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  • El enigma del Manuscrito Voynich, el libro que nadie pudo leer en más de 500 años

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/08/2025 11:00

    El volumen contiene ilustraciones de plantas inexistentes, símbolos extraños y escenas enigmáticas que han desconcertado a expertos de todo el mundo (Yale University Library) En 1912, el comerciante de libros antiguos Wilfrid Voynich adquirió un lote en un colegio jesuita de Italia y encontró un volumen sin precedentes. Sus páginas, datadas por análisis de carbono en el siglo XV, estaban escritas en un idioma desconocido. El texto mostraba una estructura coherente, pero no guardaba relación con ninguna lengua registrada. El libro, hoy conocido como Manuscrito Voynich, tiene aproximadamente 240 páginas y un tamaño de 23 por 16 centímetros. Conforme detalló Yale University, contiene ilustraciones de plantas inexistentes, diagramas astronómicos sin correspondencia con la realidad y escenas que muestran a mujeres desnudas dentro de extrañas estructuras tubulares de color verde. El contenido combina elementos de botánica, astrología y posibles prácticas rituales. El manuscrito se conserva en la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale, donde puede consultarse en línea. Su difusión digital permitió que tanto investigadores profesionales como aficionados intenten descifrarlo sin éxito. Wilfrid Voynich, nacido en 1865 en el territorio de Lituania bajo dominio ruso, fue detenido por actividades revolucionarias y enviado a Siberia. Escapó a Inglaterra y abrió una librería de segunda mano en Londres, que se convirtió en un punto de encuentro para exiliados políticos. Entre sus conocidos, estuvo Sidney Reilly, agente que sería célebre como “El As de los Espías”. Voynich declaró haber encontrado el manuscrito en la Villa Madragone, un seminario jesuita cerca de Roma. Dentro del volumen encontró una carta de 1665 firmada por Johannes Marcus Marci, físico del Sacro Imperio Romano Germánico. En el texto, indicaba que el manuscrito había pertenecido al emperador Rodolfo II (1576-1612) y que posiblemente era obra del alquimista inglés Roger Bacon. Otros nombres mencionados en distintas teorías son John Dee, astrólogo de Isabel I, y su colaborador Edward Kelley. Análisis científicos confirman que los materiales del manuscrito corresponden al siglo XV, descartando una falsificación moderna (Yale University Library) Desde su aparición, el manuscrito atrajo a especialistas. William Friedman, uno de los más destacados criptógrafos del siglo XX y fundador de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), dedicó tres décadas a intentar descifrarlo sin lograrlo. Los análisis científicos descartaron que se trate de una falsificación reciente. La vitela, las tintas y los pigmentos coinciden con materiales utilizados en el siglo XV. Según señaló National Geographic, la complejidad del texto y la coherencia de su estructura gramatical hacen improbable que sea un simple galimatías o una broma elaborada. El contenido del manuscrito se interpetó de varias maneras. Algunas hipótesis proponen que se trata de un cifrado avanzado cuyo sistema se perdió con el tiempo. Otros sugieren que es una lengua artificial creada para ocultar un conocimiento específico, posiblemente de carácter médico o alquímico. En 2018, un equipo de investigadores aplicó modelos informáticos a partir de ejemplos de 400 idiomas distintos y propuso una posible conexión con el hebreo antiguo. Lograron reconstruir algunas frases de tipo religioso, pero los resultados no fueron aceptados como una solución definitiva. Un botánico estadounidense retirado afirmó que algunas plantas dibujadas en el manuscrito tenían características mesoamericanas, mientras que un lingüista británico aseguró haber traducido diez palabras tras un análisis detallado. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones resolvieron el conjunto del texto. El debate sobre la autoría y el propósito del manuscrito continúa, alimentando hipótesis que van desde lo científico hasta lo extraterrestre (Yale University Library) Las ilustraciones refuerzan el carácter enigmático de la obra. Entre las figuras hay vegetación desconocida, símbolos astrológicos, criaturas con forma de medusa y un crustáceo que recuerda a una langosta. También aparecen mujeres con piel clara en contextos difíciles de interpretar, como toboganes o bañeras interconectadas. El debate sobre la autoría incluye la hipótesis de que el propio Voynich pudo haber falsificado el libro. Sus críticos señalan que conocía técnicas químicas para fabricar tintas medievales y pigmentos, y que pudo haber utilizado pergaminos antiguos adquiridos en el comercio. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes que respalden esta acusación. El documento fue objeto de teorías que van desde lo plausible hasta lo improbable. Segín indicó ABC, entre las más extravagantes figura la idea de que sería un diario ilustrado escrito por un joven extraterrestre que dejó el manuscrito en la Tierra antes de partir. La carta atribuida a Marci menciona que uno de los antiguos dueños del libro dedicó grandes esfuerzos a descifrarlo, sin lograrlo, y terminó quitándose la vida. Esta referencia subraya la dificultad extrema de interpretar el texto. En más de un siglo, el Manuscrito Voynich desafió a lingüistas, criptógrafos, botánicos, historiadores y especialistas en inteligencia artificial. Ninguna investigación logró establecer con certeza su origen, propósito o significado. El volumen sigue siendo uno de los enigmas más persistentes de la historia de la escritura.

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