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  • Los nombres y su significado: la memoria viva de Ushuaia

    Usuhahia » Diario Prensa

    Fecha: 13/10/2025 12:25

    Identidad fueguina. En cada nombre hay una historia. Desde “Ushuaia”, que en lengua yagán significa “bahía que mira al poniente”, hasta las calles que evocan a exploradores, pioneros y palabras ancestrales. Un recorrido por el significado oculto del entorno que habitamos todos los días. Decir “Ushuaia” es pronunciar una herencia. Su nombre, proveniente del yagán ush-shuaia, combina ush (“al poniente”) y waia (“bahía” o “ensenada”). Así la bautizaron los yámanas, pueblo originario que habitó estas costas durante miles de años, cuando los vientos y las mareas dictaban el ritmo de la vida. Mucho antes de ser ciudad, Ushuaia era apenas un asentamiento misionero fundado en 1869 por el pastor anglicano Thomas Bridges y su esposa Mary Ann, en un intento por acercarse a los pueblos nativos y documentar su idioma. De esa convivencia nacería un vocabulario yagán que aún perdura en nombres de calles, montes y bahías. Las calles, como las palabras, también guardan huellas. Algunas reflejan los primeros pasos del poblamiento y la construcción de la identidad urbana: la avenida Maipú, cuna del casco histórico, fue testigo del crecimiento de la aldea, con el antiguo cementerio, los primeros hoteles, la Aduana y la sede policial. A su vez, San Martín, que cambió varias veces de nombre —Gobernador Godoy, Eva Perón y finalmente San Martín—, continúa siendo el corazón comercial de la capital fueguina. La historia institucional también se lee en las placas: Gobernador Paz recuerda al primer gobernador del Territorio Nacional; Deloqui, al quinto. Remolcador Guaraní, Marcos Zar, Alférez Sobral y Gunter Pluschow remiten a héroes navales y aviadores que se enfrentaron a los rigores del extremo sur. Otras calles rescatan las voces de los pueblos originarios. Kupanaka, por ejemplo, significa “copo de nieve” en yagán; Kayén es “hogar”; Jainén, “buen amigo”; Kuanip, el nombre de un héroe legendario ona; Onachaga (que debería pronunciarse “Onashaga”) quiere decir “Canal Beagle”; y Karukinká era el nombre con que los onas designaban a su tierra. También Belakamain refiere al calafate, la baya espinosa que tiñe de azul la lengua y los dientes y un fruto dulcísimo sobre el que se basa la creencia de que quien lo come, siempre volverá a esta zona austral. Las calles Fuegia Basket – canasta fueguina – y Walanika evocan historias singulares: la primera, la de una joven yagana llevada a Inglaterra en 1831; la segunda, el nombre indígena de la Isla de los Conejos. Los nombres europeos, por su parte, remiten a los tiempos de exploración y misión: Darwin, Fitz Roy, Allen Gardiner, Richard Williams, Obispo Stirling y Lucas Bridges fueron protagonistas del encuentro —a veces conflictivo, a veces cooperativo— entre culturas. También hay lugar para los pioneros que construyeron la ciudad con sus manos y su vocación: María Sánchez Caballero, primera preceptora y directora de la Escuela Nº1 Domingo Faustino Sarmiento; Damiana Fique, una de las primeras mujeres blancas argentinas en Ushuaia; Polidoro Seguers, primer médico residente; y Antonio Romero, primer jefe de Policía del Territorio Nacional que poco aportó a la zona porque su paso fue fugaz pero lo suficiente para que la historia lo recuerde. Cada nombre, en definitiva, guarda una razón de ser. Y juntos conforman una cartografía de la memoria, una red de significados que conecta la historia, el lenguaje y la identidad colectiva. Las palabras con las que nombramos nuestro entorno —las calles, los cerros, los ríos, la ciudad misma— no son casuales: son el reflejo de todo lo que fuimos y seguimos siendo en este confín del mundo.

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