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  • Las empanadas del regreso

    Usuhahia » Diario Prensa

    Fecha: 03/09/2025 08:40

    Del fin del mundo al punto de partida. Si alguna vez Tierra del Fuego fue tierra prometida, destino final del mapa para tantos argentinos y extranjeros que llegaban buscando laburo en fábricas, comercios o en el Estado, hoy la brújula parece girar para el otro lado. Muchas familias, sobre todo en Ushuaia y Río Grande, arman las valijas y pegan la vuelta. Y no es metáfora: rescinden alquileres, venden los muebles, liquidan la casilla levantada en algún barrio informal y, con la recaudación, compran los pasajes y algún changüí para sobrevivir un tiempo, en la provincia de origen. Pero no todos tienen algo que vender. Ahí entra Fabio —pongámosle ese nombre, total lo que importa no es el DNI sino la historia—. Fabio no tiene ahorros en el banco, ni indemnización, ni reservas, ni colchoncito económico. Tiene, en cambio, dos cosas valiosas: ingenio y ganas de trabajar. Y con eso armó un plan. Con su compañera al lado, sale cada tarde a timbrear por los barrios de Ushuaia con un libreto que repite como quien afina un tango: “Buenas tardes, estamos levantando pedidos de empanadas para mañana. Si le interesa, lo anotamos y mañana a esta hora se las traemos calentitas. La docena está veinte mil pesos. Las hacemos clásicas, sin papa como se hacen en mi tierra riojana, para que gusten a todos”. Esto dicho con educación y amabilidad, porque a la hora de ganarse la vida hasta el timbreo es un arte. La escena parece chiquita, doméstica. Pero lo que está en juego es enorme: juntar lo suficiente para dos pasajes con destino La Rioja, la tierra de la que vinieron hace un tiempo con una valija llena de sueños que, al quedar ambos desempleados, quedaron truncos. Y al otro día, puntual como reloj de estación, la docena de empanadas llegó a la puerta: calientes, sabrosas, con sabor a bien hechas. Porque Fabio y su compañera cumplen lo prometido, y en cada masa estirada amasan también la esperanza de la vuelta. La historia no tiene final todavía. Ojalá Fabio y su pareja lleguen a juntar lo que falta y vuelvan a subirse a un avión, como aquel que los trajo al fin del mundo. Lo cierto es que, mientras tanto, se niegan a hundirse en la desesperación y la queja. Prefieren caminar, ofrecer, trabajar. Y eso, en estos tiempos, es una forma de resistencia que merece premio. Por eso, si llaman a su puerta, amigo lector y le ofrecen empanadas, no dude en anotarse en la lista de pedidos. Seguro va a tener una experiencia gastronómica muy buena y además va a ayudar en una buena causa, la del regreso a casa de Fabio y su señora.

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