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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 11/08/2025 18:47
Las alteraciones climáticas dificultan la erradicación de la malaria y aumentan la mortalidad. EFE/Ahmed Jallanzo Según los últimos datos emitidos por la Organización Mundial de la Salud, en 2023 se registraron 263 millones de casos de malaria y 597 000 muertes en 83 países. La enfermedad, transmitida por los mosquitos Anopheles infectados con parásitos del género Plasmodium, afecta principalmente a la Región de África de la OMS, con 246 millones de pacientes y 569 000 decesos cada año. En ese sentido, el sur de África registra un incremento preocupante de la malaria, con Botsuana, Esuatini, Namibia y Zimbabue enfrentando brotes que superan las cifras habituales. La situación en el último de estos países es particularmente crítica: hasta julio se reportaron casi cuatro veces más casos y seis veces más muertes que en el mismo periodo de 2024. Según The Economist, este aumento podría marcar el inicio de una tendencia regional alimentada por el cambio climático. Desde Malaria Atlas Project (MAP), organización no gubernamental que se centra en esta patología, se alerta que el calentamiento global podría dificultar la erradicación de la enfermedad, con África como epicentro. La expansión del mosquito Anopheles amenaza con revertir avances sanitarios. REUTERS/Tobias Schwarz//File Photo Además, las proyecciones del MAP indican que para 2050, aproximadamente 1.300 millones de africanos vivirán en zonas donde controlar la malaria será más complicado por las alteraciones climáticas. Incluso, con fluctuaciones en los patrones meteorológicos, se podrían ocasionar hasta 550.000 muertes adicionales por malaria entre 2030 y 2049. El fenómeno, detalla The Economist, no responde a una causa única. El aumento de las temperaturas prolonga las temporadas de transmisión y acelera el desarrollo del mosquito, principal vector de la enfermedad. Las lluvias intensas desbordan ríos y dejan charcos, creando hábitats ideales para estos insectos; mientras que la redistribución geográfica provocada por el cambio climático desplaza la carga de la enfermedad hacia regiones donde la población presenta menor inmunidad. Aunque ciertas zonas, como el Sahel, podrían volverse demasiado cálidas para el mosquito, se trata de áreas poco habitadas. Las catástrofes naturales, cada vez más intensas y frecuentes, agravan la situación. Las inundaciones que afectaron Mozambique en diciembre de 2024 destruyeron 70.000 viviendas y perjudicaron a 500.000 personas. Al retirarse el agua, quedan charcos estancados que propician la proliferación del mosquito, mientras la población desplazada pierde el resguardo de viviendas tratadas con insecticidas y, con las vías dañadas, no puede acceder a clínicas. El sur de África enfrenta brotes de malaria sin precedentes, con Zimbabue como epicentro de la crisis. (Freepik) MAP señala que el 90% de las muertes adicionales atribuidas al cambio climático se relacionarán con fenómenos meteorológicos extremos, sobre todo porque las inundaciones dejan a la población sin refugio ni atención médica. Níger podría ser el único país africano donde, de aquí a 2050, el cambio climático reduzca los fallecimientos por malaria. De acuerdo con World Malaria Report 2023, de la Organización Mundial de la Salud, el cambio climático está alterando de forma significativa la dinámica de transmisión de la malaria. El informe documenta que variaciones en temperatura, humedad y precipitaciones, así como fenómenos meteorológicos extremos —como las inundaciones que multiplicaron por cinco los casos en Pakistán en 2022— pueden extender las temporadas de transmisión y favorecer la expansión geográfica del mosquito vector. Estas condiciones amenazan con revertir los avances logrados en las últimas dos décadas y exigen integrar datos climáticos en las estrategias de control y prevención para anticipar brotes y reducir la mortalidad. En paralelo, un modelo desarrollado por Malaria Atlas Project proyecta que, entre 2030 y 2049, el cambio climático podría causar más de 550 000 muertes adicionales por malaria en África, en su mayoría vinculadas a la pérdida de protección tras eventos meteorológicos extremos. Proyecciones advierten un fuerte aumento de la población en riesgo hacia 2050. - (Imagen Ilustrativa Infobae) El estudio estima que para 2050 unos 1.300 millones de africanos vivirán en áreas donde controlar la enfermedad será más difícil, debido a patrones de lluvia y temperatura que favorecen la supervivencia y reproducción del mosquito. Según los autores, estas proyecciones refuerzan la necesidad de fortalecer las campañas preventivas y adaptar las intervenciones a las condiciones climáticas cambiantes. Frente a este panorama, los gobiernos intentan adaptarse. Sudáfrica mantiene una incidencia mucho menor que Mozambique debido a su clima más fresco y seco y a décadas de campañas organizadas contra el mosquito. En 2023, esta región contabilizó unos 9 millones de casos, frente a solo 5.000 en Sudáfrica. Sin embargo, el cambio climático amenaza con transformar partes de Sudáfrica en regiones más cálidas y húmedas, favoreciendo la expansión del mosquito. Además, los altos salarios sudafricanos atraen trabajadores migrantes de países vecinos con mayor incidencia de malaria, facilitando así la llegada del parásito. Fenómenos meteorológicos extremos impulsan el avance de la enfermedad. Por citar un ejemplo, en la localidad fronteriza de Manguzi, promotores de pruebas de sangre interceptan cada minibús proveniente de Mozambique. Jóvenes ofrecen tests gratuitos de malaria a los viajeros y, si identifican el parásito, entregan medicamentos sin costo. Nadie solicita información sobre el estatus migratorio; incluso quienes presentan resultado positivo continúan su trayecto con pastillas que disminuyen la posibilidad de transmisión. Esta estrategia es más eficiente que imponer cuarentenas, ya que Sudáfrica posee cerca de 5.000 kilómetros de fronteras terrestre. Otra defensa se basa en la esterilización de mosquitos machos. En un laboratorio de Johannesburgo, los insectos son expuestos a rayos gamma que vuelven infértil, tras lo cual son liberados para que se apareen con hembras, que ponen huevos inviables, explicó Power Tshikae, entomólogo de KwaZulu-Natal, en la provincia limítrofe con Mozambique. La vacunación y la integración de datos climáticos emergen como claves para combatir la malaria. REUTERS/Luc Gnago/ Su equipo sitúa vasijas de barro cerca de los corrales para monitorear la presencia de mosquitos y controlar la población, especialmente cuando el clima se vuelve favorable al vector. Solo las hembras transmiten la enfermedad. En países donde la malaria está consolidada y el panorama empeora, la vacunación surge como opción prometedora. Dos nuevas vacunas logran prevenir casi la mitad de los casos en menores de cinco años. Ensayos en Ghana, Kenia y Malaui demostraron una reducción del 13% en la mortalidad infantil. Actualmente, la inmunización se implementa en más de veinte países africanos. Un reto adicional reside en la integración de datos climáticos y epidemiológicos, de modo que los responsables de políticas públicas comprendan la interacción entre ambos factores. El programa TDR, respaldado por la ONU, colabora con los ministerios de salud de Senegal y Nigeria para mapear la evolución de los brotes según el clima. Incorporar estos datos en los modelos de malaria permitirá mejorar la anticipación de los brotes y optimizar la respuesta sanitaria.
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