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» Clarin
Fecha: 09/08/2025 10:33
La dimensión monumental y a la vez íntima de la obra de Eduardo Basualdo encuentra en In Medias Res, la muestra que ocupa la sala mayor de Ruth Benzacar, nuevos destellos de su poética. Si las paredes oblicuas en Pupila, la anterior gran muestra del artista argentino en el Museo Moderno, incitaban cierta opresión, ingresar en la caverna apenas iluminada de la galería de Villa Crespo puede trasladarnos literalmente a otro lugar. Un espacio primitivo y confortable. Las icónicas calaveras ingresan en el repertorio con más de una misión: una de ellas es recordar su infancia en México, donde vivió exiliado junto a sus padres. Es que a Basualdo, artista reconocido internacionalmente –expuso en el Palais de Tokyo, participó de la Bienal de Venecia y otras en Corea, La Habana, Porto Alegre y Berlín, entre otras–, que explora imágenes de una subjetividad plena para convertirlas en visuales, le atrae incluir en su trabajo aspectos de su propia biografía. “Hay algo de magia en la muestra, de esa infancia en un país mágico en un momento desarmado; hay estructura, realismo y a la vez algo que se escapa”, contó Basualdo al final de la conversación, que comenzó así. Un refugio de foil. Contra el desamparo y la hostilidad. -A propósito de tu obra, hablás de traducir conceptos a imágenes. ¿Cuáles son los involucrados en In Medias Res? -Los conceptos regentes tienen que ver con la distancia al propio cuerpo, que es un misterio y a la vez estamos metidos ahí dentro. En oposición a ese planteo que aplica a la ciencia ficción y pone el misterio en lo profundo del universo, en lo remoto y más lejano, hay otra lectura sobre la ficción y la imaginación: el misterio somos nosotros, ya está acá, lo desconocido está en cómo late el corazón. Ese misterio tan vacío se llena de hipótesis y de creencias incomprobables, en lugar de asumir que la mitad de nosotros está constituida por ese misterio. -¿Qué efectos tiene asumir esta perspectiva en lugar de buscar llegar a Marte? -Es la tradición en la que se alinea mi trabajo. Pero todo ese fanatismo puesto en la exploración interplanetaria, como en los últimos años se habla de Marte, no deja de ser una distracción para estar lejos de lo inmediato que es no ensuciar el océano. Estar pensando en un nuevo lugar para que la humanidad viva cuando este planeta no está destruido. A lo sumo está dañado. Son enfoques de distracción, que no se nos ocurren espontáneamente. Porque Marte no está en la vida cotidiana, está en las noticias. No es inocente. In Media Res. El título apela a la literalidad de abrir el cuerpo a la mitad. -¿Cómo se plasman estas ideas en las obras? Pienso en la gran pintura con la Luna y la Tierra, o los dibujos que muestran el interior del cuerpo. -Había una hipótesis de título para esa imagen de la distancia entre la Tierra y la Luna que es Amor imposible, como una proyección de deseo que se mantiene siempre a la misma distancia, inalcanzable, pero a la vista. Con esa imagen descubrí esa distancia, que por una deformidad escolar asociamos que la Luna está más cerca. Pero es porque trabajamos en mesas de este tamaño, cuando deberían ser ínfimos si están a esa distancia. Esa deformación y la obra revelan que hay que correr un velo para ver. Y en relación al esqueleto, llego a esas obras pensando en una mirada. Es importante qué mirada propone cada muestra. En Pupila, había una mirada introyectada al interior del cráneo y a la memoria; y ahora hay una mirada mucho más amplia, es una mirada de rayos X. ¿Qué se ve con este filtro? Qué es lo material que nos está sosteniendo, como en los huesos. Nos resulta muy difícil aceptar que está ahí la calavera. Por necesidad práctica me puse a estudiar los huesos y ahora es imposible que no los sienta cuando me toco el brazo. Los vimos al hasta el hartazgo en la historia del arte, vemos icónicamente en toda la tradición occidental y están acá. También es un misterio. La sala de Ruth Benzacar en Villa Crespo. -De tu muestra anterior está el dibujo y este material extraño que adoptaste para decir. ¿Cómo es esa continuidad? -Graciela Speranza me contó que a sus alumnos les presentaba mi obra diciendo “Bueno, este artista inventó este material”. En arte eso es un montón. Y me sigue dando mucho, como dimensiones paisajísticas, minerales. La oportunidad de hablar de un pedazo de tierra a una escala mucho mayor que la del propio cuerpo, incluso casi mayor que la sala, porque se entiende que eso podría continuar. Meter un pedazo de una escala infinita, no dimensionable en un lugar dimensionable, como es una sala de exposiciones. Esa metáfora me interesa porque es muy parecida a lo que es nuestra mente, que es un espacio de dimensiones inconmensurables confinado a un lugar concreto que es este (señala su cabeza). La novedad es que muestro el revés de este material de dos caras cualitativamente distintas, que tienen sensaciones y generan atmósferas distintas. Y en relación al dibujo, la continuidad es del pastel tiza negro mate. Lo que cambió fue la escala. Aunque hay elementos de ficción tiene que ver con el realismo, los rayos X y de enfrentarse al espejo. -Por otro lado se suman otros materiales, como la cera de colores con las que están hechas unas siluetas humanas que flotan en el espacio. -Son telas enceradas que en la muestra ocupan el lugar de funda, de sacarse la funda de perder ese vestido primero que es la piel humana, unos pellejos desgarrados, pero también cálidos. Me remiten a las tiendas de los Onas, como lugares de protección, de pequeños refugios en la hostilidad. Eduardo Basualdo en la galería Ruth Benzacar. -Pensaba en esa idea de refugio con la caverna, un espacio de intimidad, en el extremo del desamparo de las distancias enormes. -Para mí sí. Hay un gesto de que todas las creaciones que inventamos los seres humanos remiten a cuestiones que ya tenemos en el cuerpo, como la pinza, el martillo. Y una de las herramientas que me interesa del arte es poder llevarte a otro lugar, y a mucha velocidad. Un cambio drástico de situación. Es un gesto que emula lo que podemos hacer solo con la mente, que es cerrar los ojos y pensar en otro lugar. -Es una operación artística, pero humana, más allá de la amenaza de la tecnología. -Escuché a un periodista decir que le fascina Messi porque es un humano que puede hacer eso. Pueden armar un robot que juegue así, pero el desafío es que lo puede hacer un humano, uno como vos, de tu barrio, que vivió tu historia. Eso nos conmueve. No hay competencia ahí, porque no hablamos de cosas absolutas sino de subjetividades. Si el producto fuera igual o mejor, si realmente lograras con ia calibrar con nuestro estado de ánimo y haga algo mejor, tendría ese desencanto. Porque es un juego entre nosotros, no sobre cuántos goles se pueden meter por segundo. Que compitan las máquinas. Habrá bienal de inteligencia artificial, pero habrá otra de seres humanos. Estamos hablando de juegos, porque también podrías besar a un robot. Podés casarte con un robot, pero la magia es encontrar a una persona.
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