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Parana » Informe Digital
Fecha: 13/08/2025 06:31
La transformación histórica de la agricultura plantea retos cruciales para avanzar hacia modelos productivos ambientalmente sustentables. Enfrentados a una disyuntiva entre la tradición y la innovación, el sector agrícola necesita adaptarse a las exigencias socioambientales actuales para garantizar su viabilidad futura. A lo largo de la historia, la agricultura ha experimentado cambios dramáticos, “revoluciones” que surgieron como respuesta a las diversas problemáticas impuestas por el entorno. Desde el momento en que el ser humano transitó de un estilo de vida nómade a uno sedentario, domesticando sus cultivos, hasta la Revolución Verde a mediados del siglo XX, y más recientemente, hacia finales del siglo XX y principios del XXI, con la automatización y el uso del GPS, cada etapa ha marcado transformaciones profundas. En la actualidad, la revolución en curso se caracteriza por la acumulación masiva de datos generados por múltiples y sofisticados sensores a nivel de finca, parcela o incluso animal. Esta información es procesada para facilitar una toma de decisiones más eficiente. Hoy, la agricultura se enfrenta a una disyuntiva real: continuar con los sistemas productivos tradicionales, es decir, “business as usual”, o adoptar un modelo ambiental y económicamente sustentable. Lamentablemente, los programas destinados a facilitar esta transición hacia una agricultura descarbonizada no siempre resultan efectivos. A menudo, buscar culpables se convierte en una forma de evadir la responsabilidad de avanzar en un proceso que, a mi juicio, debe contar indefectiblemente con la colaboración de todos los actores del sector. Por ejemplo, el alto costo de adoptar prácticas sostenibles representa una barrera significativa para muchos pequeños agricultores, quienes carecen de acceso a créditos y financiamiento adecuado. Esto se ve agravado por la falta de acceso a tecnología y capacitación, estrechamente relacionada con años de desatención y políticas que han debilitado las instituciones encargadas de la investigación y la extensión agrícola. Además, la resistencia al cambio por parte de muchos agricultores y empresas agropecuarias, temerosos de perder rentabilidad al abandonar prácticas tradicionales conocidas, complica aún más la situación. Para avanzar en esta transición, es crucial implementar programas robustos que brinden un apoyo integral. Estos deben incluir incentivos económicos sostenibles, acceso mejorado a tecnologías innovadoras, formación técnica adaptada a las necesidades locales y una política regulatoria sólida que facilite su implementación. En América Latina y otras regiones ya existen iniciativas que integran estos elementos; sin embargo, pocas cuentan con financiamiento de los gobiernos locales, y en su mayoría son coordinadas y financiadas por organismos multilaterales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la FAO y el IICA. Hoy, el agro enfrenta una disyuntiva: aferrarse a sistemas tradicionales o transitar hacia un modelo ambiental y económicamente viable Existen iniciativas prometedoras; sin embargo, la efectividad y alcance de los programas de agricultura sostenible aún enfrentan importantes desafíos que deben ser abordados para lograr un cambio real. Se pueden identificar programas agrícolas con subsidios mal diseñados, donde la falta de seguimiento, capacitación y adaptación a las necesidades reales de los productores ha conducido a un uso ineficiente de recursos, con escaso o nulo impacto en la sustentabilidad de la actividad e incluso deterioro ambiental. Paralelamente, en varios países de la región, los gobiernos enfrentan obstáculos políticos y sociales debido a las presiones ejercidas por el sector agroindustrial tradicional, lo que dificulta la implementación de modelos agrícolas sostenibles. Actualmente, el agro se encuentra ante una elección: mantener sistemas tradicionales o transitar hacia un modelo ambiental y económicamente viable. Las experiencias en Argentina, Brasil, Uruguay y Chile demuestran que la agricultura regenerativa y de precisión puede incrementar rendimientos y reducir impactos si se logra la colaboración de productores, universidades, organismos internacionales y empresas tecnológicas. La presión del cambio climático, la degradación y contaminación de recursos, junto a los desafíos socioeconómicos, erosiona la viabilidad del modelo actual y demanda transformaciones profundas. Para que sean reales, estos cambios requieren financiamiento, adaptabilidad y el compromiso conjunto de todo el sector. El futuro dependerá de convertir la sostenibilidad en una política de Estado, sustentada en inversión, investigación aplicada y cooperación. La pregunta es: ¿estaremos listos para liderar el cambio o nos resignaremos a seguirlo desde atrás? El autor es ingeniero agrónomo, con una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, y actualmente ocupa el cargo de Director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional.
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