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  • A la sombra del Himalaya: la inquieta historia de Nepal

    » Misionesparatodos

    Fecha: 29/09/2025 13:09

    Encajado entre dos gigantes —India y China— y sin salida al mar, Nepal es un país único. Alberga ocho de las diez montañas más altas del planeta, incluido el imponente Monte Everest. Su territorio está cubierto en un 40% por bosques, pero apenas el 12% de sus tierras son aptas para la agricultura. En este crisol de culturas conviven más de 140 grupos étnicos y se hablan al menos 120 idiomas distintos, aunque el nepalés, lengua oficial, es usado por el 44% de la población. El hinduismo es la religión mayoritaria, y forma parte del tejido identitario de este país de clima extremo, inviernos duros y frecuentes tormentas eléctricas. El nacimiento del reino y su ascenso regional La historia política de Nepal comenzó a consolidarse en 1768 con la fundación del Reino de Nepal, que emergió a partir del pequeño pero belicoso Principado de Gorkha. Bajo el liderazgo del rey Prithvi Narayan Shah, los gurkhas lanzaron una ambiciosa campaña de expansión que unificó numerosos estados vecinos del valle de Katmandú. Esa expansión pronto chocó con potencias mayores. En 1788 y 1791, los gurkhas invadieron el Tíbet, lo que provocó una dura reacción de la dinastía Qing de China. Las fuerzas imperiales intervinieron y obligaron a Nepal a firmar un tratado de vasallaje, estableciendo un delicado equilibrio de poder en la región. El choque con el Imperio británico A comienzos del siglo XIX, Nepal se encontró con un nuevo rival: la Compañía Británica de las Indias Orientales. Con intereses crecientes en el subcontinente, los británicos veían a Nepal como una amenaza potencial para la estabilidad de su dominio y como un obstáculo geográfico para abrir una ruta comercial hacia el Tíbet. La guerra anglo-nepalí (1814-1816) fue feroz y terminó con la derrota nepalí. El Tratado de Sugauli obligó a Nepal a ceder parte de su territorio y limitar su expansión. Sin embargo, los británicos quedaron profundamente impresionados por el coraje y la destreza de los soldados nepalíes —los legendarios Gurkhas—, a quienes empezaron a reclutar masivamente. Esta relación militar, curiosamente, sentó las bases para una duradera amistad: el Reino Unido nunca colonizó ni impuso un protectorado sobre Nepal. Monarquía, inestabilidad y cambio Durante el siglo XIX y buena parte del XX, Nepal fue gobernado por una compleja y cerrada élite nobiliaria. El poder real se encontraba frecuentemente eclipsado por poderosas familias, en especial los Ranas, que durante más de un siglo actuaron como primeros ministros hereditarios. Esta estructura centralizada mantenía un precario equilibrio sobre la inmensa diversidad étnica, lingüística y regional del país. Todo comenzó a cambiar tras la independencia de la India en 1947. La retirada británica dejó a Nepal sin un protector externo. En 1950, una rebelión popular, impulsada por el partido Congreso Nepalí (CN) y con apoyo desde la India, forzó la caída del régimen de los Ranas. El rey Tribhuvan recuperó el poder, y en 1959 se promulgó una nueva constitución que instauraba una monarquía constitucional. Sin embargo, en 1962, su hijo Mahendra dio un giro autoritario: disolvió el parlamento, declaró ilegales a los partidos políticos y estableció el sistema Panchayat, una forma de monarquía absoluta donde el poder se articulaba a través de consejos locales sin representación partidaria. Reformas, guerra civil y tragedia real Durante los años 70 y 80, el país enfrentó graves dificultades económicas. A fines de los 80, una ola de protestas lideradas por fuerzas de izquierda forzó una nueva apertura democrática. En 1990, los partidos políticos fueron legalizados y se redactó una nueva constitución. El Congreso Nepalí (CN) volvió al poder en 1992, y el país vivió una etapa inicial de estabilidad. Pero no duraría mucho. En 1996, una facción maoísta lanzó una rebelión armada desde las zonas rurales, iniciando una sangrienta guerra civil que duraría una década y dejaría más de 17.000 muertos. El conflicto se intensificó tras la tragedia real de 2001: el príncipe Dipendra, por razones aún poco claras, asesinó a casi toda la familia real, incluidos el rey y la reina, antes de quitarse la vida. Gyanendra, su tío, asumió el trono en medio del caos. Gyanendra intentó concentrar el poder real, pero las presiones internas y externas lo forzaron a negociar con los maoístas. En 2006, tras una masiva movilización popular conocida como la "Segunda Revolución Popular", el rey fue obligado a ceder el poder. La monarquía fue abolida formalmente en 2008 y Nepal se convirtió en una república democrática. El primer presidente, miembro del CN, formó gobierno en coalición con el Partido Comunista de Nepal (PCN), iniciando una etapa inédita en la historia política del país. Una república entre terremotos y conflictos La joven república, sin embargo, no tuvo un camino fácil. La inestabilidad política se combinó con desastres naturales: en 2014 y, sobre todo, en 2015, devastadores terremotos azotaron Katmandú, dejando miles de muertos y millones de damnificados. La respuesta estatal fue caótica, lo que minó aún más la confianza pública en las autoridades. La crisis empujó a la clase política a actuar: en septiembre de 2015 se promulgó una nueva constitución, que definía a Nepal como una república federal, democrática y secular. La nueva carta magna generó protestas, especialmente entre minorías como los madhesi, grupos étnicos historicamente marginados que habitan en la frontera con India. Finalmente en 2017, por primera vez en dos décadas, se realizaon elecciones. Una coalición comunista ganó con amplia mayoría, liderada por Khadga Prasad Sharma Oli y el exlíder guerrillero Prachanda. Ambos acordaron turnarse en el poder, pero Oli rompió el pacto y trató de disolver el parlamento, lo que desencadenó una nueva ola de desconfianza. Simultáneamente, la firma de un proyecto de asistencia estadounidense con el Millennium Challenge Corporation generó rechazo entre sectores nacionalistas y de izquierda, que lo denunciaron como una maniobra de injerencia extranjera. Mientras tanto, los problemas económicos se profundizaban: el 20% de los jóvenes estaba desempleado y un tercio del PBI dependía de remesas de trabajadores emigrados. El estallido de 2025 En septiembre de 2025, el gobierno intentó censurar las redes sociales, exigiendo que se sometieran a controles estatales. Ante la negativa de las plataformas, las autoridades bloquearon su uso, desatando una ola de furia entre los jóvenes. La Generación Z tomó las calles, y las protestas fueron respondidas con violencia por la policía y el ejército. La situación se desbordó: el Parlamento y el complejo gubernamental de Singha Durbar fueron incendiados, varios funcionarios renunciaron y, finalmente, Oli debió abandonar el cargo. Su residencia fue saqueada por manifestantes enardecidos. ¿Un nuevo comienzo? Hoy, Nepal está gobernado por una administración interina, sin oficinas, sin vehículos oficiales y sin estructuras estatales funcionales. En este escenario caótico, el nuevo liderazgo intenta enviar un mensaje claro: que una nueva generación está al mando y que las luchas de élites del pasado podrían estar llegando a su fin.

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