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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 12/10/2025 04:36
Javier Milei y Donald Trump Como todos los argentinos sabemos, el tipo de cambio es un elemento central de un plan económico –y también de nuestras vidas. El tipo de cambio define en una medida relevante si viajaremos más o menos al exterior, si la inflación será alta o baja, si habrá trabajo o invasión de productos importados, si la comida es barata o cara, si el país genera riqueza o la consume, si se acerca una nueva crisis o no, si se acumulan reservas o se pierden. El jueves pasado ocurrió un hecho realmente histórico: las autoridades económicas de la Argentina, por primera vez en su historia, cedieron la regulación del mercado de cambios al país más poderoso de Occidente. Ese mismo día, luego de un raid ascendente, a mitad de la jornada el dólar empezó a bajar cuando el Tesoro norteamericano decidió “comprar pesos”. Esa intervención, hasta horas antes la decidía el Banco Central de la República Argentina, o el Tesoro nacional. Desde ahora, con muy poco dinero en relación al que posee en sus arcas, el gobierno encabezado por Donald Trump regulará la relación de valor entre el peso argentino y el dólar norteamericano. Así lo hizo saber el propio secretario del Tesoro, Scott Bessent, un hombre cuyas expresiones públicas son una guía muy generosa para entender mucho de lo que está pasando. Con el léxico político tradicional se podría definir este giro como una renuncia a la soberanía nacional. Pero, para evitar términos tan cargados, en principio se trata de una limitación inédita para ejercer política económica, que el Gobierno nacional se ha impuesto a sí mismo, y a los gobiernos que lo seguirán, con el objetivo de evitar una crisis financiera en las semanas previas a las elecciones de medio término: una concesión con efectos significativos a largo plazo para conseguir pequeños objetivos partidarios en el corto. Scott Bessent y Luis Caputo Todo es tan reciente, y tan relevante y tan vertiginoso, que difícilmente alguna persona pueda pronosticar los efectos de lo que está ocurriendo. Los discursos lineales siempre están al alcance de la mano. Hay quienes opinan que este tipo de intervención en todos los casos genera euforia en el corto plazo pero luego derivan en crisis mayores después. Eso ocurrió durante los años previos al estallido de la convertibilidad. También hay quienes sostienen, como el propio ministro de Economía, que “una nueva era ha comenzado”. Tal vez. En cualquier caso, sirve seguir las manifestaciones públicas de las autoridades norteamericanas para obtener algunas claves. En principio, tanto el presidente, Donald Trump, como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, explicaron con notable franqueza que los Estados Unidos decidieron intervenir de urgencia en el proceso económico argentino para respaldar electoralmente a su amigo Javier Milei. El contexto en el que arranca esa intervención –con el primer tuit de Bessent- es clave. Milei acababa de perder de manera sorpresiva y aplastante la elección de la provincia de Buenos Aires. Unos días después se espiralizó la crisis financiera que agitaba al país desde principios de agosto. El Banco Central se quedaba rápidamente sin reservas. El Gobierno era humillado semana tras semana en el Parlamento. Los escándalos de corrupción lo debilitaban más y más. Cuando todo parecía terminar de la peor manera -al borde del abismo, en tiempo de descuento- apareció un tuit de Bessent. “Haremos lo que sea –whatever it takes- para rescatar a la Argentina". Luego tuiteó Trump, lo recibió a Milei y posaron juntos, en esa foto histórica donde el argentino sostiene una gigantografía del tuit de su salvador. Eso ocurrió el mismo día en que el popular presidente del Brasil, Luiz Ignazio Lula Da Silva, desafiaba a Trump en la Asamblea de las Naciones Unidas. Javier Milei y Donald Trump La participación norteamericana en un proceso electoral argentino es tan excepcional que solo registra un antecedente. En 1946, acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos emergían como la potencia mundial indiscutible en Occidente, con la legitimidad que les daba haber derrotado a nazis y fascistas. El embajador norteamericano se llamaba Spruille Braden y era un halcón antifascista. Braden consideraba que Juan Perón era un retoño de sus derrotados enemigos europeos e hizo lo imposible para evitar que llegara al poder: hasta encabezó las marchas de la alianza de partidos tradicionales que competían con el peronismo. Perón usó todo eso a su favor y ganó. Su lema de campaña era: “Braden o Perón”. Los tiempos han cambiado mucho, las analogías siempre son simplistas, pero no hay otra referencia histórica que se acerque a los hechos de estos días. En el corto plazo, los acuerdos con los Estados Unidos deberían tranquilizar el frente cambiario y financiero y eso permitiría a Milei y los suyos llegar a las elecciones con menos incertidumbre. Bessent ha dejado en claro que la primera contrapartida consistirá en que la Argentina se aleje definitivamente de China. En un mundo multipolar, donde los países soberanos aprovechan de la manera en que pueden las contradicciones entre las dos principales potencias, la Argentina quedará entrampada en los intereses de una sola de ellas. O sea que, a través de la regulación del tipo de cambio, a cambio del salvataje electoral, los Estados Unidos incidirán decisivamente en la política comercial y la política exterior del país. Las derivaciones de estos movimientos son infinitas. China es el segundo socio comercial de la Argentina. Si la actitud de nuestro país se torna beligerante, a tono con lo que está haciendo Trump en estas mismas horas, muchos sectores de la economía nacional sufrirán. Por ejemplo: si subimos, como Trump, los aranceles a los productos chinos, nos subirán los aranceles a la soja. ¿Se habrá meditado lo suficiente sobre esto en medio de la desesperación electoral? Pero, además, la Argentina quedará debilitada en muchos de sus reclamos históricos. Por ejemplo, durante décadas la diplomacia local puso esfuerzos para que en las Naciones Unidas una enorme mayoría de países respaldaran sus reclamos sobre las islas Malvinas. Desde la asunción de Milei, eso cambió: el énfasis estuvo puesto casi exclusivamente en votar siempre lo que decidiera Washington. Eso debilitó la relación con decenas de aliados históricos. Otro tema que aparece en las manifestaciones de Bessent son las retenciones. Al conocer las versiones sobre un acuerdo de salvataje con la Argentina, hubo muchos reparos en los Estados Unidos. Uno de los más sonoros fue el de las organizaciones de productores agropecuarios que se quejaban porque los conflictos con China afectaban sus intereses mientras que los acuerdos con la Argentina favorecían a sus competidores del Sur. Bessent señaló en uno de sus tuits que no estaba de acuerdo con el “tax holiday” (el “veranito impositivo”) que existía en esos días en el país. Se refería a la eliminación temporaria de retenciones: otro asunto sobre el cual el secretario del Tesoro de otro país se cree con derecho a dar su opinión. Pero lo más inmediato está relacionado con la evolución del tipo de cambio. La inmensa mayoría de los economistas argentinos –y también de los periodistas que escriben para los diarios financieros del mundo- sostienen que los problemas del programa económico de Milei se dispararon porque intentó bajar la inflación anclando por demasiado tiempo el tipo de cambio. Eso drenó las reservas y produjo un desbarajuste que llevó a una recesión y a un crecimiento leve, pero crecimiento al fin, de la inflación. Por eso, todos los actores del mercado coincidían en que luego de las elecciones habría una modificación en el programa económico que incluiría una devaluación. Si ahí estaba la raíz de los problemas, ahí estaría algo de la solución. Lo que ocurre es que ahora hay un nuevo actor que opina sobre todo. El jueves por la noche, luego de su primera intervención en el mercado de cambios, Bessent mantuvo un diálogo con Laura Ingraham, una de las presentadoras más destacadas de Fox News. -El Tesoro de los Estados Unidos finalizó un marco de swap de divisas por 20 mil millones de dólares con Argentina…¿Qué obtenemos de ellos? -Sacamos mucho provecho de ellos…Milei se comprometió a sacar a China de la Argentina. -¿No es un rescate? -No es un rescate en absoluto…. Comprar barato, vender caro. El peso argentino está subvaluado. Esta última frase es impresionante. O sea que Bessent cree que el dólar va a valer menos y no más. Si el dólar baja, los problemas que existen ahora, ¿se agravan o se solucionan? ¿No sucederá tal vez que la balanza de pagos empeore, o que los argentinos viajaremos más por el mundo o juntaremos más dólares? ¿Y qué pasaría si él, que ahora compra pesos y se desprende de dólares, un día decide realizar esas ganancias? Esa mirada de Bessent contrasta con la de quienes creen que la fortaleza argentina dependerá de su capacidad de juntar reservas. La prensa norteamericana, además, está plagada de artículos de fondo donde se sostiene que la intervención de Bessent no solo está dirigida a salvar a Milei sino también a sus amigos del mundo financiero que apostaron fuerte por él y quedaron entrampados en la crisis: al subir los bonos se pueden ir, realizando ganancias. Kristalina Georgieva junto a Milei y Caputo Bessent y Trump no son los únicos actores internacionales que, con sus palabras, ayudan a entender lo que ocurre. Kristalina Georgieva, la titular del Fondo Monetario, explicó esta semana las principales dificultades que enfrentan los planes de austeridad. En ese contexto, mencionó a la Argentina: “Lo más difícil es llevar a las personas contigo, convencerlas de que un déficit fiscal creciente y más gasto público no es bueno para ellos. Todavía no hemos descubierto cómo hacer eso, cómo llevar a las personas con nosotros en cosas que son difíciles. En mi parte del mundo, en Europa Central y Oriental, hemos tenido líderes valientes haciendo cosas muy difíciles reduciendo las pensiones y los salarios en 40 o 50 por ciento. Y siendo reelegidos. ¿Por qué? Porque llevaron a las personas con ellos. Ahora miramos a la Argentina. Argentina está haciendo un programa de ajuste muy dramático. El éxito va a estar basado en que las personas te acompañen”. El Gobierno ha tomado demasiadas decisiones unilaterales en un contexto de angustia electoral que tendrán efecto a largo plazo. Parece razonable pensar si el Congreso no debería opinar sobre todo esto, o al menos tener información precisa sobre lo que se ha negociado. Sea como fuere, en dos semanas se conocerá a través de las urnas el respaldo que tiene el gobierno de Javier Milei. Si la elección confirma el apoyo del 2023, será difícil objetar la política de alineamiento automático y concesiones a cambio de un salvataje: Milei y Bessent celebrarán. Si, en cambio, se repite un resultado como el del 7 de septiembre, pero en todo el país, las cosas deberán replantearse, en un marco de mucha incertidumbre. Lo cierto es que una de las grandes dificultades para la cobertura de este proceso político es su vértigo incesante. A principios de septiembre, Milei se preparaba para clavar el último clavo en el ataúd del kirchnerismo. Se sentía imbatible. El 7 de ese mes recibió una paliza fenomenal. El 19 de septiembre enfrentaba una corrida cambiaria terminal. El 22 de septiembre empezó el salvataje norteamericano y hubo euforia en el mundo financiero. Dos semanas después, la crisis volvió a golpear, subía el dólar, bajaban las acciones, trepaba el riesgo país, las reservas se iban de a cientos de millones por día. En el medio, estalló el narcoescándalo protagonizado por “el profe Espert”. Milei bailó y cantó en el Movistar Arena. Y cuando Milei parecía al borde del knock out, de nuevo, aparecieron Trump y Bessent para calmar el dólar. Volvió la euforia en la Casa Rosada. Pánico, euforia, pánico, euforia, pánico, euforia. ¿Dónde estaremos en dos semanas? Así no hay corazón que aguante.
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