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  • El hotel más peligroso del mundo: cómo es vivir varios días aislado en medio del Atlántico

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/10/2025 13:03

    Frying Pan Tower, el hotel más peligroso del mundo, desafía a los visitantes con aislamiento extremo en el Atlántico (Instagram Frying Pan Tower) Frying Pan Tower es un antiguo faro, situado en medio del océano Atlántico, a 32 millas náuticas de la costa de Carolina del Norte, Estados Unidos. El hotel ofrece una experiencia muy distinta de la que se encuentra en cualquier alojamiento convencional: ocho habitaciones sin lujos, rodeadas por mar abierto y expuestas a un entorno extremo marcado por la intemperie, la soledad y riesgos estructurales. ¿Quién administra el lugar, cómo funciona y qué motiva a los visitantes a elegirlo? Frying Pan Tower recibe huéspedes durante distintos periodos del año, quienes llegan por mar o aire para pasar unos días aislados del continente y enfrentarse a una de las experiencias más arriesgadas del turismo actual. Según National Geographic, la Frying Pan Tower nació en 1964 como un faro de apoyo para que los barcos pudieran atravesar una de las zonas más peligrosas del Atlántico. El lugar es conocido como el “Cementerio del Atlántico”, ya que a lo largo del tiempo naufragaron numerosas embarcaciones por bancos de arena y tormentas frecuentes. El diseño de la torre se asemeja al de una plataforma petrolera y sus pilotes están anclados sobre el lecho marino, expuestos durante décadas a la corrosión del agua salada y a vientos intensos. De acuerdo con la misma fuente, sólo tres torres similares siguen en pie en toda la costa este de Estados Unidos, pero Frying Pan Tower es la única que permite el acceso de turistas. En 2010, Richard Neal, un ingeniero, compró la estructura en una subasta realizada por el gobierno federal, por un valor de USD 85.000. Posteriormente, Neal fundó una organización sin fines de lucro dedicada a la conservación, que hoy coordina las tareas de mantenimiento y alojamiento. El antiguo faro convertido en hotel ofrece una experiencia única de turismo de aventura y conservación en Carolina del Norte (Instagram @fryingpantowerofficial) El acceso a la torre es limitado y riesgoso. Para llegar, los visitantes deben embarcarse en botes de pescadores y soportar un viaje de dos horas en aguas abiertas, o bien pagar un costo superior por un vuelo de 20 minutos en helicóptero hasta el helipuerto ubicado en la azotea de la estructura. Los viajeros deben cubrir el costo de transporte por su cuenta. Una vez en el lugar, se encuentran frente a un espacio que, aunque carece de comodidades habituales, conserva ciertos detalles originales del faro, como salvavidas anticuados, mapas y viejos equipos de radio. La energía en Frying Pan Tower se obtiene mediante paneles solares apoyados por generadores de respaldo. El hotel dispone de dos baños modernos, duchas y lavabos, elementos básicos para la estadía. Las ocho habitaciones llevan el nombre de distintos faros de Carolina del Norte. No cuentan con decoración sofisticada y el mobiliario resulta funcional. Los ventanales ofrecen una vista sin obstáculos al horizonte marino, salvo en algunas áreas restringidas. El estado de la estructura no permite el acceso completo, ya que el desgaste y las cuerdas de seguridad limitan el movimiento en ciertos sectores de la plataforma. El acceso a Frying Pan Tower implica viajes riesgosos por mar o aire y la colaboración de los huéspedes en el mantenimiento (Instagram @fryingpantowerofficial) Para hospedarse en el hotel, no existen criterios habituales de lujo. La política de la torre exige que los visitantes colaboren con la limpieza, cumplan ciertas tareas durante la estadía o participen de manera voluntaria en trabajos de mantenimiento. Según National Geographic, el objetivo de la organización es involucrar a quienes llegan en acciones de restauración o actividades que ayuden a sostener la estructura en el tiempo. La experiencia no se define solo por el alojamiento, sino también por la posibilidad de contribuir a la preservación de una construcción histórica. Durante la estadía, los huéspedes pueden practicar pesca en las plataformas, observar la vida marina y disfrutar del entorno en condiciones únicas. Por la noche es posible ver estrellas desde el helipuerto, donde en ocasiones se realizan reuniones informales, fogatas y eventos comunitarios. Quienes buscan aventura suelen elegir la opción de sumergirse en el mar, utilizar equipo de buceo o fotografiar la fauna acuática desde diferentes ángulos. En ocasiones, ingenieros y técnicos realizaron pruebas de equipos submarinos y sistemas de monitoreo para investigar la biodiversidad del lugar. El contexto de peligro y aislamiento resulta ineludible. El estado original de la torre presenta óxido, pérdida de materiales y desgaste progresivo en los niveles superiores. El mantenimiento resulta indispensable y los trabajos se multiplican cada año. Aunque la estructura fue evaluada por ingenieros en ocasiones recientes, no tuvo una inspección exhaustiva en el último tiempo. La amenaza principal deriva de la posibilidad de daños adicionales a causa de tormentas, oleajes fuertes y el desgaste por exposición al clima. El propietario, Richard Neal, reconoce el desafío y afirma que la seguridad y la respuesta ante emergencias ocupan el centro de la gestión diaria. La experiencia en Frying Pan Tower combina aislamiento, contacto con la naturaleza y participación en la restauración histórica (Instagram @fryingpantowerofficial) Frying Pan Tower funciona como hotel, pero también como puesto de investigación y núcleo ecológico. Según el propietario, una parte del año se dedica a experimentos oceanográficos, instalación de cámaras en vivo y análisis de especies marinas migratorias. El objetivo es transformar el inmueble en una ventana al océano, accesible para investigadores, voluntarios y visitantes que buscan una experiencia alejada de la rutina. El perfil de quienes se hospedan en Frying Pan Tower es variado. Algunos buscan superar el miedo a la soledad o enfrentar entornos hostiles; otros desean aislarse del continente y probar una rutina diferente. El libro de visitas da cuenta de estadías breves, pero muy intensas, y la mayoría de los relatos subraya la dificultad y el impacto emocional de la experiencia. Las condiciones extremas, unidas al contacto con la naturaleza y la falta de comunicación con tierra firme, definen un turismo singular que combina reto personal y participación en la renovación de una pieza patrimonial única. La particularidad de Frying Pan Tower no reside en servicios exclusivos o en actividades de relajación, sino en la conjunción de historia, peligro, aislamiento y colaboración. La estadía exige atención constante y participación activa para mantener en pie una estructura rodeada por el océano. Para quienes aceptan ese desafío, el hotel más peligroso del mundo representa la frontera final entre turismo, supervivencia y conservación.

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