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  • De la cama del hospital a las barras del parque: la historia de Federico “Rengo” Canal, el joven que transformó el dolor en motivación y solidaridad

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/09/2025 05:07

    Del Otro Lado - Rengo A los 19 años, la vida de Federico Canal cambió para siempre. Un accidente de moto en Pergamino, provincia de Buenos Aires, lo dejó al borde de la muerte. Tras 26 días internado y múltiples intentos médicos por salvar su pierna, fue él mismo quien tomó la decisión de amputarla. “Entré en depresión y pedí que me la corten”, recuerda hoy con crudeza, pero también con la paz de haber encontrado un nuevo rumbo. Esa decisión fue el primer avance de un proceso de resiliencia que transformó su historia personal en un mensaje de superación. Hoy, con 25 años, Canal es instructor de calistenia, disciplina que lo rescató de las adicciones y la autodestructiva frase “no puedo”. En las barras encontró algo más que un deporte: un espacio de contención, disciplina y amor propio. Desde ese descubrimiento, no solo cambió su estilo de vida, sino que creó Rengostenia, su propia academia. Lejos de victimizarse, resignificó su apodo con humor y orgullo, convirtiéndose en “Rengo” Canal, referente de motivación para muchos jóvenes. Entrena gratis a personas con discapacidad y sueña con abrir una ONG para donar prótesis a quienes las necesiten. Federico Canal, instructor de calistenia, perdió su pierna izquierda tras un accidente en moto a los 19 años. (Gustavo Gavotti) Luis: — Si tuvieras que presentarte, ¿qué dirías? ¿Quién sos? Federico: — Soy Federico Canal. Tengo 25 años. Soy instructor de calistenia y estoy amputado de la pierna izquierda hace seis años. Luis: — ¿Qué pasó hace seis años? Federico: — Estaba andando en moto con unos amigos, hice una mala maniobra haciendo wheelie y me choqué un auto estacionado. Luis: — ¿La moto cayó encima tuyo? Federico: — La moto me cayó arriba de la pierna y me cortó la arteria poplítea, el ligamento, el tendón del nervio, todo. Y me raspó la cabeza del fémur, la parte baja. Luis: — ¿El diagnóstico inmediato fue que había que amputarla? Federico: — No. Cuando tengo el accidente se cruza un chabón de Medicar, porque justo me accidenté enfrente del local en Pergamino. Se cruza, se saca el cinto, me lo pone en la pierna y de ahí me llevan al hospital, después me trasladan a Junín. Y ahí estuve internado 26 días hasta que me amputaron. Me dijeron que tenía que estar dos años en cama para ver si se salvaba la pierna… Y si se salvaba, me iba a quedar la pierna recta y dura. Pie equino, se llama. Luis: — Durante esos días, imagino que aparte te habrán puesto tutores… Federico: — Sí. Me daban morfina también, entre cuatro y seis mililitros todos los días. Más de 20 tipos de pastillas distintas. No comía, no iba al baño. Nada. Entré con 75 kilos y me fui con 42. Luis: — ¡Wow! En poco más de veinte días. Federico: — Sí, en menos de un mes. Al día 23 entré en una crisis depresiva. Empecé a gritar y dije que me quería ir a mi casa. Entraron enfermeras, estaba mi vieja, firmé un papel autorizando y al otro día me amputaron. Luis: — ¿Te acordás cómo fue ese momento de decir: “Hasta acá llegué, no va más”? Federico: — Hay muchas partes que se me borraron por la cantidad de droga que me que me suministraban por el dolor. Pero esa decisión sí me la acuerdo. Y me acuerdo también haberme levantado de la cama tres días después de amputado y sentir una paz... Porque todavía estaba zarpado en anestesia y obviamente no sentía ningún tipo de dolor. Me acuerdo que me toqué donde estaría la pierna y mi mano tocó el colchón. Fue muy fuerte. En ese momento no me dolía nada, pero al otro día se pasó la anestesia y empezó el infierno... Luis: — ¿Cómo fue animarte a mirar que no estaba más la pierna? Federico: — Y costó un poco. Al principio fue muy light porque estaba hiper drogado y después cuando caí en la realidad de que no me podía ni levantar, que tenía que andar en silla de ruedas, que no podía hacer nada por mí mismo, aterricé. Luis: — Eras muy chico, también. Federico: — Sí, ahora tengo 25. Fue una decisión bastante grande para lo que era mi cabeza en ese momento. Luis: — ¿Quién estaba al lado tuyo en ese proceso? Federico: — Estaba mi vieja, mi viejo, mi hermana. Y, bueno, algún que otro amigo... Luis: — ¿Alguno de ellos o todos te decían: “Aguantá dos años. Veamos qué pasa”? Federico: — Tengo muy poco registro de lo que pasó. La mayoría se me borró. Y tres meses después de estar amputado, también se borró porque me daban muchas pastillas. Yo les digo las apaga cerebro. Porque eran todas pastillas neuronales para que no me duela la pierna. Se la conoce como sensación del miembro fantasma. Sentís la pierna y no la tenés. Entonces me llenaron de esas pastillas y se borró el cassette. Pero sí me acuerdo burdamente de algunas cosas. Luis: — Dijiste recién que sufriste una depresión al bajar a tierra. ¿Cuánto duró eso? Federico: — No lo mostraba mucho. Siempre me apoyé en el humor para salir adelante, pero te podría decir que salí de estar no tan depresivo o en el pozo, hace dos años. Hace dos años que me quiero como me quiero hoy. Estuve cuatro años en drogas, alcohol, pucho y mala junta. Experiencias de mierd*, estuve en el fondo. Pero bien aprendido... Luis: — Me gustó mucho esa expresión de “hace dos años que te querés como te querés hoy”. ¿Cómo te querés hoy? Federico: — Creo que no hay palabras, pero sí acciones. Deje absolutamente todo: no me drogo, no escabio y no fumo. Sé decir que no si me invitan y prefiero ir a entrenar. A veces voy a entrenar a las 2 de la mañana. Hasta ese punto llegué (risas). Canal entrena gratuitamente a personas con discapacidad y planea crear una ONG para donar prótesis a amputados. (Gustavo Gavotti) Luis: — Gabriel Rolón, el psicoanalista, me dijo una vez: “Te van a apreciar y te van a valorar más por la cantidad de ‘no’ que decís que por lo ‘sí’”. ¿Te pasó? Federico: — Y me han llegado varios mensajes en ese sentido. “Cuánto cambiaste” o “ni te reconozco”, pero con eso me doy cuenta de que se nota lo bueno que estoy haciendo en mí. Yo soy fiel a mí y el amor propio que me tengo ahora, que no me lo tuve en ese momento, no lo no lo cambio por nada. ¿Sabés los infiernos que conocí? La base para la mierd* durante mucho tiempo. Luis: — Hablale a un pibe o una piba que está en ese infierno y no ve salida. ¿Qué le dirías? Federico: — Que se puede. Pero por más que lo ayuden, si no quiere ser ayudado, no va a salir. Depende de uno mismo. Le diría que tomen las riendas de su propia vida, que se siga tropezando, pero mientras día a día siga gateando y moviéndose, no se va a quedar atrás. Luis: — Hay un clic. No sé si será un momento o varios donde pasás del otro lado. Estabas en el infierno, lo atravesaste y llegaste a una especie de paraíso. ¿Cómo fue ese clic para vos? Federico: — Yo me quedé solo, sin amigos. Dejé a mi pareja de ese momento y caí a la plaza. Ahí había unas barras y yo había ido solo con la moto porque, después del accidente, volví a andar en moto. Luis: — Lo tuyo es heavy... Federico: — Hay que hacer lo que a uno le gusta pese a lo que pase. Me iba a ir a drogar a la plaza solo, pero veo estos fierros y digo: “¿Qué onda con eso?" Y me acerqué. Había gente que estaba entrenando y yo me puse a hacer lo que supuse que eran los fierros. Ahí conocí mucha gente muy grosa que me empezó a enseñar y desde ese día, que me fui hecho bolsa a mi casa, dije: “Mañana tengo que volver”. Hace dos año y medio que no paro de ir al parque a entrenar. Luis: — Para los que no sabemos de qué se trata, ¿qué es la calistenia? Federico: — Es hacer ejercicio con tu peso corporal. En general sería para un control corporal absoluto. Si lo separamos un poco, sería para mejorar nuestra resistencia, fuerza, equilibrio y estabilidad. Te cambia el metabolismo, la forma en que comemos, cómo dormimos Y si nos metemos un poco más profundo, en realidad el físico viene aparte, porque lo que más te cambia es la cabeza, la confianza en uno mismo, te da el amor propio que genera aprender a valorar el esfuerzo que estás dando a un ejercicio. Si lo hacés un mes y lo dejás, al otro mes ya lo perdiste. Es la disciplina que te da la constancia, ahí te das cuenta que no todo es por motivación, sino disciplina. La motivación es una montaña rusa, la disciplina es un llano. Vos vas, tengas o no, se te haya muerto tu gatita o te haya pasado algo malo, qué sé yo. Vas y descargás. Luis: — ¿La calistenia te salvó la vida? Federico: — Sí. No sé qué estaría haciendo si no fuera por las barras. Ahora soy instructor. La calistenia motiva a la gente a superarse todos los días. Mis alumnos me dicen que los motiva a seguir haciendo y a superarse a ellos mismos porque es una guerra con vos mismo, en realidad. No es algo que vos podés pagar y lo tenés al otro día. El ejercicio es algo continuo y el cuerpo te refleja la disciplina que tiene esa persona. Aparte de todo eso, yo entreno gratis a gente con discapacidad. Así que todos los que van al parque y tienen algún tipo de discapacidad, con el CUD (Certificado Único de Discapacidad), los entreno. Ahora tengo un chico con autismo y doy clases virtuales, también tengo algunos rengos como yo (risas). Luis: — Ese es tu apodo. Federico: — Sí, el Rengo. Luis: — ¿Y te hace ruido o te divierte? Federico: — Me encanta. Yo me lo puse. Pude haber elegido chueco, cojo, rengo o el pata. Me decían el patita antes y yo tenía en Instagram Fede Canal. Pero después dije: “No, yo creo que ya cambié. Me convertí en algo más”. Entonces me puse el Rengo Canal. Luis: — ¿Te amigaste con la prótesis? Federico: — ¡Uff! Sí, la fiel (risas). Me lleva para todos lados y camina por mí. Es un gran sostén. Porque cuando estaba con muletas, al principio, no podía llevar cosas en las manos y tenía que ir saltando. Ahora con la pata, me muevo bien y manejo auto, moto, bici… Federico adaptó su moto y su vida diaria para seguir activo, desafiando prejuicios sobre la discapacidad. (Gustavo Gavotti) Luis: — ¿Te seguís subiendo a la moto? Federico: — Sí. Estuve nueve meses sin usarla, pero con mi viejo inventamos un sistema para meter los cambios con la mano. Tengo dos botones para eso. Así que un día volví a la moto, al circuito, a andar en la calle y me sentía re libre... Luis: — ¿Cómo superaste los “no se puede”? Eso de: “Le falta una pierna, no puede ser instructor”. Federico: — Aprendí un montón. Me di cuenta que el “no se puede” me lo decía la gente. Yo empecé a decir: “Vamos a intentarlo”. Tuve el “no se puede” mucho tiempo en mi cabeza y después lo cambié. Y llega un punto en que no me importa quien confía o no confía en mí, mientras yo confíe en mí... Sé que va a salir bien porque es la dedicación que vos le ponés. Luis: — ¿Qué te pasó cuando hiciste la primera dominada y dijiste: “Epa, yo puedo hacer esto”? Federico: — Estuvo bueno porque no me costó tanto. Ponele que en un mes la pude hacer. o capaz menos. Lo que sí te puedo decir es que el primer muscle up, que es otro ejercicio más complicado, es subir a la barra y pasar por arriba de ella. Estaba con todos los chicos que me estaban enseñando en ese momento: Fede Vitelli, Valen Curti, Renzo, que son unos grosos. Me enseñaron un montón y, cuando me subí al primero, me gritaban: “¡Rengo, no puede ser!”. Y después no me salió más por dos semanas porque me lesioné (risas) me hice mierd*. Pero estuvo muy bueno. La pasé muy bien. Luis: — ¿Cuánto de prejuicio hay de los que tenemos las dos patas respecto a vos? Federico: — Yo creo que lo limé bastante. A mí no me ven como alguien que no puede. No sé si queda bien que diga esto, pero todo lo que me dijeron que no puedo o que no podía, pude. Entonces como que nadie más me dice que no puedo algo. Luis: — ¿Y hay algo de lo que no estés seguro que podés hacer? Federico: — No. Se puede hacer todo. No puedo correr con esta pata. Pero porque no me da el pie. ¿Viste que son las otras especiales? Pero si me dan el otro pie, corro. Luis: — ¿Esta pareja? Federico: — Ahora no. Hace un año y medio que estoy soltero. Luis: — ¿Hay prejuicio en quien te ve por primera vez? Federico: — No, para nada. Luis: — ¿Y tuyo? Federico: — No, tampoco. Es como que ya está. Yo creo que ya no está más el tabú. Inclusive, se te acercan con esa curiosidad. “¿Y cómo hacés para hacer…?“, me preguntan y yo respondo: ”Te muestro si querés. No pasa nada" (risas). Te le dejan picando... Yo me miro al espejo y está bien (risas). Luis: — Te gustas. Federico: — Sí. ¿Sabés lo que me costó? Antes era un fideo. 42 kilos pesaba. Ahora peso lo mismo que pesaba cuando me accidenté y sin una pata. O sea, estoy mejor. “Yo no estaría vivo si no fuera por las barras. La calistenia me salvó la vida", reconoció Federico en diálogo con Luis Novaresio. (Gustavo Gavotti) Luis: — ¿Qué querés hacer cuando seas grande? Federico: — Seguir motivando, siendo instructor de calistenia y me gustaría dar charlas por todos lados motivando gente. Hace poco estaba con un amigo en el supermercado y veo a un chico amputado con muletas. Nos miramos, nos hicimos un gesto y seguimos. Cuando salimos, nos estamos por subir al auto con mi amigo y veo que sale el chico y se sube a una moto. A él le falta la derecha y le digo a mi amigo: “Espérame en el auto que voy a hablar con el chabón”. Ahí hablé con él y le dije: “Amigo. Si no te ofendes, yo tengo cuatro prótesis, te puedo regalar una rodilla”, porque como él es de la pierda derecha y yo de la zurda, no le va a entrar y el cono hay que hacerlo a medida. “Te regalo una rodilla, después hablo con mi ortopedia a ver si me hacen la segunda y te podemos terminar toda la pata”, le expliqué. Y hoy tuve que ir a ortopedia a hacerme unos trámites míos y hablé con ellos y me dieron el ok. Así que le vamos a hacer la pata a Leo a cero pesos. Yo le dono la rodilla y ellos hacen el resto. Encima son cosas caras, así que va a poder caminar y yo le voy a enseñar. Luis: — ¿A qué se parece eso de decir: “este pibe va a caminar, yo lo voy a enseñar”? Federico: — No sé a qué se parece, pero a mí me llena un montón. A mí me hubiera gustado tener a alguien como yo, como soy hoy, cuando estuve en la caca. Ahora me quiero un montón y sé que puedo dar un 100 por ciento hacia el otro. Luis: — Leí por ahí que querés hacer una academia, un grupo… ¿Es así? Federico: — Sí, como una ONG. Sería para armarle una prótesis por mes a alguien amputado. La idea es hacer colectas, que la gente done para llegar al objetivo. Se necesita entre un promedio de 8 a 15 millones, depende qué tan grande sea la persona o qué actividad física vaya a realizar. Para alguien joven como yo, 12 o 13, le andaría otras pueden andar en 8 o 6 millones. La idea es lanzar colectas para hacer una prótesis por mes y subir todo a redes, mostrando cuando se le enseña a caminar, todo el proceso. Y, aparte de eso, yo les doy clases gratis a la gente con discapacidad, sea donde sea que esté. Luis: — Vos esa academia ya la tenés, independiente de la ONG que querés armar. Federico: — Sí, Rengoestenia se llama mi academia porque soy un rengo que hace calistenia (risas). Yo no me meto en política ni nada, pero en Pergamino no me dieron una mano cuando estuve compitiendo. Hice tenis acá en San Lorenzo de Almagro, estuve en la selección de vóley amputado nacional dos años, estuve haciendo salto en largo y nunca me dieron una mano. Así que yo quiero ser esa mano o esa pata para quienes les falta. Luis: — ¿Qué necesitas para hacer la ONG? Federico: — Yo hablé con mi ortopedia, que es BM Medicine, para que nos deje la mayor parte en precio de costo. Lo único que se pagaría son a los ortopedistas porque son profesionales contratados y no los vamos a hacer laburar gratis. Pero todo lo que son prestaciones, sí se podría. También alguien que me puede dar consejo sobre cómo ir construyendo todo esto, bienvenido sea. Luis: — ¿Alguna vez dijiste por qué a mí? Federico: — Y sí, al principio. Yo creo que esa respuesta te la da el tiempo. Me convertí en lo que tenés enfrente ahora. Puedo ser alguien que ayuda, que se pone en los pies del otro, alguien que la pasó, que está bien y te puede mostrar que se puede estar bien. Hay mucha gente que se tira abajo y yo también lo hice. Pero después fueron más las ganas que tuve de salir adelante que las que me tiraban para abajo. Teniendo a todo el mundo en contra se avanza igual. Luis: — ¿Sos quien sos por lo que te pasó? Federico: — Sí, olvidate. Yo ya era bueno antes, con el corazón que tengo. Iba a ser policía. Yo estaba en la Vucetich cuando me accidenté e iba a entrar a estudiar. Pero bueno, me pasó esto del accidente y se me cambiaron los planes de vida. Hace dos años que soy quien soy y todos los días creo que me sigo puliendo un poquito más. Ahora quiero ser una máquina de incentivar gente.

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