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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 05/09/2025 11:20
Muchas veces hablar de depresión o suicidio es un tabú. Para abordar esta temática y profundizar en la importancia de salud mental en la sociedad actual, desde Despertar Entrerriano dialogamos con el doctor José Eduardo Álvarez, médico psiquiatra, quien compartió su mirada sobre la depresión severa, los signos de alerta más importantes, la relación entre depresión y suicidio, el rol de la familia y la necesidad de romper con los silencios que todavía pesan en torno a estas problemáticas. —Doctor, para comenzar, ¿cuáles son los signos que pueden indicar que una persona atraviesa una depresión? Es importante aclarar que la depresión no se manifiesta de un día para otro, sino que es el resultado de un proceso. Los manuales médicos indican que los síntomas depresivos deben estar presentes por lo menos seis meses para hablar de un cuadro sostenido. Sin embargo, en la práctica clínica, lo que observamos es que cuando un paciente llega con ánimo bajo desde hace tiempo, empieza a mostrar signos de alarma. Algunos de ellos son muy claros: verbalizar ideas de muerte, expresar frases como “no quiero vivir más” o “soy una carga para los demás”, lo que refleja sentimientos de desesperanza y de culpa. También aparecen cambios bruscos de personalidad: alguien que antes era extrovertido, sociable o divertido, de repente deja de serlo. El aislamiento es otro signo muy característico: la persona se aparta de su entorno, evita el contacto social y se encierra. Incluso pueden presentarse actos de despedida, como publicar mensajes en redes sociales, escribir cartas o empezar a indagar sobre métodos para quitarse la vida. En tiempos de internet, esto puede incluir búsquedas en línea sobre suicidio. Todos estos son indicadores de alerta que deben tomarse muy en serio. —¿Quiere decir que toda depresión está ligada directamente al suicidio? No, no siempre. El suicidio es uno de los puntos más graves y extremos dentro de un proceso depresivo, pero no está presente en todos los casos. Lo que sí observamos es que, a medida que la depresión se profundiza y los síntomas se hacen más intensos, pueden aparecer las ideas suicidas. Existen factores de riesgo adicionales, como los antecedentes familiares de suicidio, que aumentan la probabilidad de que un paciente depresivo llegue a ese punto. Pero lo habitual es que primero aparezca la tristeza profunda, la ansiedad, los trastornos del sueño, el aislamiento, la pérdida de interés en actividades que antes generaban placer (lo que llamamos anhedonia), el descuido personal, y luego, en etapas más graves, los pensamientos de muerte. —¿Cómo se diagnostica una depresión severa y en qué momento se indica la medicación? El diagnóstico es clínico, se realiza a través de una entrevista detallada con el paciente. Existen escalas y test que pueden ayudar, pero son herramientas auxiliares. Lo fundamental es escuchar la historia, indagar sobre antecedentes familiares, episodios previos de depresión y el contexto en el que aparecen los síntomas. En lo posible, esa primera entrevista debe incluir a un familiar, porque muchas veces el paciente minimiza o no puede explicar lo que le pasa. La visión del entorno ayuda a completar el diagnóstico y, además, sirve para empezar a trabajar con la familia sobre el tratamiento y las medidas de cuidado. En cuanto a la medicación, se indica cuando se trata de depresiones moderadas a severas. Los antidepresivos actúan regulando neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina, que están desbalanceados en la depresión. Pero la medicación es solo una de las patas del tratamiento: también es necesario un proceso psicoterapéutico, un entorno de apoyo y hábitos saludables, como actividad física, buena alimentación y vida social activa. —Habló recién de la familia. ¿Qué rol cumple el entorno cercano en el acompañamiento de una persona con depresión? El rol de la familia es fundamental. El depresivo suele sentir vergüenza, culpa y miedo a ser juzgado. Muchas veces el primer lugar donde se anima a hablar es en su casa, y ese momento debe ser tomado con seriedad. Si un familiar dice “necesito hablar en serio”, la respuesta debe ser de escucha y acompañamiento, no de juicio ni de minimización. La familia debe ayudar a buscar un turno, acompañar en el proceso, incluso colaborar en aspectos prácticos como la administración de la medicación en casos graves. Es importante entender que estas medidas no son contra el paciente, sino contra la enfermedad. La depresión es una enfermedad seria, y el acompañamiento cercano puede marcar la diferencia entre un desenlace trágico y la recuperación. —¿Qué tan importante es hablar del suicidio en los medios y en la sociedad actual? ¿Sigue siendo un tabú? Yo creo que hoy se habla más que antes, pero todavía falta muchísimo. El suicidio debería poder hablarse con la misma naturalidad que un infarto, un ACV o un cáncer. El problema es que socialmente sigue siendo incómodo, y muchas veces se evita nombrarlo por miedo. Sin embargo, el silencio no ayuda: al contrario, refuerza el aislamiento del que sufre. Después de la pandemia quedó claro que cualquiera puede atravesar un trastorno de ansiedad o depresión. La salud mental ya no es un tema lejano, es algo que atraviesa a todos. Por eso, el Estado debería poner a la salud mental como una prioridad real, generando políticas públicas para facilitar el acceso a consultas, medicación y tratamientos. Hoy, lamentablemente, eso es muy costoso y difícil de conseguir. —¿Cómo afecta la depresión a los jóvenes en particular? Los jóvenes tienen una ventaja y una desventaja. La ventaja es que son más expresivos que antes: hoy un adolescente puede decirle “te amo” a un amigo, algo que antes no sucedía, y eso muestra que hay más apertura emocional. Eso facilita que, si están mal, puedan decirlo. La desventaja es que desde el mundo adulto muchas veces no se los toma en serio: se cree que porque son jóvenes “tienen todo por delante” y “no deberían deprimirse”. Y eso es un error. El grupo etario entre 15 y 20 años es uno de los más vulnerables al suicidio, sobre todo los varones. Por eso, es clave prestar atención, preguntar, acercarse. Además, los jóvenes responden mejor a los tratamientos que los adultos mayores, porque sus cerebros tienen mayor plasticidad. Si un adolescente recibe apoyo y tratamiento temprano, no solo puede salir adelante, sino que también aprenderá herramientas que le servirán toda la vida. José Eduardo Álvarez Matricula Provincial 12743 Especialidad: Psiquiatría Instagram: PSIQUIATRÍASINESTIGMAS
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