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  • Estación Córdoba-Julio Anguita

    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/09/2025 04:54

    Julio Anguita fue un político que, por su seriedad y coherencia, por no decir jamás una cosa y hacer otra, se ganó el respeto de casi todos los españoles; aunque luego no lo votaran, como lamentaba él mismo con aquella sonrisa resignada que aumentaba su encanto de héroe perdedor. En este país cainita, unos y otros apreciaban la fidelidad a sus convicciones de hombre de izquierdas, con un firme «programa, programa, programa» por delante que no iba en contra de nadie sino a lo suyo; y se admiraba su defensa de una ética pública y privada que practicó hasta el último aliento. En Córdoba, la ciudad que a fuerza de estudio y paseos conocía en cuerpo y alma aunque hubiera nacido por azar en Fuengirola, se quería de verdad –bueno, habrá excepciones, pero dónde no las hay- a aquel primer alcalde de la democracia, el único comunista de una capital de provincia, que entre 1979 y 1986 rigió su destino mientras todas las miradas apuntaban al ‘califa rojo’ como el verso suelto de la Transición. Esta atención, mediática y ciudadana, acompañó desde entonces al político y maestro de brillante y pausada elocuencia, con gran dominio de la escena a pesar de su íntima timidez y además muy atractivo, de mirada seductora y barba a lo caudillo omeya; un personaje, en suma, abocado a la leyenda. La arrastró hasta el punto de acabar renegando de lo que llamaba «las trampas del liderazgo», que lo envolvieron a su paso por la alta política en Sevilla y sobre todo Madrid hasta que descubrió su lado oscuro. Por eso, tras fracasar en sus aspiraciones a la presidencia del Gobierno –destino que Anguita, inteligente y realista, nunca se creyó-, y zarandeado por un corazón que no cesaba de dar sustos a este hombre apasionado, abrazó con sincero entusiasmo su regreso a las aulas del instituto. Así que, ya de vuelta de la secretaría general de IU, la coalición que él impulsó y que tantas alegrías y pesares le dio, volvió a la enseñanza. Y al jubilarse dos años después, se dedicó a escribir y recopilar documentos y rastros de una vida intensa que, gracias a su familia, han acabado en el mejor sitio, el Archivo Municipal. Un legado a disposición de la ciudad a la que tanto quiso y por la que se dejó querer, a costa de no poder dar un paso sin que se le acercaran a pedirle una opinión o un selfie. Murió a los 78 años por el enésimo latigazo cardiaco que lo flageló. Fue el 16 de mayo de 2020, cuando el mundo estaba confinado en casa por el covid, y Córdoba no pudo despedir a su ex alcalde como se merecía. Pero seguía teniéndolo en la memoria. Justo un año después de su fallecimiento, el Ayuntamiento lo nombraba a título póstumo Hijo Adoptivo de la ciudad. Y el pasado martes la estación de trenes estrenaba el nombre de Julio Anguita, lo que proyecta su figura universalmente desde un espacio por donde transitan gentes de todos los puntos cardinales, a la vez que su recuerdo queda anclado definitivamente en el mapa urbano cordobés –si una futura hornada de munícipes no decide quitarle tal honor, que así se las gastan los políticos con sus revisiones históricas-. Gracias a un largo olvido administrativo sin el cual la estación se hubiera llamado ‘Luis de Góngora’ a propuesta unánime de un Pleno de 2011, culminaba una iniciativa impulsada por el colectivo Prometeo con amplia respuesta popular. Era enero de 2024, y en febrero otro Pleno, con el voto de todos los grupos menos Vox, respaldaba formalmente la solicitud y la trasladaba a través de Adif al Ministerio de Transportes, que otro 16 de mayo, el del quinto aniversario de la desaparición del ex alcalde, iniciaba los trámites culminados con la rotulación oficial de la estación Córdoba-Julio Anguita. Una pareja indisoluble.

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