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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/09/2025 04:31
Elvis Presley interpreta "Don't Be Cruel" en su primera aparición en El Show de Ed Sullivan (9 de septiembre de 1956) Elvis Presley no entró en escena: irrumpió. De pie, guitarra en mano, saco con solapas a cuadros y una mirada que combinaba desconcierto, seguridad desafiante, emoción y sensualidad, se paró frente a la cámara y dijo: “Este es probablemente el mayor honor que he tenido en mi vida”. Enseguida, como si estuviera improvisando, dejó caer los primeros acordes de “Don’t Be Cruel”, mientras un rugido adolescente que lo atravesaba desde el público le sacó la primera sonrisa. Comenzó a cantar. En menos de dos minutos, incendió la pantalla. Cada palabra que pronunciaba tenía un pulso eléctrico; cada movimiento, era desafío terrenal que demostraba de qué estaba hecho. Sus gruesos labios se curvaban en una mueca insolente; sus ojos chispeaban como si estuvieran encendiendo algo más que notas musicales... Cuando, casi involuntariamente, sus caderas comenzaron a sacudirse, el espectáculo televisivo se convirtió en una revolución: primero, la cámara lo enfocaba hasta la cintura (era la orden), pero con el paso del show se negó a esconder el magnetismo de ese vaivén que haría historia. Los gritos del público no eran solo ruido de fondo: marcó el nacimiento de una devoción. Aquella noche, en el set improvisado desde Los Ángeles —donde filmaba su primera película, Love Me Tender—, el chico de la voz ardiente no solo cantaba. Estaba fundando un nuevo lenguaje de juventud, deseo y libertad. Y la televisión, por primera vez, se rendía ante él. Del otro lado de la pantalla, 60 millones de personas vieron nacer al rey del rock and roll. Elvis. El 9 de septiembre de 1956, derritió los televisores de 60 millones de hogares (https://www.graceland.com/) La noche en que estalló una generación Aquella transmisión del 9 de septiembre de 1956 fue extraña desde el comienzo: Ed Sullivan, el conductor habitual del programa con mayor audiencia en la televisión estadounidense, convalecía luego de sufrir un accidente automovilístico. Lo reemplazó el actor Charles Laughton. Le tocó presentar a la joven estrella desde Nueva York y lo hizo como si anunciara a un fenómeno llegado de otro planeta: “El recién llegado más comentado de la industria del entretenimiento”, dijo luego de contarle al público que se estaba hablando de ese joven de jopo engominado. La imagen quedó en negro y entre unas guitarras extrañas colgadas a modo de decorado, apareció Elvis, en un plano de cuerpo entero. ¿Cuánto tiempo necesita una persona para convertirse en leyenda? Elvis necesitó menos de dos minutos. Él lo sabía. Siempre supo que había nacido para brillar, para cantar y hacer bailar. Así como él había sido hipnotizado por la música, quiso que el mundo fuera eclipsado por él. ¡Vaya que lo logró! Los números hablan por sí solos: más de 60 millones de espectadores, el 82,6 % del público televisivo de los Estados Unidos, lo vio en vivo. La cifra era inédita, pero lo que sucedía frente a la cámara lo era aún más. Cuando terminó de cantar Don’t Be Cruel, presentó con un murmullo casi tímido su siguiente tema: “Aquí hay algo completamente diferente a todo lo que hemos hecho antes”, dijo y comenzó a cantar la balada Love Me Tender, tema que aún no había salido a la venta como álbum simple y ya tenía más de un millón de pedidos anticipados. Con ese tema terminó la primera parte de su presentación. Quedaba una más. Elvis Presley canta "Love Me Tender" en el show de Ed Sullivan (9 de septiembre de 1956) En esos primeros seis minutos, el público quedó completamente excitado. Aunque las cámaras no mostraban los rostros de jóvenes que lo veían, se escuchaban los incesantes gritos que acompañaban cada contoneo de Elvis. Incluso, lo hacían cada vez que cerraba y abría los ojos. Claro. Hacía esa mirada... Luego arrancó la segunda parte y cantó el rock el atrevido rock Ready Teddy y sucedió la magia: de manera tímida, la cámara se animó a mostrarlo bailando de costado, casi espiándolo. Luego, la toma prohibida: Elvis y sus caderas de frente... Sólo Dios sabe cuántos desmayos sucedieron entonces y qué pasó en cada uno de esos millones de hogares donde la familia entera se apostaba frente a sus televisores en blanco y negro para verlo. Terminó con Hound Dog, otro rock and roll, de letra metafórica y estribillo pegadizo. Y Elvis, lo bailaba con un vaivén salvaje, desde los hombros a las rodillas, incomodando a la moral conservadora que interpretaba sus movimientos como un ataque a la decencia. Aquel instante fue bautizado por la prensa como “Elvis, la pelvis”, mote que buscaba reducirlo a una provocación vulgar. Pero, lejos de mancharlo, el apodo se convirtió en estandarte de rebeldía. Una escena y el afiche de "Love me tender", la primera película de Elvis. Se estrenó el 21 de noviembre de 1956 El impacto de Elvis y el nacimiento del Rey Elvis no llegó al show de Ed Sullivan por azar ni por capricho televisivo. Casi un año antes, su nombre había corrido como un fuego joven por las calles de Memphis, Nashville y, pronto, de todo Estados Unidos. Canciones como Heartbreak Hotel y Hound Dog ya eran éxitos rotundos cuando cantó en vivo en aquel programa. Sus discos se vendían a un ritmo inusitado y las adolescentes escribían su nombre en cuadernos y paredes como si fuera un secreto compartido de generación. Las emisoras de radio lo repetían sin descanso y la prensa empezaba a hablar del chico atrevido de jopo y voz temblorosa que encarnaba algo desconocido y, para muchos, inquietante. Era el blanco con voz de negro... Ed Sullivan, que al principio había dicho públicamente que no lo tendría en su programa, terminó rindiéndose a la evidencia: la fiebre Presley no era una moda pasajera, era un fenómeno que reclamaba pantalla porque estaba pasando lo musical. Sullivan entendió frente a qué se encontraba: cuando vio que otros programas competidores arrasaban con audiencia gracias a él (incluido el show de Steve Allen), supo que para seguir marcando el pulso del espectáculo debía abrirle las puertas. Y así, el escenario más prestigioso de la televisión estadounidense se convirtió en la pasarela perfecta para que el joven de 21 años, nacido en Tupelo, Mississippi, criado en Memphis, incendiara el país entero en una sola noche. Cuando los camarógrafos que lo siguieron sin cortar la imagen, se desató un terremoto cultural y las críticas no se hicieron esperar: las asociaciones de padres, maestros y líderes religiosos denunciaron sus movimientos como “indecentes”. En Nashville y St. Louis quemaron muñecos de Elvis en plazas públicas, como si la música pudiera ser exorcizada con fuego... Los diarios calificaron su presentación como “burlesque televisado” y hablaron de él como un joven que contaminaba a los adolescentes con gestos obscenos. Elvis Presley canta "Ready Teddy" en el show de Ed Sullivan Pero la realidad era otra. Esa noche, la televisión le mostró a millones de jóvenes en el mundo que había un lenguaje propio, visceral y nuevo: el rock’n’roll dejaba de ser un sonido marginal para convertirse en cultura masiva. La legitimidad le llegó después, cuando el propio Ed Sullivan, en las siguientes apariciones de Elvis en octubre de 1956 y enero de 1957, lo presentara como “un muchacho decente y agradable”, un sello de aprobación que buscaba apaciguar a los sectores más conservadores que casi pedían su cabeza... Más allá de cualquier crítica, el mito estaba en marcha. El rey había nacido. Esa noche del show, la voz de Elvis no fue la de un disco pulido. Todo lo contrario. Fue un torrente de góspel, blues y country que atravesaba la pantalla con una crudeza eléctrica. La CBS, temerosa de sus movimientos, ordenó antes de que iniciara el show que las cámaras lo enfocaran de cintura para arriba, pero esa limitación sólo intensificó el magnetismo de sus gestos y miradas en primer plano. A medida que los camarógrafos entendían que estaban ante una escena que la televisión nunca había mostrado, con casi todo el país mirándolo, se animaron a mostrar más. Pero Elvis demostró que no estaba hecho solamente de movimientos. Su voz esa noche fue un fenómeno en sí misma. No se permitió ser un sonido limpio y domesticado (algo común en ese tipo de presentaciones); era él como una catarata de emociones crudas, atreviéndose a dejar su marca y eclipsando a su paso. Cada inflexión, cada quiebre de su garganta, llevaba la fuerza de una tradición sureña que hasta entonces permanecía marginada de la televisión familiar. La audiencia no sólo lo veía; lo sentía vibrar en las paredes de su propia casa, como si aquella voz hubiera llegado para quebrar la calma doméstica de los domingos por la noche. A Elvis le bastaron 9 minutos para convertirse en leyenda (Michael Ochs Archives) Después de la noche de Ed Sullivan En cuatro canciones y 9 minutos de pantalla, Elvis Presley puso al mundo a sus pies. Luego de esa presentación, hubo dos más. En enero de 1957, la CBS cedió a las presiones externas y, pese a llevarlo a escena, lo filmó solo de cintura para arriba, intentando domesticar lo indomesticable. Ni siquiera esa censura visual pudo frenar su ascenso. Los meses siguientes confirmaron su estrellato. Su primera película, Love Me Tender, fue un éxito rotundo, y los temas Hound Dog y Heartbreak Hotel arrasaban en las listas radiales. Elvis se convirtió en el ídolo absoluto de la juventud estadounidense, pero también en la obsesión de críticos, padres y moralistas que no dejaban de verlo como un peligro. En 1958, fue enviado al ejército, experiencia que detuvo por un tiempo la vorágine de conciertos pero que amplió aún más su leyenda: el rebelde también podía ser patriota. A su regreso, en los años 60, conquistó Hollywood con una serie de películas taquilleras, aunque criticadas como livianas. Pero, cantaba, y si algo querían sus fans era escucharlo cantar. Elvis Presley canta "Hound Dog" en el Show de Ed Sullivan Hacia fines de la década, recuperó su estatura artística con Elvis, un show especial para la televisión (ese en que él aparece enfundado en un traje de cuero negro) donde volvió a mostrar al mundo la crudeza de su voz y lo magnético de su presencia. Era un recordatorio de que el fuego no se había apagado. Los años 70 lo llevaron a Las Vegas, donde convirtió sus recitales en espectáculos monumentales de luces, orquesta y trajes de lentejuelas. Allí nació la imagen del Elvis más icónico: cantó góspel, el género donde inició todo. Era un Elvis de movimientos teatrales, de voz madura y profunda. Aunque su salud comenzó a deteriorarse, siguió llenando estadios y rompiendo récords de audiencia. Cuando murió en 1977, a los 42 años, Elvis no era solo un cantante ni un simple ídolo popular: se había convertido en una figura mítica, una presencia inmortal en la historia de la música y la cultura mundial. Pero todo había comenzado aquella noche de septiembre de 1956, cuando la televisión mostró por primera vez a un joven sureño, atrevido, irreverente, ardiente, con una voz única y cargada de rebeldía y deseo. Así desafió los límites de lo aceptable y capturó el alma de una nueva generación. Hizo de la pantalla chica un escenario para su revolución, haciéndose a sí mismo el símbolo de un cambio imparable. Aquella noche de septiembre de 1956 no solo nació una estrella, despertó un fenómeno que aún vibra cuando su música suena. Porque, ya lo dijeron varias veces: Elvis está vivo.
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