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Parana » Uno
Fecha: 31/08/2025 17:04
Fernando Kosiak, escritor y docente. La basura y los juguetes. Ser homosexual en Puiggari. Humor y terror, el motor. ¿Para qué leer a Juan L. Ortiz? El escritor y fotógrafo Fernando Kosiak recordó los inicios de su polifacética carrera artística en Libertador San Martín, donde se le censuró una revulsiva muestra fotográfica que incluía a su propia abuela y al hijo de un pastor cristiano. El docente también se refirió a la necesidad de que sus pares lean en el aula e incentiven a los alumnos. “No puede pasar que terminen la secundaria y nunca les sucedió”, enfatizó. —En Libertador San Martín, en el Sanatorio Adventista del Plata, en 1981, porque mis viejos, uruguayos, eran enfermeros. —¿Hasta cuándo viviste allí? —Hasta los 24 años; hice el profesorado de Lengua y Literatura viajando, me recibí y vine a vivir a Paraná. —¿Cómo era el lugar en tu infancia? —Es como un barrio cheto de películas norteamericanas, donde la gente no cierra las ventanas ni le pone llave a la puerta por la noche. Es idílico y estimo que no existe otro lugar como ese en el país. Tiene mucho verde por los parques y todo está muy bien cuidado, así como también es asfixiante para quien quiera escapar de la norma. —¿Lo sentiste cuando eras niño? —De adolescente, como puto lo sentí peor por el peso del qué dirán, aunque estamos hablando de otra época y la sociedad cambió abruptamente respecto al colectivo LGTB. —¿Revisaste la cuestión religiosa? —¿En qué sentido? —Si pensás religiosamente igual que por aquel entonces. —No, porque vivo con un señor (risas). Creo en Dios y lo religioso fluyó. En uno de mis libros, que todavía no está publicado, cito a un teólogo nazi, Carl Schmitt y su concepto de la "complexio oppositorum", en cuanto a que en la cristiandad hay conceptos que se contraponen. Por ejemplo, un Dios que es amor pero es severo. También es lo de que soy homosexual y creyente, lo cual es un complejo que se opone. Frenando Kosiak 3 Pobreza, basura y juguetes —¿Lugares de referencia? —La universidad y el arroyo; mi familia vivía en una casa que cruzando la ruta estaba el basural. Éramos pobres como las ratas, así que íbamos con unos amigos a revolver la basura para buscar juguetes. Atrás del basural estaba el arroyo Ensenada, con aguas cristalinas y se podía pescar. Del otro lado de la ciudad está el Parque Klaiber, creado por una familia y que era una belleza. —¿Por qué vinieron allí tus padres? —Estudiaban en el Colegio Adventista de Uruguay, se casaron, vivieron un tiempo en Guichón (Paysandú) y vinieron porque a principios de los 80 dieron un curso acelerado de enfermería. —¿Mantuviste el vínculo con Uruguay? —Sí, íbamos mucho a la casa de mi abuelo en ese pueblito, aunque a la familia de mi mamá, que era cercana a Colonia, no íbamos tanto por la lejanía. —¿A qué jugabas? —Al fútbol y salíamos mucho en bicicleta con mi viejo. —¿Salidas del pueblo? —A Crespo y Diamante, y los viajes de la escuela. Una ciudad culta —¿Aficiones? —Siempre me gustó la música, así que participaba en los coros del colegio y conciertos, con mucho ensayo y haciendo presentaciones en distintos lugares. Luego continué en coros de acá. En la secundaria tuvimos de profesora de Lengua a Nelly Finucci, una soprano de máximo nivel que te erizaba los pelos. Era una ciudad muy culta. —¿Fue la primera aproximación al mundo del arte? —Sí; después me metí en el grupo de teatro, también de la Universidad Adventista; formé uno independiente e hicimos algunas obritas, y en una de ellas la gente se fue escandalizada (risas) porque hacíamos sketch de Gasalla, con chistes verdes. —¿Cómo vivías esa tensión con la moral religiosa dominante? —Algunas cosas me tiraban hacia atrás. Hice fotografía muchos años y muestras. La primera que iba a hacer se llamaba Dear, con fotos de parientes y amigos. Había dos muy fuertes: una era de mi abuela aspirando una raya de coca y otra de un primo, hijo de pastor, inyectándose. A dos días de la inauguración me llamó el intendente y sufrí la primera censura. Las reemplacé por unas de paisajes. Esas fotos estuvieron guardadas hasta que hice una retrospectiva en la Casa de la Cultura de Paraná, donde se expusieron por primera vez. —¿Leías mucho? —Revistas, como la Reader´s Digest y una tía me regalaba libros de literatura clásica. —¿Alguno influyente? —La escritura de terror, también presente en mi escritura. Stephen King tiene algunos libros que son joyas magistrales, como la estructura de la novela Misery. —¿Tu primer trabajo fue la venta de libros? —No, vender escobas por el barrio, en séptimo grado, y para cuando necesitaba para los viajes de la escuela, mi vieja hacía empanadas y salía a vender. También vendió Avon y yo lo hice con ella. —¿Quemaste alguna etapa por ello? —Todo lo que nos pasa sucede por una razón. Por supuesto que me hubiera gustado ser un niño a quien sus padres le dieran la plata, en vez de salir a buscarla. Pienso en mi sobrina si tuviera que salir a vender y se me rompe el corazón, pero al mismo tiempo había una valoración en lo que uno conseguía con su trabajito, tener y cuidar mi plata. A ella le compran absolutamente todo y nada es mejor que nada, porque tiene todo. —¿Qué materias te gustaban? —Ninguna; la secundaria pasó sin pena ni gloria. No tuve buenos profesores de Lengua. Frenando Kosiak Poca venta y mucha lectura —¿Sentías una vocación? —Me gustaba el periodismo de espectáculos. Cuando terminé la secundaria tuve la malísima idea de ir a Maldonado a vender libros de salud y religiosos, y volví debiendo 300 dólares, porque compraba libros de Stephen King y me iba a leer a la playa. Desde los 16 años iba a Buenos Aires a los canales de televisión y entrevistaba a famosos como Georgina Barbarrosa, Mariana Fabbiani, Jorge Ibañez, y en la villa, a China Zorrilla. —¿Qué elegiste estudiar al terminar? —Tuve un año sabático que pasó sin pena ni gloria, aunque todos los días iba a la biblioteca del pueblo a estudiar distintos temas y me ofrecí para trabajar como ayudante de cátedra de dos profesoras de la secundaria. Me gustó y luego acá me anoté en Comunicación Social y en el profesorado de Lengua. Comunicación no me gustó porque me gustaba más el periodismo y dejé en el primer cuatrimestre. Terminé el profesorado y luego de varios años, la tecnicatura en Comunicación Social. —¿Cuándo descartaste lo del periodismo de espectáculos? —Cuando comencé el profesorado, aunque me sigue encantando entrevistar y tengo facilidad para hacerlo. Tengo televisión pero miro series y no tengo idea de quiénes conducen los programas. —¿Siempre escribiste? —Sí, espantosos poemas como escribimos todos, cuentitos cortos y crónicas sobre los viajes de estudio, que armaba en revistitas. En las primeras muestras de fotos hice fanzines con poemas míos. —¿Qué buscabas transmitir con la fotografía? —Pensaba en ideas. La segunda muestra se llamó Frases hechas, para llevar a una imagen frases como “me dieron un bife”, “no pasa naranja”, “hecho puré”, etc. Cada muestra ha sido conceptual de distintas maneras; en una época trabajé con maquilladores y en la última, llamada Extrañamiento, fue sobre los santos católicos. —¿Sos autodidacta? —Hice un curso y en Comunicación Social vi algo muy básico, el resto, investigué y fui probando con otras artes. Hice dos años de ballet en la Escuela de Danza Municipal, dibujé durante muchos años y hace varios años que hago bordados. —¿Te integraste a Paraná? —Me mandé, hice las primeras muestras y eventos en La Hendija y en La Panadería, y conocí gente. —¿Qué fue lo primero que editaste? —Soy tu monstruo, mi primer libro de cuentos, en 2008, a partir de lo cual con una amiga diseñadora creamos el proyecto editorial Supervisión, con el cual luego hicimos convocatorias y publicamos el libro de (Guillermo) Alfieri. El humor, el terror y el ahora —¿Hay un subtexto que enhebre todo lo que escribís? —No sé… tengo dos temas que tensan mi escritura, el humor y el terror, en distintos aspectos, al igual que en el teatro. —¿Qué te inspira y en qué momentos? —Es relativo y cambiante. Hay ideas que decantan en otra cosa y puede ser un poema, algo breve, una novela, un cuento… Pero desde el principio sé para qué lado llevaré esa idea o historia. También está el escribir por escribir. Me condiciona muchísimo en lo creativo el presidente de mierda que tenemos y como nunca estoy trabado. El año pasado me aboqué más a escribir ensayos y explorar por otro lado, aunque escribí una novelita, para no perder el pulso, como lo hago ahora. No la publicaría yo, porque ninguna es una obra maestra. —¿Cuál es tu evaluación de la evolución del mercado editorial local? —La era digital abrió una puerta gigantesca para todos. Me publicaron una novela en Tucumán en 2021, cuya convocatoria me enteré por Instagram, y a fin de año me publican un poemario en una editorial de San Luis. Ha bajado un poco la idea de que Dios atiende en Buenos Aires, aunque lo sigue haciendo, pero si tenés ganas de publicar tu libro lo podés hacer. Aunque hay gente que todavía no entiende ciertas lógicas. En mi editorial pongo mi plata y además tengo un servicio editorial, lo cual a veces no se entiende porque me mandan material para evaluarlo. De 2008, cuando publiqué el primer libro, a hoy surgieron muchas editoriales, cuando por entonces eran sólo dos. —¿Y en cuanto a la actitud profesional de los escritores? —Es un trabajo solitario e íntimo; se ha profesionalizado un poco más pero falta mucho. Hace unos años comenzamos a exigir con otros escritores que nos pagaran cuando nos invitaban a cierta actividad cultural, como se hace con un músico. Hace diez años no pasaba y en muchos ámbitos se revirtió. Internet también ayuda en cuanto a la posibilidad de ofrecer o acceder a talleres a distancia. Frenando Kosiak 1 Docentes que no leen e IA —¿Desde cuándo sos docente? —Cuando me recibí comencé a dar talleres y los mantuve, y ahora estoy licenciado en la docencia por el cargo en el Centro Juan L. Ortiz, salvo dos horas en el profesorado de Lengua y Literatura. —¿Cómo encarás el grave problema de las deficiencias en cuanto a lectura y comprensión? —Es muy complejo y se observa en todos los niveles educativos. Hace unos años nos invitaron a tres escritores a una escuela de Cerrito a leerles a alumnos de sexto año, quienes estaban maravillados y nos dijeron “nuestras profesoras nunca nos leyeron”. ¡No puede pasar! ¿Cómo llegamos a eso? En la secundaria siempre trabajé leyéndoles en el aula y a principios de año doy una semana a los alumnos para que elijan lo que quieren o los libros que tienen en sus hogares. Además, luego los llevo por otro lado y les leo, por ejemplo, La casa de Fernanda Alba, repartiendo los personajes. Hay que buscar la manera de engancharlos. —¿Integrás el teléfono? —En algunos casos, aunque trato que no. El año pasado me enojé mucho por estar como un pelotudo corrigiendo trabajos prácticos de cuarto año hechos con ChatGPT, lo cual se notaba, porque utilizaban palabras que claramente no pertenecen a su léxico. Los desaprobé. Este año el trabajo se hizo presencial. Es un gran desafío para los docentes. —¿Cómo te llevás con la palabra en relación a la cultura digital y los límites difuminados? —Fluctúo. El siglo XXI es de rupturas en las cuales los límites de la literatura se corren todo el tiempo. En 2020 se publicó Chicas en tiempos suspendidos, un libro de Tamara Kamenszain, en el cual no sabés si es poesía o ensayo. —¿Para qué escribir hoy frente a la preponderancia de la imagen? —(Piensa bastante) Es nuestra pasión. Cierta vez escribí en una contratapa de una revista que escribir es horrible, pero no podemos hacer otra cosa y está en nuestra esencia. —¿Y para qué tomar fotografías sabiendo de un aluvión permanente de imágenes? —No sé… todo es tan lábil, cambiante y rápido… Años atrás había innumerables páginas con miles y miles de determinadas fotos, pero hoy no las encontrás. El acceso a la imagen cambia. Hay algo cíclico y aparece o decae el interés por ciertas imágenes. Todo tiene su sesgo. Frenando Kosiak 3ñ “Juan L. hablaba de la defensa del hombre por el hombre” “El viejo entendió la relación de la poesía con el mundo”, analizó el coordinador del distrito cultural municipal al referirse al poeta entrerriano Juan L. Ortiz, nombre del centro cultural remodelado que el próximo fin de semana tendrá su inicio oficial de actividades con una nutrida agenda durante dos días. —¿Por qué recomendarías leer a Juan L. Ortiz? —Primero, porque estamos en un mundo de guerras y odio constante que se salva por la poesía y la literatura, de todos los gustos. El viejo entendió la relación de la poesía con el mundo. Hay críticos que sesgan su mirada al decir que su poesía es socialista o comunista. ¿Qué importa su creencia política si excede lo partidario? Hablaba de la defensa del hombre por el hombre. Desde donde se lo encare se le encuentra algo para aprender, ya sea su entrecruce constante entre vida y obra, o por qué conviene terminar un verso con una “i” tónica, hasta por qué escribir una poesía que me haga sentir bien. —¿Qué te conmovió en las primeras lecturas? —Por donde conviene entrar a Juan L. es por los poemas breves, románticos y entrerrianos. Hoy me cuesta recordar qué me impactó porque he leído mucho de él y sobre él, como los poemas del Gualeguay y de Gualeguay, que son una historia de Entre Ríos hecha poesía. Están desde los aborígenes entrerrianos hasta el vecino que le vende pan. Hay dos o tres críticos que dicen que hay que pensar su obra como un todo, lo cual es hermoso. —¿Hay una literatura entrerriana y paranaense? —En 1971, con el último Fray Mocho convocado con un tema entrerriano y que ganó María Luisa Cresta con su libro De todo un poco, de temática libre, y Al galope del trigolino, de José María Díaz, fue la última vez que se lo hizo con temática entrerriana. Pasaron más de 50 años y seguir con eso es atrasar. Igualmente hay una literatura entrerriana, porque hay una lengua y giros que profundamente lo son, y paranaense. —¿Cómo será la apertura oficial del Centro Juan L. Ortiz? —Será este viernes y sábado, con actividades dentro y fuera del complejo, con escuelas, instituciones de la zona, puestas musicales y una agenda nutrida que se puede consultar en las redes de la municipalidad. Se invirtió mucho, se lo cambió totalmente y está hermoso.
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