la fuerza de un tiempo que aún interpela al público
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