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  • Misterio en Coghlan: un sospechoso que ya no se ve por el barrio y las dudas sobre su padre “ermitaño”

    » Clarin

    Fecha: 09/08/2025 06:38

    Como en la serie policial británica Unforgotten, en la que dos detectives se dedican a investigar casos olvidados que se reabren tras la inesperada aparición de una pista oculta que los lleva a un viaje al pasado, en el barrio de Coghlan no salen de su asombro. El primer capítulo de la exitosa tira que transcurre en la Londres actual comienza con el hallazgo de restos humanos durante la demolición de una casa y luego se determina que pertenecían a un chico de 17 años desaparecido en 1976. Cualquier semejanza con el crimen de Diego Fernández Lima (16), recientemente descubierto tras cuatro décadas sin ninguna novedad del caso, es mera coincidencia. “Yo nací hace casi setenta años, estuve toda mi vida prácticamente en esta casa”, dice a Clarín un vecino de Coghlan que conoce a la familia Graf y a Cristian, quien para la Justicia es el principal sospechoso del asesinato del adolescente de 16 años desaparecido en 1984 y cuyos restos aparecieron enterrados en el jardín de la vivienda familiar, sobre avenida Congreso 3742. El hombre prefiere preservar su identidad, pero accede a contar lo que sabe. De familia de alemanes, igual que los Graf, este vecino cuenta que “Cristian vive ahí con la mujer y el hijo". Consultado sobre cómo observó a la familia después del hallazgo de los restos de Diego comentó: “Hasta que se dio todo este suceso, nos veíamos con Cristian casi a diario. ‘Hola, ¿qué hacés?, ¿cómo estás?’ Tenemos un trato cordial, pero no somos amigos ni nada por el estilo." El chalet de avenida Congreso 3742 en la que se encontraron los restos de la víctima. Foto: Juano Tesone. El hombre dice que hasta hace se lo cruzaba a Cristian cuando este “salía a llevar al nene al colegio, iba al chino" u en otras salidas de este tipo por el barrio. "Pero desde que pasó esto no lo volví a ver", cuenta. “Es loco encontrar un cuerpo después de tanto tiempo, de alguien que tenía la misma edad que Cristian. Dicen que eran compañeros de colegio", comenta el vecino y enseguida aclara que a él no le corresponde acusar ni suponer: “Que se encargue la Justicia de eso.” Lo que sí tiene presente es la figura del padre de Cristian: “Del papá puedo pensar casi cualquier cosa. Era un tipo muy ermitaño. No dejaba salir a la esposa a la calle. Cuando él murió, recién ahí empezó a salir. Era lo que diría un bicho raro. Acá hay muchos alemanes, pero él era distinto. Muy cerrado." Del vínculo entre padre e hijo se sabe poco: “Nunca se supo mucho de eso. Mi hermana jugaba con Cristian cuando eran chicos. Justo ayer hablamos y ella me dijo que fue una sola vez a la casa. Era una familia ermitaña, pero aparentemente normal." Y aunque su relato es sereno, no oculta el impacto. “Esto antes era bien barrio. Las bicicletas quedaban tiradas y no se las afanaban. El policía estaba en la esquina. Ahora es distinto. Algo se rompió”, describe, con cierta nostalgia. La entrevista de los padres de Diego con la revista ¡Esto! en mayo de 1986, dos años después de la desaparición del adolescente. En la casa que está sobre la calle Congreso al 3742 las persianas están cerradas, repleta de cámaras de seguridad y un sin fin de cámaras que están apostadas ante la llegada de algún Graf, lo que no ocurre. Un secreto bajo tierra En Coghlan, las mañanas suelen empezar con el murmullo del barrio y los portones que se abren despacio. Los vecinos barren la vereda, saludan de lejos y siguen su rutina sin grandes sobresaltos. Pero desde hace unos días, algo cambió. En cada comercio o punto de encuentro se repite, con una mezcla de desconcierto y miedo, la siguiente pregunta: "¿Vos sabías que ese chico, el que vivía en el chalet con los ventanales grandes, era sospechoso de un crimen?" El chalet que tiene un pequeño jardín fue durante años apenas otra casa del barrio. Nadie imaginaba que, bajo la tierra prolija de su patio trasero, yacía un secreto guardado durante más de cuatro décadas. Y aún más desconcertante es que las sospechas apuntan a Cristian Graf, que era compañero de la víctima en la escuela ENET N° 36, al que asistían muchos chicos de la zona. "Me temblaron las piernas cuando lo escuché por la radio", dice Graciela, una vecina de la cuadra, con la mirada puesta en la vereda de enfrente. “A Cristian lo conocemos de toda la vida. Era un chico un poco callado, pero jamás pensamos que pudiera hacer algo así. Esto es un baldazo de agua fría para todos”, agrega. En Coghlan, Cristian es conocido por sus habilidades de electricista y por su pasión para arreglar motos. “Era de esos que saludan siempre igual: con la cabeza, sin muchas palabras”, agrega Javier, dueño del kiosco a una cuadra de la casa de los Graf. “Pasaba todas las mañanas a comprar cosas para el nene. Nunca dio motivos para sospechar nada raro. Si estaba loco, lo tenía muy bien guardado”, añadió. Una familia conocida y silenciosa La casa de los Graf siempre fue discreta. Sin visitas ruidosas ni fiestas. Una familia de bajo perfil. “La madre era una señora educada, de las que todavía decían ‘buenos días’ con una sonrisa”, recuerda Mabel, otra vecina que lleva más de 50 años en esta parte de Coghlan. El día que llegó la policía y empezaron a cavar, el barrio se paralizó. Algunos creyeron que era un error o que un obrero se había accidentado, otros se acercaron por curiosidad. Pero cuando encontraron restos humanos y confirmaron que pertenecían a Diego Fernández, la conmoción se volvió insoportable. “Nosotros veíamos esa casa como parte del paisaje”, dice Osvaldo, del supermercado. “Y ahora es como si el barrio tuviera una herida abierta. No podemos dejar de mirar para adentro. ¿Cómo puede ser que viviera entre nosotros alguien capaz de algo así?”, se pregunta. El barrio que perdió la inocencia Los vecinos se saludan con más cautela ahora. Algunos dicen que temen que haya más secretos en otras casas antiguas. Otros simplemente no pueden dejar de mirar la casa del crimen cuando pasan. Los más grandes, los que vieron crecer a Cristian y desaparecer a Diego y como luego su padre "Tito" salía a buscarlo en bicicleta, sienten que algo se rompió para siempre. Diego fue visto por última vez el jueves 26 de julio de 1984. La víctima fue vista con vida por última vez el jueves 26 de julio de 1984, cuando, por ejemplo, el entonces presidente Raúl Alfonsín dirigía un mensaje a la nación por el conflicto con Chile por el Canal de Beagle, entre otras noticias que acaparaban las tapas de los diarios. En aquellos días, Diego se tomaba el colectivo 114 hasta el club Excursionista, en el bajo Belgrano, donde entrenaba y jugaba al fútbol. Y si bien la causa podría prescribir por el tiempo transcurrido, en el barrio hay un deseo compartido: que se sepa qué pasó. Que se haga justicia, al menos simbólicamente. Que alguien diga, después de tanto secretismo, por qué. Mientras tanto, la casa de los Graf sigue ahí. Silenciosa, igual que antes. Pero ahora todos la miran distinto.

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