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  • El auge de bicicletas y monopatines eléctricos: beneficios, riesgos y regulación en ciudades que promueven estas opciones

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 21/08/2025 04:50

    Estos tipos de vehículos reducen emisiones de dióxido de carbono, disminuyen la congestión y promueven un estilo de vida activo (Foto: Isaac Esquivel/Cuartoscuro.com) En los últimos años, ciudades del mundo han adoptado soluciones de micromovilidad para enfrentar el tráfico, la contaminación y mejorar la calidad de vida urbana. Bicicletas y monopatines eléctricos se han convertido en protagonistas de recorridos económicos, ágiles y sostenibles, especialmente en entornos urbanos densos. Según datos del observatorio de micromovilidad de Statista, una gran empresa alemana de estadística, se espera que el mercado en Argentina alcance una facturación de 337,8 millones de dólares en 2025, con una tasa de crecimiento anual compuesta del 5,6% hasta 2030 y ventas anuales que podrían superar el millón de bicicletas en ese año. En la Ciudad de Buenos Aires, durante la pandemia, se registró un salto del 27% en viajes en bicicleta, pasando de 320.000 diarios en 2019 a 405.000 en 2020, de modo que ya representaban el 10,2% del total de los viajes. Beneficios sociales y ambientales Estos vehículos ofrecen múltiples ventajas: reducen emisiones de dióxido de carbono, disminuyen la congestión y promueven un estilo de vida activo. Por ejemplo, la empresa india Yulu recolectó más de 850 millones de kilómetros recorridos, ahorrando 32 millones de kg de Co2. En Europa, los sistemas de bicis compartidas y monopatines generaron cerca de 550 millones de viajes al año, con ingresos estimados en € 3.100 millones. Además, ciudades como Copenhague alcanzan un 45% de viajes al trabajo o estudio en bicicleta, gracias a una red infraestructural consolidada desde la década de 1970. En Buenos Aires, la participación de la bicicleta en el total de viajes subió del 0,4% en 2009 al 3,5% en 2014, y los usuarios registrados pasaron de 39.000 a 145.000 en ese periodo. Riesgos y desafíos Es importante destacar que el crecimiento también trae riesgos. Un estudio en Austin, Texas, registró 271 lesiones en tres meses, lo que equivale a 20 personas heridas por cada 100.000 viajes en monopatín. El 58% eran menores de 30 años; el 62%, pilotos sin experiencia; y solo el 4% llevaba casco. En Europa, París reporta entre 150 y 200 lesiones mensuales relacionadas con e-scooters y al menos 11 muertes confirmadas desde 2018. Se identifican como causas la ausencia de casco, la superficie vial deficiente, velocidad excesiva y normas poco claras. En Austin también se documentaron más de 4.100 denuncias por estacionamiento indebido entre marzo y octubre de 2019, lo que refleja un impacto negativo en la convivencia urbana y peatones. Además, en Washington DC se comprobó que los e-scooters dockless mejoraron el acceso en barrios desfavorecidos, pero a su vez ampliaron las diferencias entre zonas al no haberse implementado programas de inclusión específicos. Casos exitosos y lecciones aprendidas Ciudades como París, Austin y Múnich representan experiencias exitosas. París adoptó regulaciones que definen zonas de estacionamiento y límites de flota, lo que permitió más de 20.000 viajes diarios en monopatines. En EEUU, la integración de monopatines con el transporte púbico facilita la conectividad del “último kilómetro” desde estaciones de metro o bus. En Alemania, un modelo de McKinsey proyecta alcanzar 250 millones de viajes en micromovilidad para 2030, equivalente al 8%-10% del total, y lograr una reducción de 80.000 toneladas de Co2 y liberar hasta 130 hectáreas de espacio urbano en estacionamientos. Regulación y experiencias locales En Argentina, el instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) ha realizado estudios sobre los beneficios socioambientales y técnicos de la micromoviÍidad, sin constituirse como caso central, sino como ejemplo de referencia académica. Las normativas exitosas combinan límites de velocidad (por ejemplo, máximos de 25 km/h), zonas habilitadas, identificación de flotas, seguro obligatorio y educación vial. Ciudades como Chicago iniciaron pilotos en 2019 y 2020, con operadores como Spin, Bird y Veo, y luego formalizaron normas que establecen la figura de “vehículos eléctricos de baja velocidad”. Las reglas permiten su uso en ciclovías, prohíben su circulación por veredas (excepto menores de 12 años) y exigen campañas de concientización. Desde entonces, Chicago no ha tenido muertes de usuarios compartidos y prioriza criterios de equidad en acceso. Otras experiencias, como la del Reino Unido, incorporan dispositivos como geovallas geofencing, zonas de velocidad y multas por mal aparcamiento. En Hobart (Australia), el servicio de monopatines obtuvo un respaldo del 57% de los vecinos, con más de 13.000 viajes mensuales y reducción de Co2. Enfoque social y mirada de futuro La micromoviÍidad no es solo tecnología: es una oportunidad social. Permite ofrecer transporte accesible a trabajadores nocturnos o zonas periféricas, fomenta actividad física y facilita la redistribución del espacio urbano. Pero, para que sea realmente inclusiva, requiere regulaciones equilibradas, infraestructura dedicada (cicÍovías protegidas, bases de estacionamiento), campañas de formación y mecanismos de monitoreo de vulnerabilidades. La clave está en que gobiernos, universidades como el ITBA, operadores privados y actores comunitarios colaboren entre sí. La prioridad debe ser una visión integradora que promueva la movilidad sostenible sin sacrificar la convivencia, la seguridad o la equidad. Mientras tanto, el crecimiento continúa: en Argentina y el mundo, millones de desplazamientos diarios en bicicleta o monopatín ya reflejan un cambio de paradigma. Para maximizar sus potencialidades, las políticas urbanas deben apuntar a consolidar esta tendencia desde una perspectiva social y de beneficio colectivo.

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