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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/09/2025 04:55
La imagen más conocida del Tío Sam, en el afiche diseñado por James Montgomery Flagg para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial (Grosby) Cuando se menciona al Tío Sam de inmediato se visualiza una imagen: la de ese hombre blanco entrado en años pero de rostro enérgico, con barba de perilla larga y ojos de mirada filosa, vestido con un saco azul, camisa blanca y moño rojo, y tocado con un sombrero de copa rodeado por una banda azul con estrellas. También se sabe que esa imagen representa a los Estados Unidos, tanto al país como a su gobierno. Que así sea se debe al cartel de reclutamiento militar más famoso de la historia, donde el personaje – una caricatura - busca los ojos de cada persona que lo mira y, para que no queden dudas, la señala con un dedo índice que no admite equívocos. Debajo del Tío Sam, en mayúsculas, el texto dice: “Te quiero para el ejército de Estados Unidos” y, en letras más pequeñas, “Centro de reclutamiento más cercano”, con un espacio en blanco para que se pueda pegar allí la dirección a la que hay que presentarse. Creado en 1917 por James Montgomery Flagg, uno de los más famosos ilustradores estadounidenses de la época, se imprimieron ese mismo año más de cuatro millones de copias del afiche para instar a los ciudadanos a alistarse en las tropas durante la Primera Guerra Mundial y se lo reeditó sin cambios y en una cantidad sideralmente mayor cuando los Estados Unidos entraron en la segunda. Lo que pocos saben es que ese personaje, que es la encarnación y el símbolo de un país, existía – aunque con otros rasgos – desde más de un siglo antes, cuando nació en el marco de otra guerra, producto de una confusión e inspirado en un hombre de carne y hueso que, lejos de haberse desempeñado con heroísmo en el campo de batalla, se mantuvo en la retaguardia abasteciendo de carne a las tropas. Se llamaba Samuel Wilson, de profesión matarife, y la manera en que llegó a convertirse en el Tío Sam es digna de una comedia de enredos. Vida de un matarife Samuel Wilson nació el 13 de septiembre de 1766 en la ciudad de Menotomy (hoy Arlington), en el estado de Massachusetts, en el extremo este de los Estados Unidos. Era el segundo hijo de Edward Wilson y de Rose Francis, y hermano menor de Ebenezer. Pocos años después, se mudó junto a su familia a Troy, una localidad en Nueva York atravesada por el río Hudson. Se podría definir a Samuel y Ebenezer como dos jóvenes emprendedores, dispuestos a triunfar en los negocios y en la vida. Cuando apenas tenían veinte años instalaron una fábrica de ladrillos que funcionó muy bien y en 1793 compraron tierras junto al río para montar un matadero y una envasadora de carne. Este segundo negocio se expandió rápidamente gracias a un eficiente envasado de carne en barriles con sal y a una distribución rápida del producto que transportaban en embarcaciones por el río Hudson. También sabían publicitar sus productos, como lo prueba un aviso publicado en 1805 en un periódico de Troy donde se lee: “Matanza y envasado: Los abajo firmantes, que disponen de dos grandes y cómodos mataderos, se complacen en informar a sus clientes y a otras personas que podrán matar, despiezar y envasar 150 cabezas de ganado al día y se comprometen a atender a quienes les soliciten sus servicios en las condiciones más económicas que puedan obtenerse en el Estado. Tienen a mano un gran suministro de barriles y sal, de los que dispondrán en las condiciones más económicas. Todos aquellos que se vean en la necesidad de esperar 24 horas a que su ganado sea sacrificado, tendrán pastoreo gratuito. E. & S. Wilson”. En 1812, cuando estalló la guerra entre Estados Unidos y el Reino Unido por la posesión de las colonias británicas en Canadá, los hermanos Wilson se convirtieron en proveedores del ejército estadounidense gracias a un contratista llamado Elbert Anderson que se encargaba de suministrar toda la carne necesaria para el Ejército en los estados de Nueva York y Nueva Jersey. Lo hicieron después de responder a un aviso que decía: “Se recibirán propuestas por medio de las Oficinas de Correos de Albany y Nueva York, dirigidas al suscriptor, hasta el 25 de Octubre, por 2000 barriles de prime pork y 3000 barriles de prime beef, para ser entregados en los meses de enero, febrero, marzo y abril, en Waterford, Troy, Albany y Nueva York. Todo ello en barriles de roble blanco. No se aceptarán propuestas por menos de cien barriles. El 20 por ciento se pagará por adelantado en el momento de la ejecución del contrato, el 20 por ciento el primer día de enero, el 20 por ciento el primer día de marzo y el resto el primer día de mayo de 1813. El Contratista se reserva el privilegio de elegir su inspector en los condados en que se instalen las provisiones. Se dará preferencia a aquellos cuya reputación y seguridad aseguren el fiel cumplimiento de los términos del contrato”. Retrato de Samuel Wilson, el matarife que junto a su hermano proveía al ejército de carne (Grosby) El nacimiento de “Uncle Sam” Las raciones de carne para las tropas debían estar identificadas con un sello de procedencia y que las del matadero de los hermanos Wilson estaban marcadas con las siglas “EA-US”, correspondientes a las iniciales de Elbert Anderson y United States. Una historia – nunca comprobada – cuenta que uno de los empleados de Anderson preguntó quién era es “US” que figuraba al lado de las iniciales de su patrón y que otro le contestó en broma que se trataba de “Uncle Sam” (Tío Sam), como llamaban a Samuel Wilson, uno de los dueños del matadero. La broma se siguió repitiendo y llegó al frente de batalla, donde los soldados comenzaron a decir que los alimentaba el Tío Sam. No se sabe si la anécdota es verdadera, pero lo cierto es que los primeros dibujos que se conocen del Tío Sam tienen la cara del matarife Samuel Wilson. La primera vez que el nombre del Tío Sam apareció en letra impresa data del 7 de septiembre de 1813, cuando el Troy Post publicó un artículo sobre la guerra que decía: “Pérdida tras pérdida y ninguna mala suerte se agita sino la que recae sobre los hombros del Tío Sam, exclaman los publicistas del gobierno en todo el país. Este nombre absurdo para nuestro gobierno se ha vuelto tan común como ‘John Bull’. Se supone que las siglas ‘US’ en los transportes del gobierno le dieron origen”. Dos semanas después, otro periódico de Burlington, Vermont, convocó a voluntarios para proteger la propiedad privada de los ataques de las tropas británicas. El artículo afirmaba que había escasez de soldados estadounidenses porque “Tío Sam no paga bien”. Las primeras ilustraciones aparecieron casi al mismo tiempo. Es difícil precisar el proceso por el cual pasó de ser una simple caricatura tomada por no pocos ilustradores y representada con diferentes rostros a un personaje político. En las décadas del ’20 y del ’30 del Siglo XIX se lo utilizaba ya en viñetas donde solía aparecer con otro personaje, el Hermano Jonathan. Fue por entonces que el Tío Sam pasó a representar al gobierno estadounidense mientras que el Hermano Jonathan simbolizaba al país en sí, mientras que otro personaje llamado Columbia, una mujer con gorro frigio, encarnaba al pueblo. La figura del Tío Sam como se la conoce actualmente es obra del historietista político Thomas Nast, que a mediados de la década de 1860 lo dibujó con su típica perilla con forma de barba de chivo y la cara de Abraham Lincoln. Según la ocasión, lo dibujaba vestido de civil y con sombrero de copa o con un atuendo militar. En las dos representaciones ya estaban presentes los colores rojo, azul y blanco, y las barras y las estrellas de la bandera de Estados Unidos. El cartel de Flagg Así se lo conocía cuando James Montgomery Flagg decidió darle su impronta personal en el cartel de reclutamiento para la Primera Guerra Mundial. El verdadero mérito de la obra – y de su eficacia - está en el arte de Flagg para lograr lo expresivo del dibujo y en su sabiduría para combinar un personaje que ya formaba parte inseparable de la historia estadounidense con una idea que ya habían utilizado los británicos tres años antes con el mismo objetivo, reclutar. El artista también innovó al dibujar los rasgos del emblemático personaje que representa a Estados Unidos: descartando los diferentes rostros con que se lo había representado a lo largo de las décadas, decidió utilizar el suyo propio, agregándole algunas arrugas y una barba blanca en forma de perilla para agregarle edad. En cuanto a la parte superior del cuerpo, de hombros fuertes y una mano ruda en la que destaca ese índice poderoso, utilizó como modelo a un corpulento vecino de su casa llamado Walter Botts, a quien el solo hecho de posar para la pieza le ganó un lugar en la historia. Monumento al "Tío Sam" en el cementerio de Oakwood en la ciudad de Troy, un suburbio de Albany, la capital del estado de Nueva York, donde murió el hombre cuyo apodo se transformó en un símbolo de los Estados Unidos (Grosby) Otro dato llamativo es que Flagg no debió pensar la composición de su personaje por encargo de un gobierno con necesidad de reclutar soldados para la gran guerra sino todo lo contrario: ya lo había creado cuando le encomendaron realizar el afiche. Porque el Tío Sam de Flagg – con su propio rostro – ya existía desde un año antes, cuando el dibujante lo utilizó para ilustrar la portada de la revista Frank Leslie’s Illustrated Newspaper, donde salió con el título: “¿Qué están haciendo para la preparación?”. Se discute todavía hoy si el famoso afiche donde el Tío Sam insta a enrolarse a los estadounidenses es una creación en la que decidió utilizar elementos ya utilizados o un burdo plagio. La polémica no es por el inevitable uso de la figura del personaje que simboliza al gobierno de los Estados Unidos sino porque su actitud y su llamado son prácticamente la copia de un cartel de reclutamiento que el gobierno británico venía utilizando desde tres años antes. La obra de Flagg es casi un calco del afiche creado en 1914 por el artista gráfico inglés Alfred Leete por encargo del Secretariado de Estado para la Guerra del Reino Unido donde, en lugar del Tío Sam, el secretario de Guerra británico, Lord Herbert Kitchener, también miraba al frente y señalaba con el índice a quien se detuviera a observarlo. El texto decía: “Wants You” (te queremos a vos). Abajo agregaba: “Unite a nuestro Ejército” y “Dios salve al Rey”. Cuando Flagg diseñó su afiche, los carteles de Leete ya eran ampliamente conocidos, no solo en Gran Bretaña sino también en Estados Unidos. Lo más probable, sin embargo, es que no se trate de un plagio inescrupuloso por parte de Flagg, sino que el caricaturista estadounidense haya decidido utilizar una idea que tenía una enorme potencia y que había dado resultado en el Reino Unido. Es decir, que haya querido seguir en la misma línea, privilegiando la eficacia comprobada de la obra de Lette por sobre su propia creatividad. El afiche creado en 1914 por el artista gráfico inglés Alfred Leete por encargo del Secretariado de Estado para la Guerra del Reino Unido para reclutar soldados Reconocido por el Congreso Terminada la Primera Guerra Mundial, las dos obras corrieron diferente suerte: mientras el afiche de Leete cayó en el olvido, el de Flagg mantuvo su vigencia. Se debió, sin duda, a la elección del personaje elegido para hacer el llamado en cada una de ellas. Lette utilizó la imagen de una persona de carne y hueso, el secretario de guerra británico Kitchener, que murió en combate en 1916, mientras que Flagg eligió un personaje que históricamente simbolizaba a su país y que seguiría “vivo” con el paso del tiempo. Tanto que, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, se lo volvió a utilizar, con el mismo mensaje. Todavía hoy sigue siendo uno de los carteles de propaganda militar más emblemáticos de todos los tiempos. En cuanto al involuntario servicio prestado por Samuel Wilson en la creación del personaje que hoy todo el mundo reconoce como símbolo de los Estados Unidos, recién fue reconocido oficialmente el 15 de septiembre de 1961 con una resolución del Congreso que dice: “El Senado y la Cámara de Representantes resuelven que el Congreso reconozca a Uncle Sam Wilson de Troy, Nueva York, como el padre del símbolo nacional de los Estados Unidos, el Tío Sam”. Enterrado en una tumba del Cementerio Oakwoods, en Troy, Nueva York, donde descansa desde su muerte ocurrida en 1854, el matarife Samuel Wilson no se enteró de postrero acto de justicia.
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