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  • La paradoja de la revolución de los medicamentos para bajar de peso

    » Clarin

    Fecha: 08/08/2025 08:41

    Aunque algunos no quieran aceptarlo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió oficialmente a la obesidad como una enfermedad crónica ya en 1997, cuando la declaró pandemia global. Hoy existe consenso internacional sobre su naturaleza: la obesidad implica un exceso de grasa corporal disfuncional que desencadena un proceso inflamatorio de bajo grado. Esta inflamación afecta órganos vitales como el corazón, los riñones, el hígado, el cerebro, el páncreas, los músculos, las articulaciones y hasta la médula ósea. Por eso no hay obesidad "sana": una persona con exceso de grasa, tarde o temprano, desarrollará comorbilidades (es decir, enfermedades asociadas), aunque al principio no se detecten alteraciones visibles o mensurables. La ausencia temporal de síntomas puede deberse a que la persona aún no ha vivido suficiente tiempo con esa adiposopatía, o a que la ciencia todavía no cuenta con biomarcadores capaces de detectar el daño específico en ese caso. Además de su impacto inflamatorio, la obesidad aumenta significativamente el riesgo de múltiples enfermedades crónicas. Más allá del IMC El diagnóstico de obesidad ya no se basa exclusivamente en el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso por la altura al cuadrado. Hoy se sabe que el IMC no distingue entre masa grasa y masa muscular y, por lo tanto, no refleja con precisión la composición corporal. Suscribite a Buena Vida Cada quince días, Florencia Cunzolo te cuenta lo último para cuidar tu salud y sentirte bien. Registrate acá. Por eso, los principales expertos del mundo recomiendan complementar su medición con otras herramientas más sensibles, como los estudios de composición corporal (a través de bioimpedancia, DEXA, tomografía o resonancia). También se usan parámetros antropométricos como Índice cintura/altura que se calcula dividiendo la circunferencia de la cintura por la altura (un valor mayor o igual a 0,5 es indicativo de riesgo cardiometabólico aumentado). La cultura de la delgadez y el mandato estético La llamada cultura de la delgadez impone un ideal estético estrecho, que privilegia los cuerpos delgados y marginaliza a los cuerpos más grandes. Este ideal no solo se asocia a belleza, sino que se equipara erróneamente con salud y control personal. ¿Cómo identificarla? Lamentablemente, como el dietismo y la cultura de la delgadez son omnipresentes, las hemos naturalizado y muchas veces ya no las detectamos. Pero podemos hallar sus huellas en comentarios sobre comida al sentarse a comer, en opiniones acerca de cuerpos ajenos, en valorar o normalizar dietas extremas o comportamientos desordenados como beber agua en lugar de comer, elogiar la pérdida de peso, la promoción de alimentos "sin culpa" , la idea de que la comida se "gana" solo si se compensa con ejercicio. Pero también en el uso de filtros en las redes sociales, el auge de influencers que promueven estar flaco como si fuera el ideal de salud o que disfrazan de 'bienestar' o 'estilo de vida' a las dietas extremas que ignoran las señales internas de hambre. Fármacos antiobesidad: un cambio de paradigma Los nuevos medicamentos para tratar la obesidad, basados en hormonas naturales que regulan el apetito y el metabolismo, representan una revolución científica y un cambio conceptual. Los fármacos antiobesidad deben usarse bajo prescripción médica. Foto Shutterstock. Son eficaces, seguros y aprobados por agencias regulatorias como la FDA o ANMAT. Sin embargo, menos del 2% de los adultos y menos del 1% de los adolescentes con obesidad reciben una receta para estos tratamientos. Las razones son múltiples: persistencia (incluso entre profesionales de la salud) de la creencia errónea de que la obesidad no es una enfermedad, estigmatización y culpabilización del paciente y la falta de cobertura médica o altos costos de tratamiento. La paradoja de la delgadez y el uso indebido En paralelo, muchas personas sin obesidad —influenciadas por la cultura de la delgadez y el malestar corporal— recurren a estos fármacos en busca de pérdida de peso rápida. Aquí se genera la paradoja: quienes no los necesitan los buscan, y quienes los necesitan no los reciben. Aunque cada persona tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, es fundamental distinguir entre tratar una enfermedad y responder a una presión estética. El uso de medicamentos antiobesidad en personas sin obesidad representa un uso inapropiado, con posibles riesgos para la salud. Un mensaje necesario: no banalizar La aparición de fármacos eficaces puede transmitir el mensaje de que "bajar de peso es fácil". Y esto podría llevar a abusos, automedicación o trivialización del tratamiento. Por eso es clave ser enfáticos en que estos medicamentos están indicados exclusivamente para personas con obesidad o sobrepeso con comorbilidades y deben ser prescritos y supervisados por profesionales de la salud. Las agencias regulatorias y las guías clínicas internacionales limitan su uso estrictamente a estos casos. El reconocimiento de la obesidad como enfermedad no ataca la diversidad corporal ni niega la autoaceptación. Y disponer de tratamientos eficaces para tratarla no estigmatiza, sino que permite ofrecer alternativas clínicas basadas en evidencia. *** ¿Te perdiste alguna cita al consultorio? Encontrá las últimas acá: ***

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