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  • Pompa y protestas por la visita de Trump a Gran Bretaña

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 18/09/2025 03:16

    El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inició este miércoles su segunda visita de Estado a Gran Bretaña con un recibimiento sin precedentes en el castillo de Windsor, donde el rey Carlos III lo agasajó con la mayor guardia de honor en la memoria reciente. La jornada, marcada por procesiones, un banquete real y un fuerte operativo de seguridad, también estuvo atravesada por protestas y por la polémica en torno a la relación del mandatario con Jeffrey Epstein, tras la proyección de imágenes y documentos vinculados al caso en las murallas del castillo. La ceremonia incluyó procesiones en carruaje, bandas militares y un despliegue de 1300 soldados y 120 caballos. El propósito del espectáculo parece muy claro: impresionar y fortalecer los lazos con el líder mundial conocido por su amor por el lujo en un momento en que sus políticas de “Estados Unidos primero” presionan los acuerdos comerciales y de seguridad a nivel global. El dispositivo de seguridad desplegado en torno a la visita fue calificado como “excepcional”. Más de 1600 agentes participaron en la operación, reforzada por la inteligencia británica y estadounidense, para garantizar la protección del presidente tras el reciente asesinato en Utah del activista Charlie Kirk, aliado político del mandatario. El arribo de Trump, acompañado por la primera dama Melania, estuvo marcado por la solemnidad. El helicóptero presidencial Marine One aterrizó en el Jardín Amurallado de la finca real y allí los esperaban los príncipes de Gales, Guillermo y Kate, encargados de escoltarlos hasta la entrada principal. Sonrisas, apretones de manos y la interpretación de los himnos nacionales de ambos países sellaron el inicio de una jornada diseñada para reforzar la llamada “relación especial” entre Londres y Washington. El presidente no escatimó halagos hacia el monarca británico. “Carlos ha sido un amigo mío durante mucho tiempo, todos lo respetan y lo quieren”, declaró antes de su traslado a Windsor desde la residencia del embajador estadounidense en Londres. En público, calificó la invitación como un “gran, gran honor” y describió al Reino Unido como un “lugar muy especial”. Sus palabras fueron interpretadas como un gesto de diplomacia hacia un socio estratégico en un momento en que su política de “Estados Unidos primero” genera tensiones en el ámbito comercial y de seguridad. El esplendor de Windsor frente a las protestas El castillo de Windsor, con sus torres almenadas y casi un milenio de historia, fue elegido en lugar del palacio de Buckingham —en remodelación— como escenario de la jornada. La elección no es casual: la pequeña ciudad, de apenas 30.000 habitantes y situada a 40 kilómetros de Londres, facilita un control más estricto de la seguridad y reduce la exposición a protestas masivas como las que empañaron la primera visita de Trump. Pese a ello, varias decenas de manifestantes lograron concentrarse en las inmediaciones con pancartas y consignas contra el mandatario. En paralelo, el grupo activista Led By Donkeys proyectó sobre una torre del castillo imágenes de Trump junto al financiero Jeffrey Epstein, lo que derivó en la detención de cuatro personas este martes. La policía británica informó que los arrestados están acusados de comunicaciones malintencionadas tras una “proyección no autorizada” que calificó de “acto propagandístico”. Además de la foto de Trump con Epstein, los activistas desplegaron una pancarta de gran tamaño e iluminaron la fachada con imágenes de víctimas del caso, fragmentos de informes policiales y, sobre todo, una carta de cumpleaños que el presidente habría escrito a Epstein hace más de 20 años. Publicada días antes por legisladores demócratas en Washington y negada como falsa por la Casa Blanca, la misiva describe a Epstein como un “amigo” e incluye un diálogo en el que Trump le desea que “cada día sea otro secreto maravilloso”, dentro de un vulgar dibujo de una mujer desnuda. El episodio volvió a poner bajo los reflectores un vínculo del pasado que el mandatario ha intentado minimizar. El recuerdo de la relación entre Trump y el delincuente sexual convicto se mantiene como una sombra incómoda en medio de los fastos. La controversia incluso salpicó al gobierno británico: en los días previos, Starmer destituyó al embajador en Washington, Peter Mandelson, por su amistad con Epstein, en un intento de blindar la visita presidencial de mayores polémicas. De la pompa a la política Por la noche, un banquete de Estado reunirá a 160 invitados en una mesa de caoba de 50 metros, adornada con piezas de plata de dos siglos de antigüedad, donde Carlos y Trump intercambiarán un brindis. El jueves, en cambio, la agenda pasará a lo político. El presidente estadounidense se reunirá en Chequers —la residencia campestre del primer ministro— con Keir Starmer para discutir cooperación en materia de defensa, seguridad y tecnología. El Reino Unido busca presentar como un éxito un nuevo acuerdo tecnológico que involucra miles de millones en inversiones de compañías estadounidenses, en un contexto de tensiones sobre Ucrania, Medio Oriente y el futuro de la OTAN. (Con información de La Nación)

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