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  • La torre de Babel

    » Diario Cordoba

    Fecha: 06/10/2025 09:28

    Hablando se entiende la gente... extranjera. En España, el Gobierno -cautivo y desarmado- vuelve a ceder ante sus insaciables socios y va a obligar a todas las empresas que comercian en suelo patrio a atender en catalán a sus clientes. Tanto enredar para levantar una frontera y ahora resulta que quieren suprimirla para exportar por la fuerza su idioma al resto del país. Manda collons. Más allá de intereses partidistas, uno no alcanza a comprender la utilidad de la medida, y es que, hasta la fecha, los naturales del Ampurdán no tenían ningún problema de comprensión cuando Curro «el Tabernero», provisto de una tiza en la oreja, les recomendaba las especialidades de la casa: el montadito de pringá y las papas aliñás. A la inversa tampoco se han planteado grandes conflictos, y en cualquier restaurante español siempre han despachado puntualmente la masa de harina circular con jamón típica de Italia a quien, hablando en un exquisito catalán, pedía una pizza prosciutto. Hasta la fogosa Montse, tan poco dotada para los idiomas, no tuvo dificultad este verano para entender lo que significaba el repetitivo movimiento de antebrazos con el que Antoñito «el Trípode» la invitaba a acabar la verbena en el asiento trasero del coche. «Y eso que decía que no se le daba bien la lengua» pregonaba el mozo, aún exhausto, a la mañana siguiente. No es de extrañar que el resto de las comunidades autónomas con idioma propio pronto se sumen al esperpento, así que temo que la coincidencia en la cola de Zara de un extremeño con un catalán, otro de Vigo y una de Azpeitia se parezca a la Asamblea de la ONU. Para hacer la compra, algún supermercado ya aconseja traer de casa el monedero, las bolsas reutilizables y un pinganillo para la traducción. No reivindico el código morse ni el esperanto como medio de comunicación entre compatriotas, pero no es serio que resulte ininteligible una conversación con tu cuñado por el simple hecho de haberse mudado hace un par de meses a San Sadurní de Noya. Resulta comprensible que cueste entender a un asturiano con acento cerrado o a María Jesús Montero, vicepresidenta y ministra de Hacienda, pero algo falla cuando el idioma común de los españoles va a acabar siendo el inglés. Desde el principio de los tiempos, esto de los idiomas tiene un origen maldito, y es que, como cuenta el Génesis, fue la arrogancia de los hombres por construir una torre que llegara hasta el cielo la causa de que Dios castigara a la humanidad creando distintas lenguas. De haber sabido el Sumo Hacedor el daño que su decisión causaría en España, a buen seguro que nos hubiera conmutado la pena por otra más llevadera. Mal podía pensar que, andando el tiempo, resultaría obligado hablar catalán en Sanlúcar de Barrameda al mismo tiempo que se multa en Sabadell por hacerlo en español. Estamos abocados a que, en nuestros colegios, El Quijote esté en el temario de la asignatura de literatura extranjera, y eso que, gracias al subvencionado cine español, hemos descubierto que Cervantes tenía mejor pluma de la que pensábamos. Ando buscando ofertas de empleo, de ahí que haya decidido estudiar catalán. Ayer fui a la Librería Luque y compré un diccionario español-catalán. Creo que no me será difícil aprenderlo, ya que muchas palabras son similares. Sin ir más lejos, he comprobado con satisfacción que «gilipollas» se escribe «gilipolles». *Abogado

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