02/09/2025 18:43
02/09/2025 18:42
02/09/2025 18:42
02/09/2025 18:41
02/09/2025 18:41
02/09/2025 18:41
02/09/2025 18:40
02/09/2025 18:40
02/09/2025 18:40
02/09/2025 18:40
Parana » Campo En Accion
Fecha: 02/09/2025 13:35
Ante la pérdida de efectividad de los herbicidas, muchos productores volvieron al control mecánico, aun sin certezas. Un estudio encontró que no reduce la cantidad de malezas, pero sí cambia qué especies son. Aportes para un manejo integrado. Luego de décadas de siembra directa y del uso constante de herbicidas, las malezas resistentes son más comunes en los campos argentinos. Para combatirlas, cada vez más productores eligen la labranza ocasional, incluso sin estar seguros de su utilidad. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en Carlos Casares rompió 20 años de siembra directa con la labranza ocasional y mostró que si bien no redujo el número de malezas, sí modificó qué especies emergen: enterró algunas problemáticas y desenterró otras susceptibles al control químico. ¿Una herramienta más para el manejo integrado de malezas? Señalan la visión cortoplacista del agro como limitante para abordar el problema de las resistencias. “La siembra directa busca producir un cultivo con la menor remoción del suelo posible. Los productores agropecuarios argentinos la adoptaron masivamente a mediados de los 90. Tiene varios beneficios como mantener la estructura y la humedad del suelo, y reduce costos de labranza, pero también causó algunos problemas, sobre todo en cuanto a las malezas”, explicó Fernando Oreja, investigador de la Universidad de Clemson (EE.UU.). Aunque algunas especies dejaron de ser obstáculos, aparecieron otras de forma más frecuente. “Para manejarlas, los productores empezaron a depender de los herbicidas. Esto provocó que surgieran malezas resistentes y hasta tolerantes en cultivos extensivos como soja, maíz, trigo y girasol”, agregó. Como respuesta, en los últimos años se comenzó a usar la labranza ocasional, que consiste en un control mecánico superficial. Oreja aclaró que no significa un regreso a la labranza tradicional, sino que es una intervención puntual en sistemas de siembra directa. “A pesar de usarse cada vez más, se conoce poco sobre su impacto en el control de malezas”. Por eso, un equipo de la FAUBA probó la labranza ocasional en un establecimiento de Carlos Casares, Buenos Aires, en producción bajo siembra directa desde hace 20 años. Se realizaron dos pasadas de disco de 15 cm, una en primavera y la otra en el otoño siguiente. Luego, analizaron cambios en la cantidad y en la identidad de las semillas de malezas del suelo a diferentes profundidades respecto a la siembra directa. El trabajo fue publicado en la revista científica Agronomy. En principio, encontraron una cantidad similar de semillas de malezas en los primeros 5 cm de suelo tanto en las labranzas y como en la siembra directa, pero cambiaron las especies. La quinoa —Chenopodium álbum—, el capiquí —Stellaria media— y la pata de ganso —Eleusine indica—, entre otras, estuvieron presentes en ambos sistemas. Solo bajo siembra directa aparecieron la verdolaga —Portulaca oleracea—, el trébol carretilla —Medicago lupulina— y el trébol blanco —Trifolium repens—; y solo en las labranzas, el chamico —Datura ferox—, el pastito de invierno —Poa annua— y la verónica —Veronica peregrina—. Por un lado, las labranzas enterraron especies problemáticas y de semillas pequeñas. “Algunas no reciben el estímulo para germinar y otras que sí lo hacen, no llegan a la superficie y mueren porque tienen pocas reservas. Un ejemplo es la rama negra —Conyza bonariensis— una de las más comunes y más complicadas de la Región Pampeana”. Por otro lado, trajeron a la superficie especies poco frecuentes bajo siembra directa que, en este caso, se pueden controlar fácilmente con herbicidas. “Con la labranza ocasional es posible hacer un recambio de malezas y favorecer a algunas más susceptibles a las aplicaciones, pero siempre depende de las especies que tengamos en el suelo”, afirmó. Para Oreja, la labranza ocasional puede ser una herramienta más dentro de una gran caja de manejos. “Se justifica solo cuando aparecen especies difíciles de controlar con herbicidas. Las prácticas de corto plazo sirven para salir del paso, pero sabemos que usadas frecuentemente pierden efectividad. Lo recomendable es combinar medidas pensando en un horizonte más largo”. Entre las prácticas para limitar las malezas, la rotación de cultivos tiene que ser protagonista. “Cuando rotamos, cambiamos las fechas de siembra, de cosecha, densidades, rastrojos o tipo de herbicidas, les alteramos las condiciones ambientales y no les permitimos que se establezcan y crezcan plenamente”. Sin embargo, estas estrategias chocan con obstáculos prácticos. En general, cuando consultamos a investigadores sobre medidas efectivas para controlar a las malezas surgen la rotación de cultivos y el largo plazo. ¿Y en el campo? Junto con otros docentes de la FAUBA, Fernando encuestó a productores acerca de qué manejos usan. “Son conscientes de la importancia de llevar adelante diferentes prácticas y están adoptándolas cada vez más, pero todavía hay mucho por mejorar”. Fuente: SLT/FAUBA
Ver noticia original