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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/09/2025 04:32
La derrota de La Libertad Avanza (LLA) en el mayor distrito electoral del país se sintió con fuerza (Foto: Reuters) El resultado electoral en la provincia de Buenos Aires provocó un impacto profundo en el mercado financiero, comparable únicamente con la reacción posterior a las PASO de agosto de 2019, cuando Mauricio Macri fue derrotado por Alberto Fernández. Si bien la caída actual en bonos y acciones, junto con la suba en el tipo de cambio, no ha superado aún la magnitud de aquel momento, la alarma entre inversores y analistas económicos resultó inmediata y significativa. La derrota de La Libertad Avanza (LLA) en el mayor distrito electoral del país se sintió con fuerza, principalmente por el peso que esa provincia tiene dentro del padrón nacional. En contraste, la escasa respuesta del mercado tras el resultado de LLA en Santa Fe -donde la fuerza apenas superó el ocho por ciento de los votos- demuestra que no todos los fracasos regionales generan la misma reacción sistémica. Cuando la expectativa recae sobre Buenos Aires, la consecuencia se multiplica, y esto se reflejó claramente en los movimientos del mercado. La principal inquietud es de qué manera esta inestabilidad afecta a quienes no participan directamente en el mercado de valores o en la compra-venta de bonos. La volatilidad genera una pérdida de riqueza para quienes poseen activos financieros, lo que rápidamente se traslada a una disminución en el consumo de los sectores de mayores ingresos y a la postergación, o incluso cancelación, de proyectos de inversión. La percepción de una economía frágil se filtra rápidamente al resto de la sociedad, impactando en el empleo y la actividad en todos los niveles. La volatilidad genera una pérdida de riqueza para quienes poseen activos financieros, lo que rápidamente se traslada a una disminución en el consumo Hasta hace poco, quienes invertían en acciones y bonos celebraban las ganancias en dólares, fenómeno que incentivaba el consumo y el optimismo. El giro abrupto en el valor de estos activos -y el consecuente deterioro del capital- produce un efecto cascada, deteniendo la “fiesta” e impactando sobre los sectores de menores ingresos por la reducción de la actividad general. El freno en el consumo y la inversión puede conducir a una recaudación impositiva aún más baja, profundizando los problemas fiscales ya existentes. La economía enfrenta una encrucijada. Por un lado, el Tesoro se ve obligado a convalidar tasas de interés cada vez más elevadas para renovar vencimientos, evidenciando la desconfianza de los mercados. Al mismo tiempo, los incrementos en esas tasas no logran contener la presión sobre el tipo de cambio, confirmando la pérdida de credibilidad de la política económica del oficialismo. Por otro, el avance del kirchnerismo en las urnas bonaerenses generó pánico: el dólar escaló, el riesgo país se disparó hasta los 1.100 puntos básicos y la bolsa experimentó fuertes caídas. Ninguna opción política logra transmitir seguridad ni confianza a largo plazo. Dilema para la LLA El oficialismo enfrenta el dilema de no ser respaldado por el mercado, mientras conserva el apoyo de un segmento del electorado que teme el retorno del kirchnerismo. A su vez, el temor al populismo y autoritarismo de este último bloquea cualquier reacción positiva en los mercados financieros. El resultado es un sistema político donde la confianza está completamente erosionada. En el plano discursivo, la estrategia de confrontación adoptada por Javier Milei y sus seguidores terminó generando un clima de intolerancia. Quienes mantienen opiniones contrarias al gobierno son blanco de insultos, incluso por parte del propio presidente, mientras sus defensores justifican medidas intervencionistas que contradicen las bases del liberalismo predicadas en campaña. El viraje discursivo y práctico del gobierno ha despertado dudas dentro y fuera de Argentina, expandiendo el clima de incertidumbre. Entre las decisiones más controvertidas aparece la intervención del Banco Central, cuya anunciada eliminación nunca se concretó. Por el contrario, la entidad interviene fuertemente estableciendo encajes récord, limitando la tenencia de dólares por parte de los bancos y operando en el mercado de futuros para contener el tipo de cambio. Simultáneamente, el Tesoro interviene en el mercado cambiario sin informar diariamente sobre el volumen ni los precios de sus operaciones. La opacidad en el manejo de los recursos públicos contradice los postulados liberales de transparencia e información clara sobre los actos de gobierno. Otro aspecto que profundizó el desconcierto fue la presentación de un pedido de amparo ante la justicia por parte del gobierno, solicitando que los medios no publiquen audios vinculados a posibles casos de corrupción. Se trata de una medida que colisiona directamente con el principio liberal de libertad de expresión y acceso a la información. La progresiva erosión de principios republicanos termina socavando aún más la credibilidad oficialista. La estabilidad y el crecimiento no dependen exclusivamente de los aciertos técnicos en materia económica La conexión entre los factores políticos y económicos es ineludible: la estabilidad y el crecimiento no dependen exclusivamente de los aciertos técnicos en materia económica, sino también de la confianza y previsibilidad que sea capaz de ofrecer quien gobierna. La historia argentina ofrece ejemplos ilustrativos. En 1985, el gobierno de Raúl Alfonsín atravesaba un periodo crítico en lo económico bajo la gestión de Bernardo Grinspun. El cambio de liderazgo en el Ministerio de Economía, con la asunción de Juan Vital Sourrouille, y el lanzamiento en junio del plan austral modificaron las expectativas de los agentes económicos. El contundente discurso de Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada -anunciando privatizaciones y un ajuste drástico del gasto público, en la llamada economía de guerra- produjo un cambio de ánimo que facilitó un triunfo electoral de medio término gracias a la caída de la inflación. Lo que hizo la diferencia entonces fue la capacidad del líder para generar confianza y conducir los cambios. La pregunta central es si Milei podrá imitar ese giro y transformar el humor social luego de una derrota que deja secuelas evidentes. La diferencia fundamental con 1985 radica en la personalidad de los presidentes: donde Alfonsín desplegó capacidad de diálogo y liderazgo para formar equipos amplios, la volatilidad y confrontación exhibidas por Milei se perciben como el principal obstáculo para articular un plan creíble y revertir la adversidad política y económica. La gestión de la crisis no solo dependerá de políticas económicas exitosas, sino también de la reconstrucción de la confianza, la coherencia discursiva y el respeto efectivo por los principios del liberalismo republicano. El desafío de revertir el resultado electoral exige liderazgo, claridad de rumbo y, sobre todo, la capacidad de transmitir certidumbre frente a una sociedad exhausta de vaivenes e improvisaciones.
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