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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/08/2025 02:41
A corazón abierto, revela los miedos, la gratitud y la energía nueva con la que afronta cada función, celebrando la complicidad renovada con Claribel Medina y el aplauso genuino de su gente (@joynixmedia y @agenciacoralok) Hay figuras que transforman cada caída en un nuevo acto y que, pese a los años y los golpes, nunca sueltan la mano de aquello que las hace vibrar: el escenario. Ese es el caso de Pablo Alarcón, que a sus setenta y ocho años mantiene intacta la llama por su oficio, aun después de haber pasado recientemente por uno de los momentos más difíciles de su vida. Una descompensación lo llevó de urgencia al hospital y llenó de zozobra a toda la colonia artística, pero el actor eligió levantarse. Hoy regresa, con el corazón lleno de gratitud y rodeado de afecto, a su lugar favorito: el escenario, junto a Claribel Medina. En diálogo con Teleshow, lo resume con una certeza que conmueve: ningún contratiempo ni limitación podrá arrebatarle las ganas de vivir ni de disfrutar cada función. El susto llegó en julio, cuando un viaje en auto terminó en un inesperado desenlace para Alarcón. Mientras manejaba, se descompensó y perdió el conocimiento. Lo internaron en el Instituto Médico de Alta Complejidad (IMAC), donde el tiempo pareció detenerse entre diagnósticos y cuidados. Familiares, amigos y colegas esperaron noticias, conscientes de que no estaba en juego la salud del actor. El parte médico trajo alivio: tras días de atención y la colocación de un marcapasos, volvió a sonreír, agradecido por el cariño que lo envolvió y decidido a no dejar que nada ni nadie apague esa risa. Liberado del hospital, con el cuerpo fortalecido por la ciencia y el alma blanda por el amor recibido, Alarcón se enfocó en un objetivo claro: seguir adelante con la gira de su obra Es Complicado por 15 ciudades, que empezó este 7 de agosto en la Asociación Española Macachín, en La Pampa. La comedia, escrita y dirigida por Ernesto Medela, aborda las heridas del pasado, el desafío de reinventarse después del amor y la posibilidad de transformar un divorcio en una relación distinta. Claribel, su exesposa y madre de sus dos hijas, es su compañera en las tablas, y juntos encuentran, entre risas y reconciliaciones, una verdad simple: hay que aprender a perdonar para que, pase lo que pase, prevalezca el amor. Tras el episodio de salud que generó preocupación en su círculo cercano y el ámbito artístico, el actor regresa a las tablas (Franco Fafasuli) —Después del episodio que viviste, ¿cómo estás de salud y cómo estás anímicamente? —Anímicamente, bien, como siempre. Y de salud, como todos saben, colocaron un marcapasos, que no sabía lo que era eso. Es como un relojito que le manda impulsos al corazón y lo mantiene en su ritmo cardíaco, en uno lógico y aconsejable. El desmayo que tuve, un síncope, fue por falta de pulsaciones, y perdí el conocimiento, lamentablemente. No recuerdo nada de ese momento, solo cuando me pegué la cabeza contra el vidrio y escuché el ruido de la lata. —¿Tuviste miedo cuando te contaron lo que sucedió? —No, miedo no. Tomé conciencia de lo vulnerable que es la vida y lo poco seguros que estamos. No podemos estar seguros de nada de lo que tenemos ni de lo que somos. Eso está dentro de lo que yo más o menos pienso de la vida: todo pende de un hilo. —¿Sentiste que fue un llamado de atención del cuerpo, como para frenar o cambiar algo? —No, porque no tengo alguna enfermedad puntual. Es algo que vengo tratándome hace tiempo, pero vengo haciendo buena dieta desde hace muchos años. Esto es más genético que otra cosa. No fumo, bebo una copa de vino a la noche, hago gimnasia, como sano. No es que me porté mal y ahora prometo portarme bien; no lo hago. Estoy pagando a lo mejor alguna deuda de otra reencarnación. No sé. "Me pone contento hacerlo con Claribel, la madre de mis hijas", asegura Alarcón (@joynixmedia/@agenciacoralok) —¿Quién fue tu sostén durante esos días difíciles? —Los médicos, la Obra Social de Actores, que me apoyó en todo momento en la clínica, el doctor Edgardo Zimmermann y su equipo. Cuando me desperté estaba el SAME, la policía y había vecinos. Me sentí muy bien atendido. Me desmayé, me dormí… es como estar en una película aburrida y dormirse. Lo que se comprobó es que tuve un bajón de tensión en el corazón y eso derivó en la colocación del marcapasos para que no vuelva a suceder. —Y tu familia, ¿cómo te acompañaron? —En todo momento me acompañaron, aunque mis hijas estaban afuera, porque una vive afuera y la otra estaba viajando por trabajo en Salta. Claribel vino, amigos, gente querida se acercó a acompañarme. No es que me haga el valiente, pero no pensé en ningún momento que me iba a morir. Pensé que estaba en una situación de la cual tenía que salir lo mejor posible. Y acá estoy, tomando un café, mirando por la ventana. Claribel me acompañó, iba todos los días a la clínica, me llevaba agua, noticias. Mis hijas me llamaban, mis amigos me visitaban. Fue un mal momento bien acompañado que no quisiera repetir, pero sé que en algún momento va a repetirse. El día que me enferme o cuando me toque irme de esta vida, de esta ilusión, de esta cosa que llamamos existencia, va a volver a ocurrir. —¿Conversaron con Claribel si era momento de parar la obra o descansar? —No, porque la obra no es que es una carrera de regularidad. Me hace muy feliz, va muy bien y no tengo ganas de pararla por este episodio. Ni los médicos me aconsejaron que deje de trabajar. No podría porque, además, necesito vivir. El día que me digan “pará”, voy a parar si puedo. No soy el único, hay mucha gente que trabaja igual, rezando todos los días para que no les pase nada. El doctor dice “no trabajes”, pero tengo que trabajar; que no tome frío, pero trabajo cortando el pasto. Mi situación es grata, porque mi oficio me gusta y me siento gratificado. Tomo conciencia, subo al escenario y pienso “este es un premio que me da la vida, poder a los ochenta años tener el privilegio de estar sobre un escenario haciendo una comedia preciosa que va bien y que la gente se ríe”. Me pone contento hacerlo con Claribel, la madre de mis hijas. Fue como un pellizco, me pisaron un pie, pero no lo siento como un castigo. Me llamó la atención, Me recordó que la vida no está comprada y hay que aprovecharla, disfrutar, estar con tus amigos. Por ejemplo, hace unos días fui a cenar con amigos y luego decidí quedarme en casa con mis perros. Mejor no puedo estar. "Fue un mal momento bien acompañado", explica Alarcón, quien estuvo rodeado de amigos y su familia, entre ellos Claribel Medina (@joynixmedia/@agenciacoralok) —¿Sentís que estos episodios te cambiaron la mirada sobre la vida? —Creo que siempre disfruté la vida: tengo amigos, mi casa, mi música, mis hobbies, mis estudios, mi trabajo, los zapatos lustrados. El miércoles por la noche hice una cena en casa para mi hija Antonella y para Claribel y cada una vino con sus perros. No son tonterías ni chiquilinadas, es darme el gusto. Podría llorar bajo la almohada, pero no tengo por qué. Estoy conforme con lo que me tocó y pagaré lo que me toque. Al haber estado una semana y media internado, tengo consecuencias económicas que afrontar, pero así es y no me voy a poner a llorar. —¿Decidiste volver de inmediato a los ensayos o te diste un tiempo? —Una semana. Salí el jueves pasado y esta ya estaba arriba al teatro. Me tomé solo siete días para recuperarme. —¿Te da felicidad volver al escenario? — Haber regresado me pone contento y ansioso de encontrarme con mis compañeros y el público, de seguir haciendo mi oficio, mejorando cosas. Desde mi vuelta que tenemos ensayos para ajustar algunos detalles. Una vez más, deja en claro que el dolor está para enseñarnos, no es un castigo, es una llamada de atención. Pensé qué hice mal para que me pase esto, pero los médicos tampoco encontraron la razón. Cuando comprendieron, me pusieron el marcapasos. No es que no seguí indicaciones; seguía todo al pie de la letra y vivía mi vida como siempre. Quizás podría haberme quedado en casa, pero me gusta mi trabajo. No podría dejarlo. Tras su última internación, el artista dejó en claro sus ganas de seguir adelante con su trabajo y disfrutar de la vida (Franco Fafasuli) —¿Qué es lo que más te gusta de tu labor? —El trabajo del actor es trabajar sobre uno mismo, conocerse, investigar el comportamiento humano. Cuando uno encara un personaje, lo hace desde los propios conflictos, desde el lado más vulnerable. No con las fortalezas, sino con las debilidades y los miedos. —¿Sentís que esta obra los está uniendo más como familia? —Sí, absolutamente. Nos llamamos a diario, nos consultamos cosas sobre el trabajo y sobre nuestras hijas. Nos hemos reconciliado en profundidad y eso le hizo bien a ella, a mí y a nuestras hijas. —¿Y cómo viviste su preocupación ante tu episodio de salud? —Lamento haberle dado un susto a mis hijas y a mis amigos. Me desmayé, perdí el conocimiento, es más común de lo que uno cree. Por suerte, a la semana ya tenía el marcapasos puesto. Tengo amigos que pasaron por lo mismo y me llaman para contarme. No hay que tener miedo, se puede seguir viviendo. —¿Qué te gustaría que se lleve la gente después de verte regresar al escenario? —La obra es muy sanadora, por lo que quiero que la gente salga sin parar de reírse y también lagrimear. Después de cada función se nos acerca gente y nos dice “a mí me pasó lo mismo, gracias por el mensaje”. Nos pone muy contentos. Emocionado, Alarcón volvió a subirse al escenario con su expareja y madre de sus hijas, Claribel (@joynixmedia/@agenciacoralok) —También trata mucho de las diferencias y la reconciliación. ¿Sentís que ese es el mensaje de fondo? —La reconciliación es absolutamente necesaria donde hay odio. Uno tiene que conciliar opuestos. No se puede odiar a quien se amó. Hay que cambiar y sanar la relación: de eso habla la obra, de sanar las relaciones. Y créeme que lo consigue. Eso nos falta a nosotros como argentinos: conciliar opuestos. No soy amigo de este porque es peronista ni del otro porque es libertario. Eso pone biombos y nos termina alejando. Hay que ser más amigables y gentiles, aunque parezca superficial. Sonreír, salvar el amor: esa es la tarea que nos toca. —¿Pensás que la grieta también es un problema en lo social? —Totalmente. Nos enferma, nos aleja y no tiene sentido. Sócrates decía: “El rencor es ese veneno que lo hacemos para nuestros enemigos, pero lo tomamos nosotros”. Es terrible, pero cierto. —¿Qué mensaje final te gustaría dejar después de este tiempo difícil? —Estoy conforme, disfruto lo que tengo y agradezco estar rodeado de la gente que quiero. Mejor no puedo estar. Y ojalá la obra sirva para sanar, para hacer milagros: donde había odio, que haya amor. Ese es el milagro más grande. El telón se alza y, con cada función, Pablo Alarcón demuestra que el verdadero acto de valentía es volver a elegir la vida, aunque haya cicatrices. Celebrado por sus compañeros y sostenido por el cariño del público, su regreso a escena junto a Claribel Medina se transforma en un homenaje a la pasión y a la esperanza. Porque para quienes aman profundamente su vocación, no hay obstáculo que logre apagar ese brillo tan único: el de un artista que, después de todo, nunca dejó de soñar. Crédito de fotos: @joynixmedia y @agenciacoralok.
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