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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/09/2025 10:54
La escritora dio talleres literarios para escritores, ahora sus palabras se recopilaron en un libro Todavía duele esa muerte inesperada, repentina, esa muerte que alcanzó a Liliana Bodoc un día de febrero de 2018 cuando acababa de volver de un viaje y estaba tan contenta. Por supuesto que su obra -es la autora de La saga de los confines- sigue viva y se sigue leyendo. Pero, además, de pronto aparece un material inesperado. Y la voz de Bodoc vuelve. Es el caso: EDIFYL, la editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo, hace su relanzamiento con un libro producido a partir de clases y talleres de esta escritora nacida en Santa Fe pero mendocina por elección y por años vividos en esa provincia. Lo llamaron El hilo oro, a partir de esta frase: “Los escritores tenemos que aprender a distinguir el hilo de oro. Cuando encontramos un lugar en donde el texto palpita con mucha verdad”. Anotaciones de Bodoc, incluidas en "El hilo de oro" El libro -que sale el martes 30 en Mendoza y se irá distribuyendo por el país durante octubre- tiene un prólogo de Romina, la hija de Bodoc, y otro de la escritora Claudia Piñeiro, que cuenta sus encuentros con la autora y elige una frase del libro: “¿Cuál es la primera obligación del narrador? Callarse a tiempo". Es que, en estas páginas, habrá ejercicios de escritura concretos y, también, llamados a mirarse, a mirar al mundo, a pensar bien qué y cómo se va a escribir. Y el corazón, al que hay que domesticar para escribir pero ya se sabe cómo es: “Me parece que hay algo que es imprescindible y que lo tenés que buscar adentro tuyo”, dice la autora. “¿Qué quiero contar? La página en blanco me expone a esta primera pregunta. ¿Qué quiero contar? ¿Dónde están mis rasgos? ¿Qué le quiero contar al otro? Me voy a poner melodramática: ¿qué quiero contar desesperadamente? El escritor lo tiene en el corazón, en el alma“. Liliana Bodoc, una voz única en la literatura argentina. Tener el título “Esta historia se remite al año 2016, año en que se la designa doctora honoris causa a Liliana Bodoc” le cuenta a Infobae Gustavo Zonana, decano de esa Facultad. . Y... eh, esto, digamos, se había empezado a gestar antes. Era una iniciativa del que por entonces era el decano de la facultad, el doctor Adolfo Cueto, mía y de Martina Funes. Para Liliana fue importantísimo porque ella no había terminado la carrera, lo vivió con una emoción tremenda porque era una forma de, de cerrar algo que era entre herida y deuda que ella tenía para consigo misma". La cosa no terminó ahí, empezó ahí: “Como era doctora honoris causa y entendía que tenía una obligación con la universidad-dice Zonana- es que colaboró dictando numerosos talleres de escritura creativa.” Los dio allí y, claro, en otros lugares. Muchos estaban grabados y fueron incluidos en este libro. Gustavo Zonana, decano de Filosofía y Letras en la Universidad de Cuyo. “¿Por qué son importantes estos materiales?“, pregunta Zonana. Y pasa a responder: ”En primer lugar, porque nos permiten reconstruir cómo la autora concebía el acto de creación. Es decir, que en estos talleres se revela lo que sería la poética de Liliana Bodoc. Y eso es importantísimo para todo su universo imaginario. En segundo lugar, son importantes porque nos revelan la concepción verdaderamente antropológica que tenía Liliana Bodoc acerca del acto de narrar, como un acto que sirve para construir identidades y también para generar memoria. Y, en tercer lugar, estos textos son importantes porque nos revelan, tal vez, una faceta menos conocida de Liliana, que es su faceta docente y su faceta de tallerista. Sirven para los docentes dentro de la educación formal de escuela primaria, de escuela secundaria, también incluso de nivel superior, y para todos aquellos que se dedican a la educación no formal a través de talleres". Zonana está orgulloso: “Creemos que de esta manera estamos completando el perfil de una de las grandes voces de la literatura argentina contemporánea”,dice. Aquí, cinco lecciones de Liliana Bodoc a la hora de sentarse frente a la hoja -¿a la compu?- y lanzarse al trabajo, a la aventura, a la experiencia extrema de escribir. De “El hilo de oro” Todos los artistas, creo yo, están absolutamente acostumbrados al ensayo y al boceto, menos nosotros. Nosotros no. Nosotros queremos abrir el archivo y «en un lugar de la Mancha...». Los bailarines se caen, los músicos practican con sus instrumentos por años, los pintores primero hacen una forma y después se van, la miran y la vuelven a hacer. Nosotros no. No toleramos el boceto y no está bueno eso. No sirve, no nos ayuda. Nos lleva, en todo caso —en el mejor de los casos—, por el lugar repetido, por el lugar que nos queda cómodo, por el lugar de lo que nos sale fácil. Y eso puede servir un par de páginas, como mucho para una novela o dos, pero se termina pronto. Se agota. Probar, probar todo, probar el tiempo, probar el narrador, probar el discurso indirecto, probar. ¡Probar! Hasta que uno encuentra el hilo de oro y entonces ahí uno empieza a tirar. ¿Vieron cuando las tenemos sentaditas, a todas las autoridades, todas, al lado nuestro? Yo les digo, ¡échenlas! Está bien todo lo que leímos; está bien César Aira, Borges, Piglia, pero es mejor que estén nuestros fantasmas, que estén nuestros parientes, nuestros muertos. Es mejor que estén nuestros miedos. Es mejor que estén nuestros perros echados a nuestros pies... Estamos muy acostumbrados a creer que el cuerpo no tiene nada que ver en la lectura y en la escritura, sino que la que está es nuestra cabeza, nuestro intelecto —o en el mejor de los casos— nuestra emoción. Pero el cuerpo dicta, el cuerpo escribe. O se calla. El cuerpo tiene que estar presente y tiene que estar en una suerte de movimiento de cámara que activaremos para escribir. La cámara cinematográfica, el paneo, el acercamiento, el plano y contraplano, el travelling. La cámara que ve desde arriba, la cámara que se va, la que se queda enfocando una cosa por una hora entera... Hay un proceso por el que uno tiene que llegar a la necesidad imperiosa de contar. ¿Por qué? Porque tampoco como escritores tenemos derecho a hacerle leer al otro lo que me alcanzaría con contárselo a mi marido. Como cualquiera de esas cosas que uno simplemente comenta durante el almuerzo, ¿no? Para escribir hay que dejar de lado el ego. Es importante la observación del otro: es imposible escribir si uno no observa a la gente o no se mira a uno mismo. Luego, hay que elegir de todo lo que uno observa qué podemos contar, qué nos interesa contar. A veces simplemente es necesario «ponerles el cuerpo» a los personajes. Poner en juego la corporalidad, ponernos a nosotros mismos en el cuerpo. La muerte es el conflicto madre porque nos convoca a todos. No hay conflicto más grande. Hay que conseguir que la muerte de un don nadie les importe a los demás. Esto tiene que ver con la construcción del personaje, su conflicto, su arco. Su alma.
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