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  • El joven que, a su corta edad, cría campeones y supera a cabañas históricas

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 14/10/2025 11:34

    Diego Eder y María Gabriela son los padres de Fermín, un chico que muy pronto descubrió su vocación y su “ojo” para los animales, impulsado por el instinto y la dedicación. De grande, dice que sueña con ser veterinario para mantener el contacto con aquello que hoy comenzó como una suerte de juego y que está ligado al legado familiar. No es solo que le gusten el campo, las vacas o las ovejas: observa, comprende y aplica con precisión lo que aprende, como a la hora de preparar un animal para una exposición. Tiene la curiosidad propia de un chico que aún juega al fútbol y va a clases. “Somos cuarta generación de tamberos, desde 1909 que estamos en la zona ordeñando vacas”, resumió Diego. Viven en Germania, un pueblo de 1400 habitantes en el noroeste bonaerense, donde la familia Eder lleva más de un siglo dedicada al trabajo de campo. Desde que sus bisabuelos, llegados del País Vasco francés, se asentaron en Günther como tamberos, enfrentaron desafíos económicos, climáticos y de mercado, pero la vocación se mantuvo. Diego, veterinario y criador de Braford, representa la cuarta generación; su hijo Fermín, con apenas 12 años, ya empieza a escribir el siguiente capítulo del legado familiar. La familia Eder en la Exposición Rural de Palermo “Siempre me gustó el ganado de carne, así que empecé a armar mi cabaña Braford. Y ahora Fermín sería la quinta generación, colaborando en el campo”, agregó Diego, quien, además de continuar con la lechería familiar, decidió diversificar hacia la ganadería de carne: es propietario de Cabaña La Trinidad, que lleva el nombre de su hija. La historia de las ovejas, sin embargo, tiene un propósito especial. “Fue una idea mía —explicó el padre— para introducirlo en este mundo, que empiece con algo propio, con un programa de cría, de cruzamientos y de competiciones. Quería pasarle algo de lo que a mí me apasiona. Y, por suerte, a él también le pegó fuerte y lo hace con mucha pasión. A veces me levanto y voy solo al campo para que él descanse y siga durmiendo, pero se enoja”, relató. Fermín lo confirma con la sencillez de su edad y la determinación de quien ya encontró su camino: “Tengo unas 40 madres, los corderitos y dos carneros. Cuando no hay exposiciones, las saco a la alfalfa —a alimentarse— y a la tarde las entro, les doy agua y un poco de ración. Pero cuando se acerca una expo, las baño, les cuido la lana, las amanso”. El chico habla con naturalidad sobre mansedumbre, razas y alimentación, y con el entusiasmo de quien disfruta su tarea. “Me gusta más ir a una exposición todos los días temprano que ir a la playa”, dice entre risas. Su rutina, no obstante, es la de cualquier niño de su edad: va a la escuela, juega en las inferiores del club de fútbol de Germania —donde actúa de nueve— y pasa algunas horas en el celular antes de dormir. Diego, que lo acompaña de cerca, aseguró que junto a su esposa procuran mantener ese equilibrio. “Fer tiene 12 años y tiene que hacer cosas de nene. Nos encanta que tenga esta pasión, pero no queremos imponerle un mandato familiar. El día de mañana elegirá lo que quiera: va al colegio y le va muy bien. Se irá a estudiar una carrera a la capital, como lo hice yo, y él decidirá en el futuro lo que quiera ser. Por ahora, disfruta y aprende mucho”, resaltó el padre, quien aclaró que es un tema de conversación que hay en la familia. Fermín Eder durante la exposición de Huinca Renanco Los logros de Fermín no tardaron en aparecer, pese a que está empezando: debutó como expositor este año en la Exposición Rural de Palermo, donde obtuvo segundos y terceros premios con sus animales. Luego, en la Exposición Nacional Hampshire Down de Huinca Renancó, en Córdoba, dio la sorpresa: “Llevó cuatro y sacó tres campeones —contó Diego con orgullo—. Ganó el Gran Campeón Macho y la Reservada Gran Campeona Hembra. Fue un logro enorme, compitiendo con cabañas de 50 o 60 años de trayectoria, donde crían hasta 400 corderos. Por eso, sus logros se magnifican”. Para Diego, ver a su hijo seguir ese camino tiene un valor difícil de expresar. “Es una emoción muy profunda y orgullo que siga la tradición. Creo que ver reflejada la pasión de uno en un hijo es más fuerte que los logros propios. Verlo en mi hijo, por supuesto que las emociones afloran, porque emociona”, confesó. “Yo también he tenido premios con mis Braford, pero esto es distinto. A veces hasta me cuesta mirarlo en la pista de la emoción”, agregó. El padre y su hijo comparten la misma pasión por los animales “Con el tiempo me di cuenta de que le gustaba, y que tenía ojo para los animales. El ojo aunque lo entrenes a veces no se da, pero él lo tenía y le gustaba. Me di cuenta de que la oveja era un animal más amigable para él”, sostuvo, y remarcó que tanto el chico como él disfrutan de la hacienda. Más allá de la historia familiar ligada al tambo, contó, su papá se dedicaba también a la agricultura y la ganadería de engorde. Con los años y la necesidad de diversificar, la actividad se fue expandiendo, incluso en campos alquilados. “En los ’90 fue durísimo —recordó Diego—. Mi padre nos dijo: ‘Váyanse a estudiar, porque no sé si les voy a poder dejar otra cosa que un título’. Pero seguimos adelante, con esfuerzo. El campo es duro, tiene altibajos, pero vale la pena”, analizó. Fermín Eder está construyendo su propio camino Fermín sueña con estudiar veterinaria y mantener su cabaña de ovejas y vacas. Reconoce que le atraen los animales grandes. “Quiero tener mi cabaña y seguir con los animales”, dice con convicción. Entre clases, entrenamientos y exposiciones, aprende de su padre no solo la técnica, sino también la pasión por el trabajo y la tierra.

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