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Parana » Informe Digital
Fecha: 11/10/2025 06:36
Javier Milei junto con Demian Reidel y representantes de OpenAI en Casa Rosada. Anuncio multimillonario en plena campaña electoral La difusión pública de este proyecto y el aval de Altman al presidente argentino ocurre a pocas semanas de las elecciones nacionales, hacia las cuales el gobierno nacional marcha entre penurias y traspiés varios. Ese marco temporal convierte lo que podría ser una brillante noticia de desarrollo productivo en un gesto de legitimación política. La imagen de “innovación compartida” funciona como un aval simbólico que puede influir en percepciones públicas, más allá de los hechos concretos. No podemos ignorar que este tipo de gestos simbólicos, aunque no constituyan técnicamente una intervención electoral, tienen efectos políticos reales: otorgan capital reputacional, especialmente cuando provienen de actores globalmente admirados. El Senado de Estados Unidos presentó un proyecto para bloquear el rescate financiero a la Argentina También existen dudas sobre el socio Sur Energy, a quien Altman cataloga como una de las principales empresas energéticas del país, lo cual cuanto menos debe ser analizado con pausa. Ha trascendido que, mientras OpenAI se comprometería a comprar todo lo que se produzca en tal datacenter, lo cual no representa en realidad aporte de capital directo, Sur Energy sería la encargada de conseguir la empresa constructora de la obra de base, así como conformar el pool de financistas para el proyecto, aspectos que son precisamente los más complejos de cualquier infraestructura de este tipo. Sin embargo, y sin desmerecer la iniciativa emprendedora, Sur Energy se trata de una empresa poco conocida y sin credenciales visibles en infraestructura tecnológica del tamaño anunciado, que aparece tomando las riendas en un proyecto descomunal. Que una compañía de perfil tan bajo se convierta de pronto en socio estratégico de un proyecto de hasta 25.000 millones de dólares plantea genuinos interrogantes sobre la estructura de esta asociación que, en honor a la transparencia, deberían ser aclarados con prontitud. El trasfondo geopolítico: del swap con Estados Unidos a la “expulsión de China” El anuncio tampoco puede dejar de analizarse sin considerar el reciente swap financiero otorgado por Washington al país por unos 20.000 millones de dólares, que llega, según palabras del propio secretario del Tesoro de los Estados Unidos Scott Bessent, condicionado al “compromiso de Milei de sacar a China de la Argentina”. Visto desde este ángulo, la inversión tecnológica podría leerse como parte de un reacomodamiento geopolítico instrumental en el que la ubicación de la infraestructura digital se convierte en instrumento de alineamiento internacional, más que en un simple y puro factor de inclusión. Un dilema ético para OpenAI OpenAI se presenta globalmente como una organización comprometida con desarrollar inteligencia artificial “para beneficio de la humanidad”. Esa misión, noble en su formulación, implica gran madurez y prudencia. El entusiasmo por innovar no puede justificar alianzas que, aun sin intención explícita, terminen contribuyendo a blanquear liderazgos polarizantes o inestables, en contextos políticos frágiles y de baja seguridad jurídica. Invertir no es neutral. Elogiar públicamente tampoco. Inversiones en tecnología sí, pero con responsabilidad institucional El desarrollo tecnológico es bienvenido cuando se apoya en procesos transparentes, marcos regulatorios sólidos y participación plural. Pero cuando se apoya principalmente en relaciones personales, tiempos electorales y relatos emotivos, surge una pregunta inevitable: ¿Esto es construcción de futuro o marketing político con disfraz de innovación? La Argentina necesita inversores externos, y más en tecnología. Eso no está en debate. Lo que sí debe discutirse es cómo se construyen esas alianzas: con transparencia o con opacidad, con instituciones o con atajos personales, con visión de país o con urgencia electoral. La verdadera innovación no se mide solo en megavatios o servidores. También se mide en calidad institucional y respeto democrático. Y esa vara, incluso en tiempos de inteligencia artificial, no debe bajarse nunca. *Irma Argüello, especialista en seguridad internacional y gobernanza ética de IA. LM/DCQ
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