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Parana » AIM Digital
Fecha: 28/08/2025 12:04
Desde hace más de seis décadas, la ciencia registra un pulso sísmico que se repite cada 26 segundos frente a la costa de África occidental. Aunque se han propuesto teorías oceánicas y volcánicas, su causa exacta sigue sin explicación. Cada 26 segundos, la Tierra emite un pulso sísmico constante que intriga a la comunidad científica desde la década de 1960. Este fenómeno se detecta en estaciones sísmicas de todo el mundo y tiene su epicentro en el Golfo de Guinea, frente a la costa occidental de África. Su regularidad desconcertante y su persistencia durante más de sesenta años lo convierten en uno de los enigmas más intrigantes de la geofísica moderna. El geólogo Jack Oliver, del Observatorio Geológico Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, fue el primero en describirlo en 1962. Lo definió como una “tormenta mundial de microsismos con periodos de unos 26 segundos”. Desde entonces, la señal se mantiene estable, descartando explicaciones simples como interferencias técnicas o fenómenos meteorológicos. Oliver propuso inicialmente dos hipótesis: que el pulso se originaba en el impacto de olas de gran longitud sobre la plataforma continental africana, o que provenía de procesos magmáticos ocultos bajo el Atlántico sur. Sin embargo, ambas teorías dejaron más preguntas que respuestas. El Golfo de Guinea bajo sospecha Los registros apuntan de manera precisa a una región del Atlántico, cerca de la bahía de Bonny y la isla de Santo Tomé. Allí, las ondas Rayleigh se generan y se expanden globalmente con una frecuencia monocorde que intriga a los expertos. Marinos de la zona han reportado oleajes inusuales capaces de dañar embarcaciones, lo que reforzó la hipótesis de que las olas oceánicas podrían estar involucradas en el fenómeno. Sin embargo, la proximidad del epicentro a Santo Tomé abrió una segunda línea de investigación. Algunos científicos plantearon que el pulso sísmico podría estar relacionado con procesos magmáticos o hidrotermales bajo la isla, aunque no existen volcanes activos ni señales superficiales que confirmen esta teoría. Con el avance de la tecnología, nuevas investigaciones confirmaron que la señal viaja a unos 3,5 kilómetros por segundo, velocidad típica de las ondas Rayleigh, y que su intensidad aumenta durante el invierno del hemisferio sur, lo que podría vincularla a fenómenos oceánicos. Nuevas pistas y un enigma creciente En 2013, un estudio publicado en Geophysical Journal International identificó dos fuentes diferentes en el Golfo de Guinea: una de posible origen volcánico y otra que corresponde al clásico pulso de 26 segundos, cuyo origen sigue sin explicación. La hipótesis oceánica perdió fuerza, ya que las olas suelen producir señales dispersas, no tan regulares y persistentes como este caso. Más recientemente, en 2023, un equipo internacional reveló la existencia de “glides”, deslizamientos de frecuencia asociados al mismo fenómeno. Estos incrementos armónicos parecen indicar que el proceso físico detrás del pulso es más complejo de lo que se pensaba. A pesar de más de seis décadas de registros y estudios, la comunidad científica aún no logra resolver el misterio. El pulso sísmico sigue recorriendo el planeta como un latido invisible, un recordatorio de que la Tierra todavía guarda secretos en sus profundidades. Infobae
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