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  • ¿Negligencia, veneno o fatalidad?: el manto de especulaciones sobre la muerte de Juan Pablo I y su papado de apenas 33 días

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/09/2025 05:10

    Juan Pablo I inició su papado el 26 de agosto de 1978, Murió el 28 de septiembre de ese año, a un mes y días de haber sido ungido Papa (AP) El 29 de septiembre de 1978, la muerte de Juan Pablo I impactó con fuerza a la comunidad católica. El pontífice, conocido como el Papa de la sonrisa, apareció muerto en el Vaticano tras solo 33 días de pontificado y a la edad de 65 años, lo que constituyó uno de los papados más breves de la historia reciente. La versión oficial proporcionada por el Vaticano en ese momento indicaba que Albino Luciani—su nombre de nacimiento—había fallecido a causa de un infarto de miocardio mientras dormía, dato que pronto comenzó a ser cuestionado. De acuerdo con la primera versión difundida, el secretario personal del Papa habría encontrado el cuerpo, pero esta información fue desmentida poco después. Según relatos posteriores, dos monjas que habían ingresado de madrugada a los aposentos papales hallaron el cadáver. El cambio en el relato oficial fue uno de los elementos que desencadenaron toda una ola de teorías conspirativas y sospechas sobre las circunstancias de su muerte, así como la proliferación de hipótesis sobre la posible existencia de un crimen institucional dentro del Vaticano. Juan Pablo I fue el último Papa italiano. Había nacido el 17 de octubre de 192. Murió a los 65 años (AP) Las horas finales de Juan Pablo I estuvieron marcadas por síntomas que no llamaron la atención suficiente dentro del entorno papal. Según la reconstrucción recogida por Giovanni Maria Vian en su libro “Juan Pablo I, el Papa sin corona. Vida y muerte de Juan Pablo I”, durante la noche del 28 de septiembre, el Papa manifestó algún malestar físico. Uno de sus asesores más cercanos, Diego Lorenzi, le sugirió consultar a los médicos, pero Luciani no quiso alarmar a nadie. Esa noche, antes de retirarse, solicitó conversar con el cardenal Colombo, arzobispo de Milán, sobre la sucesión en Venecia, diócesis que él había dejado vacante tras asumir como Papa. Después de una conversación extensa y en la que hubo diferencias de criterio sobre los candidatos, Juan Pablo I se fue a su habitación y poco más se supo de él con vida. Con base en los testimonios conocidos, Luciani habría sufrido un infarto tan intenso que no logró pulsar el timbre instalado junto a su cama para pedir ayuda. Según el relato oficial, John Magee, sacerdote irlandés y secretario de tres papas, fue quien notificó el hallazgo del cuerpo. Sin embargo, Magee aceptó años más tarde, primero en una entrevista con la revista religiosa “30 Giorni” y posteriormente de modo público en 2009, que no había sido él quien encontró el cadáver. Albino Luciani, antes de ser Papa, había sido Patriarca de Venecia (AP) Durante la fatídica noche de 1978, sor Vincenza Taffarel, monja enfermera, le dejó, como era su costumbre, una taza con café caliente, ritual que repetía desde la asunción de Luciani como Papa. Cuando a las 5.45 de la mañana—hora habitual en que el pontífice bebía su café—vio que el pocillo seguía intacto, la preocupación aumentó. Junto a sor Margherita Marin, otra religiosa de la orden de las Hermanas de María Bambina, ingresó al dormitorio. Lo que hallaron fue al Papa en su cama, con las gafas puestas y papeles sobre el regazo, como si se hubiese quedado dormido leyendo. “La luz de la habitación estaba encendida, el Papa estaba inmóvil y parecía dormir con una expresión serena. Lo llamamos varias veces pero no respondió. Estaba frío”, relató Marin a la revista “Famiglia Cristiana” en 2022. El médico del vaticano, Renato Buzzonetti, determinó que la muerte ocurrió cerca de las once de la noche. Margherita Marin también recordó que el Papa había trabajado intensamente el día anterior, preparando documentos para los obispos, practicando su italiano para futuras audiencias y rezando con las hermanas. Detalló que justo antes de despedirse, el Papa le preguntó qué misa se celebraría al día siguiente. Ella respondió que la de los Santos Ángeles Custodios y Luciani sonrió antes de irse a dormir. Según Marin, cuando volvió a verlo al día siguiente, ya estaba muerto. En la foto: el papa Paulo IV y Albino Luciani en Venecia. Cuando murió Paulo VI fue Juan Pablo I quien lo sucedería en el ministerio petrino (AP) El Vaticano, por considerar inapropiado que personas de sexo femenino ingresaran solas a los aposentos papales en ausencia de testigos masculinos, prefirió afirmar que quien había hallado el cadáver era John Magee. La medida tuvo como aparente objetivo evitar rumores considerados indecorosos para la época, aunque el resultado fue la inmediata aparición de sospechas de asesinato bajo la forma de teorías y literatura posterior. En un contexto internacional donde la Iglesia Católica atravesaba tensiones internas, producto de las reformas del Concilio Vaticano II y las luchas entre los sectores conservador y progresista, el fallecimiento de Pablo VI poco antes había exacerbado las disputas de poder en el Vaticano. De hecho, en ese mismo periodo, Italia vivía conmocionada por el asesinato del ex primer ministro Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas. En esas circunstancias asumió Juan Pablo I, de origen humilde, con simpatía por los pobres y con una postura firme a favor del Opus Dei. Algunos analistas lo señalaron como una figura de consenso entre los extremos ideológicos. Juan Pablo I fue encontrado muerto por dos monjas y el Vaticano decidió ocultar esa información por una cuestión de pudor A pesar de sus raíces proletarias, lo que generaba mayor inquietud en el entorno vaticano no era su postura ideológica sino su intento de transparencia en materia financiera. Durante su etapa como patriarca de Venecia, el Banco Vaticano había vendido al Banco Ambrosiano, propiedad del banquero Roberto Calvi, la Banca Católica del Veneto, usada por la Iglesia para conceder créditos. El estadounidense Paul Marcinkus, al frente de la administración vaticana, avaló la operación sin consultar a Luciani. Ya en 1978, el Banco de Italia detectó maniobras sospechosas en torno al Banco Ambrosiano, involucrando a empresarios, políticos, eclesiásticos, mafiosos y miembros de la logia masónica P2, dirigida por Licio Gelli. La muerte de Juan Pablo I y la suposición de que tenía voluntad de esclarecer el manejo de fondos vaticanos, fueron alimentando los rumores de conspiración. Cuatro años después, el escándalo estallaría en el sistema bancario italiano con la caída del Banco Ambrosiano y aparecieron conexiones con desvío de fondos hacia actividades delictivas y creación de redes de poder internacional, lo que incluyó la aparición del cadáver de Roberto Calvi colgado de un puente en Londres. La situación en la que murió Juan Pablo I se prestaba para la proliferación de hipótesis criminales. El escritor David Yallop publicó en 1984 el libro “En el nombre de Dios”, donde sostuvo que el Papa había sido envenenado con digitalina, un compuesto utilizado para tratar afecciones cardíacas. Yallop responsabilizó a Licio Gelli por dar la orden y a miembros de la curia como Paul Marcinkus, John Cody y Jean Villot de complicidad, afirmando: “Marcinkus tenía móviles para el crimen y la oportunidad de llevarlo a cabo”. El libro alcanzó ventas superiores a seis millones de ejemplares, aunque el Vaticano calificó las acusaciones de “absurdas”. El papa Juan Pablo I sonríe mientras habla con el arzobispo de Cracovia, Polonia, Karol Wojtyla. Luego de la muerte de Juan Pablo I el sucesor fue el polaco que eligió el nombre de Juan Pablo II (Reuters) Como respuesta, el Vaticano promovió la publicación de otro libro, esta vez a cargo del periodista John Cornwell. Mediante el acceso a diversos testimonios, Cornwell argumentó que Juan Pablo I no tenía una agenda secreta ni planes concretos de investigar las finanzas de la Iglesia, y lo describió como una personalidad superada por el peso del papado, triste y objeto de rechazo de parte de algunos curiales. En su obra, Cornwell relata una anécdota recogida de John Magee, quien aseguraba haber presenciado cómo, ante la pérdida de unos papeles por una ráfaga de viento, Juan Pablo I quedó paralizado y se retiró a su habitación en posición fetal abrumado por el incidente. Según Cornwell, Luciani padecía problemas circulatorios, sufría hinchazón de piernas y expresó dolores de pecho horas antes de fallecer, pero rechazó atención médica. Luego sostuvo que el Papa no deseaba continuar viviendo y que su fallecimiento obedeció a esa negativa, sumada a la eventual negligencia de quienes lo rodeaban. El libro de Cornwell se topó con fuertes críticas que señalaron falta de objetividad y manipulación a favor del sector vaticano más conservador. Según estos críticos, las versiones de Yallop y Cornwell resultaban sesgadas en direcciones opuestas y amplificadas por intereses ajenos a la verdad documental. El cuerpo de Juan Pablo I durante el funeral en el Vaticano (AFP) Otras versiones añadieron teorías alternativas. El sacerdote español Jesús López Sáez, en su libro “El día de la cuenta”, reiteró la hipótesis del envenenamiento y apuntó a la administración de un vasodilatador en dosis letales. Por su parte, el investigador Eric Frattini, autor de “La Santa Alianza”, mencionó inconsistencias administrativas y médicas en el entorno papal: “Si John Magee dijo que el Papa había sentido dolores en el pecho, ¿por qué no se le avisó al doctor (Antonio) Da Ros? ¿Por qué no se dijo que a Juan Pablo I se le habían recetado inyecciones para su problema de baja presión? ¿Quién ordenó la retirada de la vigilancia al Papa y por qué?”, se preguntó. En medio de las publicaciones, el relato literario más audaz fue el del gangster Anthony S. Luciano Raimondi, en “When the Bullet Hits the Bone”. Raimondi, quien afirmaba ser sobrino del famoso mafioso Lucky Luciano, aseguró haber formado parte de un grupo de sicarios reclutados por Marcinkus para asesinar al Papa con veneno mezclado en una infusión. Sostenía que el crimen tenía como objetivo detener las investigaciones sobre blanqueo de dinero y tráfico ilícito, afirmando: “Si el Papa hubiera mantenido la boca cerrada podría haber tenido un reinado largo”. En una entrevista, Raimondi aún subrayó: “Yo ayudé a matar al Papa”. Según él, el silencio de su sucesor explicaría la extensión del papado de Juan Pablo II. En 2022 Francisco, el Papa argentino, beatificó a Juan Pablo I (Vaticano) Pese a la magnitud de las hipótesis criminales, existieron trabajos de investigación que abogaron por una explicación médica. En 2017, la periodista Stefania Falasca presentó el libro “El Papa Luciani. Crónica de una muerte”, en el que analizó documentos clínicos reservados del pontífice obtenidos a raíz de su colaboración en el proceso de beatificación de Juan Pablo I. Falasca sostuvo que los controles médicos de rutina no advirtieron problemas relevantes, pero el historial familiar del Papa debía haber generado preocupación, ya que varias muertes súbitas o precoces se habían registrado entre sus allegados directos. Su padre trabajó como albañil en la Argentina antes de que la familia se radicara en Italia, y de los hermanos de Albino Luciani, varios fallecieron siendo niños, mientras él mismo vino al mundo en condiciones difíciles, con el cordón umbilical enredado en el cuello. La propia madre del futuro Papa relató que durante la infancia debió llevarlo a médicos en varias ocasiones y velar por su salud mientras estuvo en peligro. Juan Pablo I fue el primer Papa nacido en el siglo XX. Y también el último que murió en ese mismo siglo (Reuters) Cuando finalmente ocurrió la muerte de Juan Pablo I, el cuerpo fue encontrado con las gafas puestas y papeles sobre el regazo, en lo que parecía una escena de serenidad, aunque nunca se realizó una autopsia. Tras la declaración del deceso por parte del médico Renato Buzzonetti, el cadáver del pontífice fue embalsamado y sepultado sin haber sido sometido a los procedimientos legales comunes. La ausencia de autopsia alimentó aún más las disputas y sospechas alrededor de su muerte. El funeral de Juan Pablo I se celebró en la basílica de San Pedro, con la asistencia de personalidades de todo el mundo, pero sin que se disiparan las dudas alimentadas por la falta de transparencia y las contradicciones en la información emitida oficialmente. En 2022 Juan Pablo I, llamado “el Papa sonriente”, fue beatificado por el papa Francisco.

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