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» Notife
Fecha: 24/09/2025 02:48
El aviso de rigor, con carácter de urgente, despachó al personal del Comando Radioeléctrico de Santa Fe a barrio Estanislao López (antes llamado La Gran China), más precisamente a calle Piedrabuena 6400. La voz del 911 reportaba una "menor desorientada" . Lo que el parte policial no podía encapsular era el horror sostenido durante cinco años que acababa de fracturarse, dejando al descubierto una trama de secuestro, abuso y explotación que se cernía sobre una niña que hoy, a sus 16 años, era madre. La fuga y un rescate en la calle La protagonista de esta violenta crónica, identificada como J. (16), se encontraba en un estado de "total vulnerabilidad" y "shoqueada" cuando se acercó a una mujer de 24 años y su hermana que estaban esperando un colectivo. La adolescente llevaba a su bebé de 11 meses, en brazos. La madre, nerviosa y alterada, solo pedía auxilio: "si le podíamos pagar un boleto". La menor, aprovechando que su captor y pareja, R. L. (19), "dejó la puerta abierta" para irse a hacer un mandado, había emprendido la huida. En ese trayecto desgarrado, J. confesó que intentaba llevar a su hijo al hospital porque estaba agitado, secuela de un golpe que R. L. le había propinado en la panza. Ante el evidente peligro, la ocasional testigo decidió actuar. La trasladaron hasta su domicilio para "contenerla", le dieron algo de comer, y procuraron "higienizarla a ella y al bebé". Fue en esa guarda momentánea donde el velo de silencio se rasgó, exponiendo el infierno. La fiscalía investiga lo sucedido. Cinco años de horror J. relató a sus "salvadoras" que R. L. la tenía secuestrada desde hacía cinco años, cuando ella apenas era una niña . El muchacho de 19 años —apenas tres años mayor que ella— la sometía a un régimen de violencia que incluía "todos los tipos de abusos: psicológico, verbal, golpes". La brutalidad no distinguía edades: el bebé era víctima de castigos físicos, llegando R. L. a quemarlo con un cigarrillo y con un espiral. El lactante fue diagnosticado, tras la intervención del personal médico, con dificultad respiratoria. La explotación sexual era sistemática y degradante. R. L. no solo abusaba de ella, sino que bajo amenazas de muerte hacia J. y su bebé, la obligaba a "mantener sexo con otras personas" . La adolescente denunció que, peor aún, la suegra metía hombres a la noche donde la abusaban a ella. Además de ser verdugos, R. L. y su madre se dedicaban a la venta de droga. Puede interesarte J. confesó que su incapacidad era extrema, manifestando "no saber leer ni escribir" . Solo pudo describir la dirección de su cautiverio por una lona azul en el frente de la casa, frente a un kiosco por calle Tobas. La fiscalía investiga lo sucedido. Amenazas macabra s El escape no era nuevo. Contó que cada vez que se fugaba, "se iba al centro a dormir con el bebé", pero R. L. "la encontraba". La amenaza era la herramienta del control: le decía que, si gritaba, le iba a pegar o a matar al bebé. La promesa de la muerte la perseguía incluso en el sueño: si no hacía lo que él quería o se dormía, "la iba a matar, iba a hacer cosas que ella no se imaginaba". La angustia de la mujer que la asistió era palpable: "me eriza la piel y me da tristeza y bronca por lo que uno aguanta porque no tiene a dónde ir, sinceramente". Destacó la heroicidad silenciosa de la menor, quien, a pesar de su corta edad y su condición, estaba "siempre protegiendo a su bebé". Puede interesarte Intervención fiscal Tras alertar a la fuerza pública, el hecho fue comunicado a la fiscal Dra. Vivian Galeano. La funcionaria ordenó que el caso fuera inmediatamente remitido a la Comisaría de la Mujer . Dada la gravedad y la "vulnerabilidad" de la víctima, se dictaminó que J. no se moviera del domicilio de la mujer que la auxilió hasta que se impartieran directivas precisas. En tanto también se dispuso que se proceda a la localización del agresor a los efectos de concretar su inmediata detención. A pesar de que el 107 quiso intervenir para brindarle asistencia, la policía priorizó la orden fiscal. Al final del día, J. se mostró más tranquila y "muy feliz" ante la perspectiva de un futuro en calma. Aunque la testigo le ofreció su casa, se le informó a la adolescente que ya se le había encontrado un lugar seguro, lejos de la sombra de R. L.. La única meta de la joven madre, según se constató, era "alejarse de este individuo".
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