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» Clarin
Fecha: 10/08/2025 08:33
En los últimos años, Devoto dejó de ser solo un barrio residencial para convertirse en un destino gastronómico con todas las letras. La plaza Arenales es hoy un polo gourmet que reúne bares, cafés y restaurantes que convocan a foodies de toda la Ciudad. Pero más allá del circuito obvio del barrio, hay joyitas escondidas que merecen ser descubiertas. Una de ellas es Laserio, un neo bodegón con alma de cantina y estética de restaurante moderno. Está alejado del ruido de la plaza, en una esquina tranquila, con una vista privilegiada, platos pensados para compartir y el respaldo de una familia con décadas de oficio gastronómico. En su carta conviven clásicos de toda la vida —como buñuelos, tortillas o milanesas con fideos— con propuestas que sorprenden, como las gírgolas al chimi picante o la burrata con chutney de peras. Una cocina que juega entre lo nostálgico y lo contemporáneo, y donde todos los paladares encuentran su lugar.. Cómo es Laserio Federico Norcini creció viendo a sus padres resignar fines de semana, feriados y cumpleaños por sus restaurantes. Su papá es el alma de Corrales, un bodegón con más de tres décadas de historia en Mataderos, y su mamá dirigía una fábrica de pastas. Esta familia de Floresta tenía, como se dice, el ADN gastronómico tatuado en el paladar. “Yo vengo de familia gastronómica. Mi viejo tiene restaurantes y todo tipo de negocio gastronómico desde hace muchos años, desde que yo era chico”, cuenta Federico. “Mi vieja también estuvo en el rubro, con una fábrica de pastas y restaurantes. Siempre estuve en ese ámbito.” Parte del salón de Laserio en Devoto. Foto: Santiago Garcia Díaz De adolescente trabajó en una franquicia y luego pasó un par de años junto a su padre, hasta que algo hizo clic. “Yo no quiero pasar mis 20 encerrado sin fines de semana ni feriados. Ver a mi viejo era ir al local, nunca en un ámbito que no fuera el laburo. No quería eso para mi vida”. Así fue que, con apenas 19 años, se alejó del mundo gastronómico y pasó una década trabajando en el sector bancario. Estudió marketing y a los 28, con más madurez, ganas y herramientas, decidió volver: “Era hora de volver a la pasión”. Su regreso al rubro fue gradual, vendiendo tartas y empanadas desde un pequeño local a otros negocios. Después vino una experiencia como cocinero privado en Ibiza. Pero el glamour europeo no pudo más que la nostalgia. “Me di cuenta que extrañaba Argentina, quería estar con mi familia, mis amigos”. Con ese deseo a flor de piel y un viejo anhelo entre ceja y ceja —tener su propio restaurante— regresó con decisión: invirtió sus ahorros y un préstamo en ese proyecto que venía macerando hace años. La esquina que ocupa Laserio. Foto Santiago Garcia Díaz La búsqueda del lugar ideal no fue sencilla. El presupuesto no permitía grandes locaciones ni estructuras montadas. Devoto no era la primera opción, pero apareció esa esquina y todo encajó. “Yo no quería estar en una zona comercial. Quería lo que me gusta a mí: un lugar de barrio donde te atienden bien. Apunté a eso”. A pesar de que el espacio estaba “tirado abajo”, se animó. Hizo una importante inversión en electricidad, sanitarios y reformas para darle forma a su visión. Así nació Laserio en septiembre de 2023, una cantina moderna con alma de bodegón, ubicada en la intersección de avenida Mosconi y Bahía Blanca. Su fachada retro, sus ventanales que inundan el salón de luz natural, su vista al verde del Parque Onega y su carta pensada para compartir lo convirtieron en una de esas joyas escondidas que merecen ser descubiertas. La zona donde está ubicado, la carta apta para todo público y su estética cuidada hacen que Laserio sea un destino atractivo para ir a comer. Es común pasar por la puerta y ver el lugar lleno, sobre todo de noche. Los fines de semana hay cola para comer. Y durante la semana organizan distintos tipos de eventos como bingos, tarot que resultan atrayentes y colman la capacidad del lugar por lo que se aconseja reservar. Qué comer en Laserio La milanesa con fideos a la crema de Laserio. Foto: Santiago Garcia Díaz. La propuesta gastronómica de Laserio es una fusión deliciosa entre bodegón tradicional y alta cocina. La esencia del lugar remite a los clásicos de siempre, pero con un toque moderno y personal. “La idea es un bodegón, esa es la esencia”, dice Federico Norcini, su creador, aunque rápidamente aclara que quiso darle una vuelta: “Me gusta la comida gourmet, me gusta la alta cocina, probar con ingredientes nuevos, cosas no tan comunes”. La carta busca ese justo equilibrio entre lo conocido y lo novedoso. Hay platos pensados para el comensal más conservador, pero también opciones para quienes se animan a explorar. “La idea es que compartan y prueben”, sugiere Federico. Las porciones no están pensadas como para compartir, pero son generosas: con una entrada y dos principales, comen bien tres personas. La bondiola braseada de Laserio. En esa línea, hay infaltables que no podían faltar por su popularidad: los buñuelos de espinaca ($ 10.500, vienen cuatro de 100 g cada uno) y la tortilla con chorizo colorado ($ 11.500). También empanadas, un clásico indiscutido. Pero la carta arranca con platos más jugados también, como la burrata con chutney de peras y tapenade de olivas negras ($ 18.500), o las gírgolas con cremoso de arvejas y menta con chimi oriental ($ 15.800). Entre los principales, si bien “salen todos”, Federico reconoce que hay favoritos: la milanesa con fideos ($ 22.800) y la bondiola braseada con puré de boniato al toffee ($ 28.500) son los más elegidos. También hay pastas como los canelones y los fusilli con crema de espinaca y queso azul, a los que se les puede sumar media burrata para darle un plus. Las porciones de Laserio son abundantes. Foto: Santiago Garcia Díaz. Aunque algunos clásicos son inamovibles por pedido popular –“la braseada, los buñuelos, la tortilla”–, la carta se renueva mes a mes. “Todos los meses trato de cambiar uno o dos platitos”, cuenta Federico. ¿La razón? “Más que nada por un tema de que me gusta crear y tener rotación. No aburrir a la clientela fiel que viene seguido, ni aburrirnos nosotros”. Laserio volcán de chocolate blanco y pistacho. Para el postre, hay opciones para los nostálgicos, como el flan ($ 7.500), fresco y batata, o tiramisú. Pero también dulces con una vuelta más moderna, como el volcán de chocolate blanco y pistachos ($ 11.500). Como broche de oro, los últimos jueves de cada mes se organiza una noche de bingo y guiso, y sí, “la gente se copa”. Así, Laserio resume todo lo que Federico soñaba: un restaurante de platos que abrazan, con estética cálida y alma familiar, donde se respira aire de bodegón, pero con una mirada nueva. Un rincón de barrio, con mirada grande.
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