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  • Del pueblo al pedestal: cómo el poder aísla y transforma a los políticos

    Parana » Analisis Litoral

    Fecha: 08/08/2025 20:52

    Hay un fenómeno tan recurrente como inquietante en la política argentina y mundial: dirigentes que, tras llegar al poder por su cercanía con la gente, terminan convertidos en figuras lejanas, rodeadas de un círculo que los aísla de la realidad. La empatía, que alguna vez fue su capital político más valioso, se diluye en un mar de gestos altaneros y decisiones desconectadas. El poder tiene un efecto transformador —y no siempre para bien—. El psicólogo social Dacher Keltner, de la Universidad de California, sostiene que el poder puede generar una especie de “miopía social”: una reducción en la capacidad de percibir las emociones y necesidades de los demás. En otras palabras, cuanto más poder se ejerce, más difícil resulta “ponerse en el lugar del otro”. El entorno cumple aquí un papel central. Quienes rodean al líder suelen actuar como filtros, reforzando su visión y aislándolo de las críticas. El sociólogo Charles Wright Mills, en su obra La élite del poder, describe cómo los entornos políticos, empresariales y militares tienden a encerrarse en burbujas de autocomplacencia. Así, el dirigente deja de escuchar las voces que lo llevaron al cargo, para prestarle atención únicamente a un círculo reducido de intereses propios. Desde la psicología política, esta transformación se entiende como una combinación de factores: Sesgo de confirmación: el líder solo escucha aquello que reafirma sus creencias. Desensibilización empática: el trato constante con problemas abstractos o macroeconómicos reduce la conexión emocional con los casos individuales. Dinámica de corte: los colaboradores filtran información para evitar conflictos o “molestar” al líder, impidiendo que este perciba la crudeza de la realidad. El resultado es un político que, con el tiempo, pierde la frescura y autenticidad que lo hizo popular. La calle, las charlas informales y los problemas concretos de la gente común se vuelven anécdotas lejanas. Lo urgente pasa a ser lo que su entorno define como tal, no lo que realmente aqueja a la sociedad. No se trata solo de un fenómeno argentino, pero en nuestro país se repite con precisión de reloj: intendentes que dejan de caminar sus barrios, gobernadores que no pisan las oficinas públicas, legisladores que ya no atienden personalmente a quienes los votaron. Una vez que se asume el poder, el contacto humano se convierte en algo programado, medido y, muchas veces, impostado. Restaurar la empatía política requiere coraje y humildad. No basta con “salir en la foto con la gente”; hay que escuchar de verdad, dejar entrar la incomodidad, abrirse a críticas y aceptar que el poder es un medio, no un fin. Porque la soberbia política no solo daña la imagen del dirigente: erosiona la confianza en la democracia misma. Bibliografía recomendada: Keltner, D. (2016). The Power Paradox: How We Gain and Lose Influence. Penguin Press. Mills, C. W. (1956). The Power Elite. Oxford University Press. Janis, I. L. (1972). Victims of Groupthink. Houghton Mifflin. Lammers, J., et al. (2008). “Power Increases Hypocrisy: Moralizing in Reasoning, Immorality in Behavior.” Psychological Science, 21(5), 737–744. Por : Alejandro Monzón para https://www.analisislitoral.com.ar/ Opinión #Política #Poder #Soberbia #Empatía #PsicologíaPolítica #Sociología #Liderazgo #Democracia #Argentina

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