Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Alarma en el establishment

    » Misionesparatodos

    Fecha: 14/10/2025 02:08

    Sus temores son entendibles, pero deberían ser más justos con quien hasta ahora blindaban frente a cualquier crítica. La valentía a destiempo es otra forma de cobardía. Una de las tantas frases que se le atribuyen a Perón es que “el capital es cobarde”. Pero él solo popularizó un concepto que, entre otros, ya habían esbozado Keynes y Roosevelt. El capital, o los dueños del capital, son empresarios habitualmente sensibles a cambios que podrían afectarlos. A ellos, a sus empresas y a quienes de ellos dependan. Lógica anarco. En países como el nuestro, esos temores recrudecen. En especial, por los continuos giros de las políticas económicas, la inseguridad jurídica y, además, por las presiones de los funcionarios de turno. Son funcionarios que controlan, por ejemplo, la SIDE, ARCA o ministerios de los cuales puede depender que a unos empresarios les vaya bien y a otros muy mal. En estos dos años, el temor del establishment hacia Milei fue similar al de la era K. Quizá un poco mayor en algunos aspectos. Es que al temor a los conocidos retos públicos de Néstor y Cristina (con sus correspondientes consecuencias), el actual mandatario les sumó las muestras de anarquía que reciben desde el poder. Medio en broma y bastante en serio, cuentan que Santiago Caputo les dice que no debían esperar otra cosa de un anarcocapitalista que llegó con la confesa misión de destruir el Estado. Una anarquía que los empresarios traducen como la falta de ejecutividad y de ministros y secretarios extremadamente cambiantes debido —según los mismos funcionarios— a que el poder está centralizado en dos hermanos inestables cuyos criterios no siempre coinciden. Hasta ahora, el temor a Milei los llevaba a aplaudir cuando se lo cruzaban, mientras que por lo bajo mostraban cierta preocupación y perplejidad. Con los Kirchner ese miedo se extendió más de cinco años. Hoy, ese miedo comenzó a desaparecer. Y fue reemplazado por otro: quedar pegados a una administración tan controversial. Con una economía estancada, esa preocupación fue creciendo en línea con escándalos como $Libra, Spagnuolo, el 3% de Karina, Espert y el nexo narco. Hace meses que la pregunta que en esos sectores se empezó a escuchar fue: ¿hasta qué punto seguir dando muestras públicas de apoyo a una gestión cada vez más cuestionada? Otra vez el razonable temor del capital: ¿cuánto podría afectar a sus empresas y a sus inversiones esa adhesión? Como muchos empresarios sinceramente siguen creyendo que Milei es liberal y republicano y que sus lineamientos generales son correctos, la respuesta de qué hacer frente a él no es sencilla. El temor a seguir apoyándolo se mezcla con sus dudas, sus miedos y sus deseos de que le vaya bien. En el medio, comenzó a explicitarse una inquietud que siempre estuvo latente, que hasta ahora se resolvía con un simple “Javier es así”, pero que en estas semanas se transformó en un serio interrogante sobre el equilibrio emocional del Presidente. Esa inquietud se hizo evidente tras el festival con el que Milei presentó su nuevo libro. ¿Es consciente del momento social del país? ¿Esa es la mejor imagen que debe dar para transmitir racionalidad y confianza? “Me siento un anormal” La prueba de tal preocupación fueron los medios y conductores oficialistas que acompañaron con el ceño fruncido la transmisión en directo del recital y formularon en vivo esas preguntas. Todo, mientras de fondo se escuchaba a Milei cantar desaforadamente: “Yo fui educado con odio / y odiaba a la humanidad… / Ahora no estoy más tranquilo / y por qué tendría que estar / todos crecimos sin entender / y todavía me siento un anormal”. Como si asumiera el odio y la anormalidad que antes se pretendía ignorar en él y que hoy comienza a generar zozobra en estos sectores. Por aquello de la cobardía del principio, no habría que descartar que estén exagerando sus nuevos miedos y que, así como hasta hace un tiempo todo lo que Milei hacía les parecía normal, hoy estén extremando su sentido crítico. Quizá sea defensa propia: si la experiencia libertaria terminara mal, pueden suponer que la sociedad buscará entre ellos a los culpables del daño. Creo que, viniendo de estos núcleos oficialistas, la crítica resulta un poco injusta. Son empresarios, políticos y comunicadores que por sus conocimientos y su cercanía con esta administración siempre estuvieron informados sobre quién era Milei; sobre la falta de experiencia de gestión de él, de su hermana y de la mayoría de su gabinete; sobre las sospechas de corrupción y sobre los problemas emocionales que persiguen al Presidente. Que ahora le reclamen moderación, que lo insten a reconocer errores o que le pidan dialogar es negar las condiciones con las que ganó y que ellos apoyaron sin cuestionamiento alguno. Sus temores son entendibles, pero deberían ser más justos con quien hasta ahora blindaban frente a cualquier crítica. La valentía a destiempo es otra forma de cobardía. Pretender que Milei sea otro. Lo que ellos y el Gobierno esperan es que la impagable colaboración de Donald Trump tranquilice por un largo tiempo a los mercados. No porque un swap vaya a generar una reactivación económica o a silenciar los escándalos políticos, pero al menos serviría para que el dólar no se dispare más de acá al 26 de octubre. Pero la verdad se conocerá después de los resultados electorales de ese día. Teniendo en cuenta que tanto el oficialismo como la oposición la plantean como una elección plebiscitaria (lo que es lógico con un gobierno que polariza al electorado), la medida para analizar la magnitud de un triunfo o de una derrota debería partir de la comparación con el 56% que lo eligió en el balotaje de hace dos años. Es cierto que en aquel momento solo competían dos listas, pero si esta vez se plebiscita que “La Libertad Avanza o la Argentina retrocede”, sería correcto medir luego qué porcentaje de la población coincide con el eslogan oficial. Aquel 56% votó movido por la esperanza de que algo nuevo sería mejor o por el rechazo a lo ya conocido. Lo que el 26 de octubre se sabrá es cuántos de aquellos votos consideran, dos años después, que este es “el mejor gobierno de la historia argentina”, como repite el Presidente. Si él tuviera razón, no sería descartable que LLA se acerque al 56% de las bancas en juego. Por lo pronto, en los comicios provinciales de este año no alcanzó a la mitad de esa cifra. Pero esta vez se trata de elegir a legisladores nacionales y los propios hermanos Milei decidieron encabezar la campaña nacional. En cualquier caso, el miedo de los que hoy temen, la incertidumbre general, es qué va a suceder el día siguiente a la elección. Es la duda sobre si un triunfo o una derrota contundente del Gobierno cambiará en algo sus formas y su fondo. Lo que este sector del establishment le empezó a pedir a Milei es que se calme, que deje de escuchar tanto a su hermana, que amplíe su alianza de gobierno, que dialogue, que genere acuerdos políticos y que brinde previsibilidad para despejar los eternos temores del capital. Que es una manera de pedirle que sea otro. El deseo imaginario de convertirlo en alguien que no es ni puede ser. Por Gustavo González-Perfil

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por