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Rio Negro » Adn Rio Negro
Fecha: 26/09/2025 10:41
(Por Francisco Jueguen*).- “Sacamos de la pobreza a 12 millones de personas”, repite triunfal el Gobierno, pese a que perdió por amplio margen las elecciones del 7 de septiembre. ¡Cuidado! Los números oficiales dicen que el oficialismo tiene razón y una importante cantidad de personas ya no son pobres por ingresos en la Argentina. En el mismo país, las encuestas recogen que un porcentaje importante de argentinos sentencia: “No llego a fin de mes”. Y hasta los candidatos libertarios lo aceptan. ¿Pueden convivir esos universos? No es necesario recurrir a la superposición cuántica. No hay un gato de Schrödinger escondido. Existen explicaciones para semejante tirantez de la realidad. Primero, los datos. Si se comparan semestres, desde el primero de 2024 –cuando se recibió una herencia nefasta del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y comenzó el plan de estabilización libertario de la gestión Milei- y los primeros seis meses de este año, la pobreza se desplomó más de 20 puntos y marcó su mejor registro en los últimos siete años. Alrededor de 10 millones de personas dejaron de ser estadísticamente pobres. El Gobierno habla de 12 millones porque compara contra el peor trimestre del año pasado, el pico del salto de pobres. Vale la aclaración: el Indec no trabaja así; lo hace sobre semestres, justamente para tener datos más confiables y estables. ¿Por qué bajó la pobreza en la Argentina? Se desaceleró fuertemente la inflación, subieron los ingresos (sobre todo el año pasado; en este, arañan el movimiento de los precios desde atrás) y las canastas –que delimitan pobreza e indigencia en las estadísticas- mostraron aumentos que fueron, en general, por debajo del índice de precios en los últimos meses. Sumado a la multiplicación de la AUH impulsada por el Gobierno frente a la inflación, pobreza e indigencia se redujeron drásticamente. Sin embargo, otra sensación recorre muchos hogares argentinos. Vale la pena escuchar qué dicen. Un relevamiento entre 3900 encuestados de Moiguer consultora de estrategia para el tercer trimestre de este año, afirmó que la mitad (51%) de la población dice tener dificultades para afrontar gastos corrientes y señaló además que el número se profundiza en los segmentos medios-bajos. Entre los más pobres, estimó el mismo estudio, ese porcentaje llegó a 62%. Otros datos van en el mismo sentido. Un estudio de Casa Tres de agosto pasado indicó que 6 de cada 10 personas declaraban haber hecho algún “sacrificio” en el último tiempo. ¿Cuál? De los que duelen, obvio. El 60% resignó ocio en general; el 51% pasó a segundas marcas; el 48% dice haber comprado menos ropa; 38% resignó vacaciones; 35%, plataformas de contenido; un 20% usó menos el auto; otro 16% dio de baja actividades de sus hijos; el 13% se bajó de categoría en su prepaga; 9% en el seguro; y un 4% cambió de colegio a sus hijos. ¿Cómo congeniar realidades tan diversas? Hay algunas explicaciones que pueden servir para anudar la fortísima baja de la pobreza celebrada por el Gobierno –con datos oficiales sobre los que no hay dudas, pese a alguna falta de actualización metodológica- con esa pérdida de bienestar real y dificultades a las que se enfrenta diariamente una población con la que Milei ahora quiere reconectar, sobre todo de cara a las trascendentales elecciones de medio término de octubre. Tres explicaciones La primera tiene que ver con el ingreso no disponible. Se trata del “puchito” de plata que queda liberada en el hogar para consumir después de pagar todos los gastos fijos (luz, gas, agua, alquileres, expensas, entre otros). En los planes de estabilización, como el que impuso Milei, hay reacomodamiento de los precios relativos –es un reseteo para que los privados no perciban atrasos en el futuro y así evitar tensiones indeseadas- y los gastos fijos –los servicios, sobre todo- subieron fuerte. Pese a una mejora de los ingresos en 2024 –la más rápida entre las últimas cuatro devaluaciones- los gastos fijos se llevaron gran porcentaje de esa recuperación. De hecho, según Empiria, que dirige Hernán Lacunza, ese “puchito” de plata usada para salir a comer, ir al cine o comprarse ropa estaba todavía un 7% por debajo de 2023, aunque en recuperación. Ecolatina, que también mide el ingreso disponible, esperaba una reparación completa en 2026. La segunda explicación tiene que ver con el tiempo. La consultora ExQuanti publicará este viernes un informe que analizará el dato de pobreza que se conoció este jueves, pero con un corte temporal que explicará por qué es difícil ver un argentino contento por la fuerte baja de pobreza en un año. Básicamente, concluirá que hoy somos todavía casi un 25% más pobres que en 2017. Dirá más precisamente que no estamos ante un problema de credibilidad en los números que elabora la prestigiosa Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Hay que interpretarlos con perspectiva. Por caso, la pobreza total en el primer trimestre de este año era de 23,12%, más alta aún que la que se registraba en el tercer trimestre de 2017. En el tercer trimestre de 2017, la pobreza de los jubilados llegaba a 8,64%, mientras que en la actualidad es del 12,88%, según ExQuanti. Los ajustes en los ingresos fueron brutales y sostenidos en el tiempo: pasaron de la corrida cambiaria de Mauricio Macri, la cuarentena de Cristina Kirchner y Alberto Fernández, y al ajuste de Milei. Una tercera mirada habla de “la espuma” de la pobreza, conocida entre expertos. Quedar levemente por encima de un límite estadístico definido por ingresos –los de Indec- no implica vivir bien, menos en un mercado laboral poco dinámico (estancado desde 2011) y que se precariza desde hace años. Según datos de ExQuanti, en el primer trimestre de este año, un 19,1% de la población vive con ingresos que representan hasta 1,5 veces más la línea de pobreza (en $375.656 para un adulto). Los vaivenes argentinos, con crisis recurrentes, y fuertes recuperaciones, dejan afuera y vuelven a meter adentro de este flagelo a esa espuma al son del dólar y de la inflación. Esta convivencia de fenómenos en la Argentina deja al margen otro debate. Hace muchos años ya existe hay tercio de los argentinos hundidos en la pobreza estructural. Son personas que, más allá de lo que pasa con sus ingresos, viven en casa de chapa y piso de tierra, muchas veces hacinados, no tienen gas ni cloacas, trabajan en negro y carecen de obra social. Muchas son madres solteras que cuidan de sus hijos y que no pudieron terminar el colegio. No son números, pero faltan en estas estadistas. La política los olvidó, excepto cuando hay que votar. *Periodista del diario La Nación.
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