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    » Diario Cordoba

    Fecha: 04/09/2025 01:44

    Pasado lo peor de un verano al rojo vivo, que en Córdoba se recordará como aquél en que vivimos peligrosamente por un conato de incendio en la Mezquita-Catedral que, sin quitarle importancia, sobre todo chamuscó los ánimos de algunos, llega septiembre como un soplo de frescor. Una brisa preotoñal que más que en el termómetro se reflejará en las citas populares de siempre, empezando mañana con la Velá de la Fuensanta y el pregón de la Virgen del Socorro, a cargo del periodista José Antonio Luque. Todo será bienvenido para suavizar la vuelta a la normalidad y sus ansiedades. Este año a las preocupaciones habituales se suma una más, la posibilidad de que el verano que viene no abran los cines al aire libre, o no lo hagan dos de los tres en funcionamiento, el Fuenseca y el Delicias, pues el gestor del Coliseo San Andrés, José María Casado, no parece estar dispuesto de momento a tirar la toalla. Antonio Amil, el gerente de los otros, sí que lo está. No es la primera vez que lo anuncia; ya lo hizo en 2024, al ver que no le salían las cuentas de la primera temporada que permanecía al frente de esos cines (el Olimpia, cuarto en liza, aún no ha encontrado la mano amiga que lo reabra), tras el fundido en negro del 2023 al morir repentinamente su propietario, Martín Cañuelo. Al final, tras el amago, Amil optó por seguir, y su decisión sin duda redundó en beneficio de unos espacios que son patrimonio cultural y sociológico de esta ciudad, y como tales deben preservarse a toda costa más allá del negocio. Pero también son una patata caliente que quema las manos de quienes la tocan, sean particulares o instituciones, ya ido para no volver el tiempo en que Cañuelo, sin que nadie lo supiera, no dudaba en entramparse hasta lo insoportable por fidelidad a un sueño. Aquel sueño se resquebrajó, y a ningún empresario se le puede exigir el romanticismo de mantenerlo a base de parchear continuas grietas. Los números mandan y todo se conjura en contra. Uno de los mayores lamentos es que el público, los cordobeses tan orgullosos de sus cines de verano –y tan reivindicativos sobre su futuro-, no han respondido como se esperaba. Sea por el calor desmesurado, por el tirón de las plataformas de pago y esas series que ves en el pantallón de casa sin que se te pongan cabezas delante, o porque a cinco euros la entrada se puede poner la noche por un pico si es una familia al completo la que pasa por taquilla, los espectadores no se han animado a acudir en masa como en otros muchos estíos; y eso que no les han faltado alicientes, desde la facilidad de comprar la entrada por internet a las palomitas incorporadas como carareada novedad a un ambigú que ya ofrece hasta carnes a la brasa. Tampoco han ayudado las películas, de muy lenta renovación en la cartelera y desprovistas del suficiente gancho comercial. Aunque eso debería ser lo de menos porque al cine de verano no se va por cinefilia sino para ver lo que te echen mientras te zampas un bocata bajo las estrellas. Pero el empresario esgrime otras quejas de mayor calado que entorpecen las ganancias. Una, el dinero que asegura se le debe por ceder estos espacios para actividades municipales; la otra, la que más escuece, es la rotunda negativa del Ayuntamiento –con razones de peso tanto urbanísticas como ecológicas- a los aparcamientos subterráneos que pretendían construir bajo el Fuenseca, el Delicias y el Olimpia. ¿En qué acabará todo esto? Pues cualquiera sabe, pero lo que está claro es que hay que salvar nuestros cines como sea. Garantizando su protección como los bienes culturales que han de ser considerados, o incluso pasando a ser propiedad municipal. Porque lo esencial está por encima de las ganancias.

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