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  • Volvieron a pedir que Cristián Graf sea indagado por el cuerpo de un ex compañero enterrado en su jardín en Coghlan

    » El Ciudadano

    Fecha: 23/09/2025 19:08

    El fiscal Martín López Perrando, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°61, solicitó nuevamente que se indague por los delitos de “encubrimiento agravado” y “supresión de evidencia” al hombre de 58 años que fue compañero de colegio de Diego “el Gaita” Fernández Lima y en cuya vivienda familiar del barrio porteño de Coghlan se hallaron en mayo pasado enterrados los restos del adolescente de 16 años que estaba desaparecido y era buscado desde el 26 de julio de 1984. La nueva presentación se da luego de que, en agosto pasado, el titular del Juzgado Nacional en lo Criminal N°56, Alejandro Litvack, pidiera a la fiscalía que reformulara su imputación por considerar que si bien el dictamen fiscal detallaba la prueba recolectada en la investigación y las acciones desplegadas por el sospechoso, no se había efectuado una concreta imputación para citar al excompañero de la víctima. El delito de encubrimiento agravado, previsto en el artículo 277 incisos 1° y 3°, apartados “a” y “c”, del Código Penal, contempla una pena de prisión entre 1 y 6 años, mientras que la supresión de evidencia (artículo 255 CP), establece prisión de entre 1 mes y 4 años. “Maniobras unívocas destinadas a encubrir el hecho” En su nuevo dictamen, el fiscal López Perrando insistió en que luego del hallazgo de los restos óseos de Fernández Lima, hace cuatro meses -el 20 de mayo pasado- el sospechoso “llevó a cabo una serie de maniobras unívocas destinadas a encubrir el hecho precedente”. Entre ellas destacó la generación de explicaciones inverosímiles como la existencia de una iglesia o un establo o que los huesos habían llegado en un camión con tierra cuando hicieron la pileta; la conducta contradictoria y evasiva frente a testigos y autoridades para desviar la investigación; la pasividad ante el hallazgo y la incipiente investigación. El fiscal también destacó que el hombre comenzó a interesarse en el hallazgo cuando se identificaron los restos de quien, en 1983, fue su compañero en el segundo año de la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N°36 “Almirante Brown”, y lo que explicaría el Fernández Lima “pudiera haber llegado al inmueble de Av. Congreso 3742 por propia voluntad, sea para visitar al imputado o a su familia o cualquier otra contingencia”. Para el representante del Ministerio Público Fiscal, las manifestaciones que hiciera el sospechoso “resultan no solo absolutamente inverosímiles y pueriles, sino que denotan y remiten a un claro conocimiento previo de la existencia de los restos óseos en el lugar, así como una intención deliberada de desviar la atención generando hipótesis falsas que relativizaran o confundieran su hallazgo”. Agregó “que, si bien no fue posible aún, determinar fehacientemente la autoría del homicidio de Diego Fernández, sí pudo acreditarse que la víctima fue asesinada y ocultada en el interior de la finca” que habita -y habitaba- el imputado “tras lo cual inmediatamente luego del hallazgo de los restos practicó diversas maniobras tendientes a encubrir la averiguación de la verdad”. Por otra parte, López Perrando destacó que “el delito encubierto es el homicidio de Diego Fernández” y que, si bien aún “no es posible atribuir autoría determinada, sí resulta claro que el homicidio ocurrió en el interior de la finca donde se encontraron los restos”. Añadió que se trató de “un hecho sorpresivo e imprevisto, que pudo haber tomado desprevenido al autor o haber ocurrido en circunstancias donde éste no contaba con tiempo suficiente para asegurar un ocultamiento más elaborado”. Para el fiscal, el imputado no pudo ser “ajeno a la existencia de la sepultura en el jardín de la vivienda en que habitaba al momento del homicidio de Diego Fernández Lima y que habita aún hoy”. “Aún si no hubiera sido posible obtener mayores precisiones respecto de los restos óseos de la persona hallada, esto es la data de su muerte, la forma en que esta se produjo, su identidad, las circunstancias que rodearon su desaparición previa y la relación entre la víctima y los ocupantes de la vivienda, lo cierto es que la sola presencia del cuerpo de un adolescente enterrado en el fondo de una vivienda habitada en forma continua e ininterrumpida por una misma familia, resultaría suficiente indagar entre sus históricos ocupantes a fin de conocer la verdad sobre los antecedentes del macabro descubrimiento”, puntualizó López Perrando. Los pedidos de la querella En su dictamen, el fiscal también opinó respecto a una serie de pedidos efectuados por los abogados Hugo Wortman Jofré y Tomás Brady de la querella que representa a Javier Fernández Lima, hermano de la víctima. En tal sentido, opinó que, de acuerdo al informe del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), no resultaba conducente utilizar la “técnica de Georradar” a fin de dar con los restos óseos faltantes y elementos no biológicos de la víctima. En igual sentido se refirió al informe socioambiental solicitado respecto de hombre sospechoso y su entorno. Por otra parte, sí consideró que debía proveerse la solicitud de oficiar a distintos canales de televisión para que remitan las grabaciones de un programa donde habrían asistido alumnos de la ENET N°36. El caso Diego “el Gaita” Fernández Lima tenía 16 años cuando desapareció en la tarde del 26 de julio de 1984. Aquel día volvió del colegio, almorzó con su madre y le pidió dinero para tomarse el colectivo para ir a visitar a un amigo. Un conocido lo cruzó en la esquina de Rómulo Naón y Monroe, en Villa Urquiza y lo saludo. Fue la última vez que alguien lo vio. Nunca llegó a la clase de la tarde en el ENET N°36, entonces ubicado en las calles Ballivián y la actual Combatientes de Malvinas (ex Donato Álvarez). Alrededor de las 20.30, como el joven no volvía, sus padres Juan Benigno Fernández e Irma Lima, fueron a la entonces comisaría 39 de la Policía Federal para reportar su desaparición, donde asentaron el caso como una presunta “fuga de hogar”. Así, comenzó una búsqueda con panfletos pegados en el barrio, al tiempo que trataron de visibilizar su desaparición en los medios de comunicación. Su padre, dio una entrevista por el caso, en 1986, y murió sin saber el destino de su hijo. Por su parte, la madre del joven y sus hermanos, aún lo buscaban. Los restos óseos aún sin identificar de Fernández Lima aparecieron el 20 de mayo pasado, cuando un grupo de obreros levantaba una pared medianera en la casa de avenida Congreso 3748 que había sido propiedad de la artista Marina Olmi -hermana del actor Boy Olmi-, y que había alquilado el músico Gustavo Cerati, entre 2002 y 2003 y se produjo un desmoronamiento de tierra desde el jardín del chalet lindero de Congreso 3742, donde vivía, desde los años ’70, el excompañero de escuela de la víctima con su familia. Los obreros le avisaron del hallazgo a una de las dueñas da de la vivienda lindera -hermana del ahora imputado-, quien dio aviso a la policía. Así, la investigación recayó en la fiscalía a cargo de López Perrando, quien dio intervención al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Al analizar los 151 fragmentos de huesos hallados, los especialistas determinaron que el adolescente fue asesinado de una puñalada en el tórax que dejó una marca en su cuarta costilla derecha. También que, tras el crimen, intentaron desmembrarlo con una herramienta similar a un serrucho, aunque no pudieron. Tras ello, lo enterraron en una improvisada fosa a 60 centímetros de profundidad en el jardín de la casa. Junto a los restos óseos, había una moneda japonesa, un reloj con calculadora Casio -fabricado en Japón en 1982-, un llavero flotante naranja con una llave, una ficha de casino, la hebilla de un cinturón, la suela de un mocasín talle 41 y una corbata tejida de uniforme colegial. Estos elementos brindaron indicios sobre la edad de la víctima y permitieron fijar la década del ’80 como la época en la que se habría cometido el crimen. La difusión mediática que fue surgiendo del caso llamó la atención de un sobrino de la víctima que sospechó que el NN enterrado en Coghlan podía ser su tío desaparecido hace 41 años. Así, sus familiares se presentaron ante la fiscalía y se obtuvo una muestra genética de la madre de Diego -que hoy tiene 87 años- y que, al ser cotejada con sus restos, dio positivo y permitió su certera identificación.

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