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  • San Zoilo de Armilata

    » Diario Cordoba

    Fecha: 05/10/2025 13:21

    El Guadalmellato -un río antaño recóndito y salvaje- recoge agua de un amplio sector de la sierra a través de sus afluentes, Guadalbarbo, Cuzna y Varas. Los árabes lo llamaron Oued Armillat y siguiendo su cauce se internaban en la Sierra para superar los primeros repechos del camino a Toledo. Armillat se llamaba también la primera parada de esta ruta, que se mantuvo practicable al menos hasta el final del Califato. Durante los enfrentamientos que desencadenaron el final de la dinastía Omeya, allí murieron los hijos de Almanzor, Abd al Malik, en octubre del año 1008, y su hermano y sucesor Abderramán Sanchuelo, en marzo de 1009, concretamente en un manzil conocido como Umn Hani. En su libro Memoriale sanctorum, escrito en la primera mitad del siglo IX, san Eulogio describe un monasterio habitado por monjes mozárabes dedicado a San Zoilo que se situaba también en ese enclave: «Este lugar, que sobrecoge por su vastísima soledad desierta entre montes, dista de Córdoba casi treinta millas hacia el norte o más, discurriendo el río Armilata en las cercanías de la colina en que está situado, mitiga la abstinencia de los monjes con el gran consuelo de sus pececillos. Recibe de él el nombre de Cenobio armilatense». Este convento entró en la historia de la Iglesia católica el domingo 7 de junio de 851, en los comienzos mismos de la persecución de Abderramán II. Aquel día, entre los seis monjes que se presentaron voluntariamente a blasfemar de Mahoma y, por tanto, a padecer martirio, figuraban dos monjes del monasterio de San Zoilo de Armilata: san Sabiniano, originario del pueblo de Froniano en la sierra de Córdoba, que, según san Eulogio, desde hacía tiempo vivía allí retirado sub regula vel abbate, expresión latina de la regla de San Benito que significa «bajo la regla o el abad»; y san Wistremundo, que era un novicio muy joven, casi un adolescente, natural de Écija. Armilata subsistía aún como monasterio en 961 y su iglesia celebraba fiesta solemne a san Acisclo, según dice el calendario de Recemundo, obispo que escribió en aquel año un calendario que dedicó a al-Hakam II (961-976). Esta obra es un compendio de astrología y de agricultura, pero al final incluye una lista de las fiestas litúrgicas que se celebraban en la Córdoba de entonces. Conviene aclarar que Zoilo fue un cristiano cordobés de origen noble que en el año 303, durante la persecución a los cristianos llevada a cabo por el emperador Diocleciano, sufrió un terrible martirio: los verdugos abrieron con garfios su espalda y le sacaron los riñones, que fueron arrojados a un pozo, y luego le cortaron la cabeza. Después de más de tres siglos oculto, en el año 613 le es revelado al obispo Agapio el lugar donde se encontraba su cuerpo, y traslada sus restos a la iglesia de su compañero de martirio san Félix. A partir de ese momento ese templo se denominará de san Zoilo (actual iglesia de san Andrés). Además de la remodelación de la iglesia, el obispo Agapio construyó un monasterio con habitación para cien monjes que llevó también el nombre de san Zoilo, pero este cenobio era diferente al denominado «Armilatense», situado en la sierra, al que nos estamos refiriendo. En 1070, el conde Fernán Gómez de Carrión llevó a su villa los cuerpos de san Zoilo, san Félix y del santo obispo Agapio, que le habían sido entregados por el gobernador del reino taifa de Córdoba como pago por los servicios prestados en uno de los enfrentamientos por hacerse con el poder, tan frecuentes en aquellos años convulsos, y en ese momento el antiguo monasterio de san Juan Bautista de Carrión cambia su advocación por la de san Zoilo, convirtiéndose en uno de los monasterios más emblemáticos del Camino de Santiago. Los mozárabes de Córdoba deciden entonces ocultar las reliquias que le quedaban para evitar más expolios, reliquias que 500 años después serían halladas en la iglesia de san Pedro. Llama la atención el desapego que actualmente tiene el pueblo de Córdoba por este mártir antaño tan venerado, frente al fervor y cariño que sienten los carrioneses por su santo patrono de origen cordobés, al que dedican sus fiestas. Pero volvamos al valle del Guadalmellato. Con el tiempo se habilitaron otras rutas más cómodas, o tal vez más seguras, para atravesar la sierra, y el camino de Armillat se fue abandonando, y otro tanto debió ocurrir con el manzil Umn Hani y el monasterio de san Zoilo Armilatense, arrasados en los días previos a la batalla de Qantis, cuando el 2 de noviembre del año 1009 los bereberes llegaron a Armillat. Sus despojos se utilizaron para construir el cercano monasterio de san Francisco del Monte y, si algo quedó, las aguas del pantano del Guadalmellato -cuya presa se terminó de construir en 1928- anegaron definitivamente el recuerdo del antiguo monasterio cristiano y de los edificios de acogida de viajeros que utilizaban el camino.

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