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» El litoral Corrientes
Fecha: 11/10/2025 10:18
n ¿Qué lo hace distinto a Colapinto? ¿Por qué este chico de 22 años desembarcó en la máxima categoría del automovilismo mundial con el impacto de las grandes estrellas, de los grandes fichajes? Porque su llegada a la Fórmula 1 en 2024 no solamente fue noticia en la Argentina, sino que el mundo motor habló de él ante la decisión de James Vowles, jefe de Williams, de incorporar a un pibe que desde los 14 años la venía remando en soledad en Europa. Antes de eso Franco había demostrado destellos de genialidad que alimentaban los mejores augurios. Un campeonato en Fórmula 4 bajo el padrinazgo del bicampeón español Fernando Alonso, triunfos interesantes en Fórmula 3 y aquel sorpasso en curva y contracurva, rueda a rueda, al estonio Paul Aron en Fórmula 2. Ese día Franco Colapinto había corrido con el sticker de Traverso en su cockpit, en homenaje al multicampeón argentino, quien había fallecido en semanas antes de la fantástica maniobra que Franco dibujó en Ímola para superar a Aron en la última vuelta, con toda la adrenalina de un piloto que nunca, y tomen nota de esto, nunca deja de intentarlo. Y Colapinto ese día buscó los espacios, estiró el frenaje, metió la trompa en la chicana. En un abrir y cerrar de ojos estaba adelante para recibir la bandera a cuadros como ganador. ¿Ustedes creen que Colapinto estaría hoy en Fórmula 1 si no hubiera protagonizado la que sin dudas fue la mejor maniobra de sobrepaso de todo el calendario de Fórmula 2 en la temporada 2024? Seguro que no. Su decisión de arriesgar en el momento justo y su talento para resolver con maestría una situación de carrera que puede salir muy bien, pero también muy mal, marcaron la diferencia y lo colocaron en la vidriera. Fue a partir de esas demostraciones, esos instantes de diafanía, que Williams le echó el ojo al piloto nacido en Pilar. Vowles, el tío James para los argentinos, jugó fuerte con la incorporación de Colapinto desde el GP de Monza, donde Francó logró meterse en Q2 para largar desde el doceavo lugar. Fue una carrera prolija, consistente, pero a la vez prudente, hasta que llegó Bakú con los primeros puntos en el GP de Azerbaiyan, y luego Singapur, con aquella largada memorable en la que ganó tres puestos a pura muñeca, con derrape controlado por contravolante. Tanta huella dejó ese chispazo de maestría conductiva de Colapinto que los organizadores del GP de Azerbaiyan mandaron a confeccionar un enorme mural con el argentino pasando a todos por adentro. Decidieron colocar ese recuerdo en el baño de caballeros de la zona VIP del circuito. Algo inédito. Así fue como 2024 terminó bien para Franco Colapinto pero sin lugar en Williams. Antes de su llegada el equipo inglés había firmado contrato con el español Carlos Sainz para la temporada 2025, luego de que Ferrari lo corriese para tener en Maranello al heptacampeón Lewis Hamilton. ¿Quién apareció en el horizonte? El controvertido Flavio Briatore, discutido por hechos del pasado que le costaron la expulsión de la F1 hasta que los vientos cambiaron y la actual conducción de FIA aceptó su reingreso como asesor de Alpine. ¿Quién es Briatore? Nada menos que el descubridor de Michael Schumacher, quien solamente llegó a correr una carrera con Jordan en 1991 cuando Briatore se lo llevó para Benetton convencido de que aquel joven alemán era oro en polvo. Y no se equivocó. Benetton festejó dos campeonatos mundiales con Schumacher en 1994 y 1995 antes de que Ferrari comprara su pase. Se dice que Briatore ocultó elementos prohibidos de asistencia electrónica para vencer a Senna, quien murió trágicamente en Ímola 1994, pero los resultados cantaron: ese piloto que el manager italiano apadrinó y promovió se convertiría en “El Kaiser”, dueño de siete títulos mundiales, nada menos. Briatore hizo lo mismo en 2005 con la incorporación del entonces rookie español Fernando Alonso. Fueron dos campeonatos al hilo con la escudería Renault, lo que certificó que Flavio tenía el ojo clínico para reclutar a los mejores antes de que fueran los mejores. Con Colapinto pasó algo parecido, pero el proceso fue más trabajoso. El argentino no empezó el año compitiendo sino que debió esperar en calidad de tester durante las primeras seis fechas de la temporada, hasta que Briatore le dio su confianza para reemplazar al australiano Jack Doohan, hijo del campeón de motociclismo Mike Doohan. De nuevo, ¿por qué es distinto Colapinto? ¿Por qué llama tanto la atención? No es solamente su personalidad, su espontáneo don para caerle bien al circo de la F1. Es su talento, pero también su carácter aguerrido. ¿Lo vieron intentando superar (y muchas veces superando) en pista a los autos de mayor rendimiento contra los que da batalla al volante de un Alpine que es el peor monoposto de la parrilla? ¿Vieron la largada de Singapur? De nuevo, como si fuera calcada a la del año pasado, una maniobra por adentro, en dos curvas del infernal circuito de Marina Bay, volvió a ganar tres lugares en los primeros 200 metros de pista. Una bestialidad que solamente los elegidos son capaces de hacer. Eso, precisamente, es lo que vio Briatore, lo que observaron los especialistas de la Fórmula 1. Colapinto es distinto no porque sus resultados hayan sido brillantes hasta ahora. Lo es porque los expertos saben, están convencidos, de que llegará el día en que tenga un medio mecánico a la altura de sus virtudes para meterse en el pelotón de adelante, para llegar al podio y -seguramente- para ganar. Se nota. Se respira. Porque sus parciales son mejores que los de su compañero Pierre Gasly, porque putea por la radio cuando las cosas no salen como había planeado, porque discute frente a la injusticia pero no pierde el respeto por el equipo. Al contrario, se queda al lado de los mecánicos cuando -por arriesgar- termina en los muros y hay que reparar hasta altas horas de la noche. Hubo pocos argentinos que se animaron a darlo todo a la primera. Que buscaron la gloria de entrada. Uno de ellos fue Juan Manuel Fangio con el subcampeonato en su debut, en 1950. Otro fue Froilán González al regalarle a Ferrari el primer triunfo de su historia. Y otro fue Reutemann con una pole position en el GP de Argentina, en su debut. De todos los argentinos que pasaron luego por la Fórmula 1, rescato a Norberto Fontana por sus grandes logros en las categorías promocionales. Fue campeón de F3 alemana, donde les ganó a Ralf Schumacher, Alexander Wurz y Jarno Trulli. Casi perdió la vida en Macao, pero se recuperó y logró correr cuatro carreras en Sauber Ferrari. Muy condicionado por la falta de presupuesto, se tuvo que ir de la Fórmula 1 sin poder mostrarse en toda su dimensión. Los otros son Esteban Tuero y Gastón Mazzacane. De los dos Tuero fue el que pudo demostrar años más tarde fibra de corredor con buenos resultados nacionales. Mazzacane, en cambio, quedó en el recuerdo como un piloto que pagaba por su asiento. Sin embargo, duró una temporada completa en Minardi en 2000 y cuatro fechas en el equipo Prost en 2001, hasta que se quedó sin billetera. Colapinto, empero, logró marcar las diferencias con su habilidad para cuidar los neumáticos, para sobreponerse a las malas estrategias de su equipo, para exprimir hasta la última gota de un auto lento como el Alpine A525. Porque el pilarense, a diferencia de tantos otros, no es conservador sino todo lo contrario. Siempre busca limar la milésima. Siempre se acerca a los muros en las curvas más peligrosas. Siempre defiende la posición con el temple de un gladiador. ¿Continuará Colapinto en Fórmula 1? No se puede saber todavía pero la posibilidad de que Alpine le renueve el contrato es cada vez más palpable. Porque la otra pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Puede la Fórmula 1 darse el lujo de desperdiciar a Colapinto? Sin dudas que no. No florecen racimos “Francoscolapintos” en las campiñas europeas. Lo que hay de sobra son pilotos muy buenos con padres acaudalados y espónsores milmillonarios. Pero en la elite del automovilismo, si el objetivo es contagiar de pasión al público, siempre hace falta un Colapinto.
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