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» Clarin
Fecha: 08/08/2025 06:37
Esta semana se cumplió el 80 aniversario del bombardeo nuclear a Hiroshima y Nagasaki que cesó la Segunda Guerra Mundial con la masacre en apenas segundos de más de 210 mil vidas. La única vez que se usaron estos artefactos en un frente bélico. No solo hubo aquellas víctimas inmediatas. Otras decenas de miles cayeron luego poco a poco atrapados en los efectos de la contaminación. Quienes sobrevivieron, los llamados Hibakusha (literalmente, persona bombardeada), quedaron presos del arrasador impacto psicológico y de la discriminación que sufrieron por parte de sus paisanos. Ese horror acaba de experimentar una peculiar forma de ser evocado por parte de las dos mayores potencias nucleares de la época. El autócrata ruso Vladimir Putin acaba de anunciar que se libera de lo que llamó una moratoria unilateral para los misiles intermedios. “Rusia se considera con derecho a adoptar, si es necesario, las medidas adecuadas, a dar los pasos apropiadas”, dijo el vocero del Kremlin en las mismas horas del aniversario. La moratoria de la que habla es el acuerdo de 1987 entre la Unión Soviética y EE.UU. para desmantelar las armas nucleares y convencionales de corto y mediano alcance. Ese pacto ya había sido gravemente ignorado en 2019 en su primera presidencia por Donald Trump, planteando que Rusia lo había violado, alegaciones que la otra parte negó. Ahora Moscú hace este anuncio en cierto sentido abstracto, sobre un acuerdo muerto, como reacción a la insólita amenaza del líder republicano que anunció el despliegue de sus submarinos nucleares supuestamente cerca de Rusia. Una medida imprudente, pero vacua porque los sumergibles siempre están en movimiento y no es necesario acercarlos para atacar blancos lejanos. Fue su respuesta al lenguaraz ex presidente ruso, Dmitri Medvedev, que suele hablar por boca de Putin revoleando el potencial nuclear de su país para sostener derechos que se atribuye sobre Ucrania. Moscú apuntó primero a Europa con esta amenaza y a EE.UU. luego, horas antes de vencer el ultimátum de Trump a Putin para que cese la guerra y negocie con Kiev, presión que Rusia desconoce con estos exabruptos. Este contexto puntual revela hasta qué punto permanece ausente una estrategia equilibrada en un tema altamente nocivo que se ha venido desbarrancado, por definirlo de algún modo. El astrofísico estadounidense-australiano Brian Schmidt, Premio Nobel de Física en 2011, alerta que las armas nucleares actuales son mucho más destructivas que las de Hiroshima y Nagasaki. “En los arsenales contemporáneos, una sola bomba puede contener tanto poder destructivo como el que se desató durante toda la Segunda Guerra”, dijo a comienzos de año en el portal Truthout. Actualmente, se estima que los nueve países que tienen arsenales nucleares poseen el equivalente destructivo de 146.500 bombas del tamaño de la de Hiroshima, muchas de las cuales están listas para ser lanzadas en poco tiempo. Schmidt sostiene que un arma nuclear “pequeña” en este presente podría precipitar el uso de un arsenal nuclear equivalente a una gigatonelada, causando el colapso de la civilización. El arsenal actual Tras la Segunda Guerra, EE.UU., seguido por la Unión Soviética, invirtió fuertemente en el desarrollo de armas nucleares, y el Reino Unido, Francia, China y, posteriormente, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte construyeron sus propias bombas. “A mediados de la década de 1980, los arsenales nucleares mundiales alcanzaron un máximo de poco más de 70.000 ojivas. Los tratados de control de armas y la diplomacia lograron reducir esas cifras a aproximadamente 12.200 en la actualidad, de las cuales casi el 90% están en posesión de Rusia y Estados Unidos”, consigna Jon Letman en ese portal. Henry Kissinger alertaba que las guerras pueden estallar más allá de la intención de quienes las estimulan, incluso por un accidente cuya posibilidad crece de modo significativo si se juega en los límites. Gerhard Mangott, experto en Rusia de la Universidad de Innsbruck, explica que el despliegue de misiles de alcance intermedio en Europa, planeado por los países de la OTAN y Rusia, se instala en aquellos umbrales mínimos. Si un bando dispara un proyectil de este tipo, el otro solo tendría minutos para responder. “En Europa Central, el tiempo de advertencia se reducirá a unos cuatro o cinco minutos, lo que aumenta considerablemente la probabilidad de una escalada nuclear involuntaria”, le señala a Reuters. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, gesticula mientras bromea con los periodistas sobre su plan de instalar misiles nucleares, junto a un arquitecto y sus asesores en el tejado de la Casa Blanca en Washington. Foto Reuters Las analistas Marion Messmer y Georgia Cole del Chatham House de Londres, agregan a ese escenario el aporte polémico de la Inteligencia Artificial que “está transformando la forma en que se pueden usar o mal usar las armas nucleares”. Alertan a tono con lo indicado por Mangott que “estos avances cambian el cálculo estratégico, reducen el tiempo que los líderes tienen para tomar decisiones de vida o muerte y aumentan el riesgo de una escalada accidental”. El escenario global nunca estuvo tan en peligro, señalan los especialistas. Solo alcanza con observar que Rusia, India, Pakistán, Israel y el propio EE.UU., todos con arsenales nucleares, se han envuelto últimamente en graves disputas militares. Y sobrevuela también el problema Trump. Además de la salida de su país del citado tratado de misiles de alcance intermedio el líder republicano sumó la reticencia en su primer gobierno a prolongar el Nuevo START. “Es el último tratado vigente de limitación de armas nucleares entre EE.UU. y Rusia. Casi provocó su ruptura antes de que Joe Biden, luego, obtuviera una prórroga de cinco años”, afirma el politólogo Anubhav Goswami en The Interpreter. Ese pacto imprescindible vence en febrero de 2026. Esa fecha puede ser el umbral de una extraordinaria inestabilidad nuclear al disolverse la barrera que impide la multiplicación de las armas. “Trump desprecia los acuerdos nucleares”, sostiene este académico de la universidad de Perth especializado en riesgo atómico. Aún si hubiera un acuerdo incluyendo a China, como reclama el líder republicano, nada detendrá el masivo programa de modernización nuclear estadounidense con un coste de 1,7 billones de dólares o casi 75.000 millones de dólares anuales entre 2023 y 2032. En ese paquete está la nueva clase de submarinos con misiles balísticos, los intercontinentales basados en silos, la bomba de gravedad modificada, y los bombarderos furtivos de última generación. Armas para una guerra del fin del mundo que pone en seria duda el sentido original del concepto de disuasión. El presidente ruso, Vladímir Putin, se reúne con la cúpula del Ministerio de Defensa y representantes de la industria de defensa en Moscú, Rusia. Foto EFE Goswami aporta otra novedad importante a estas épocas de locura. “Para empeorar las cosas, EE.UU. analiza reanudar las pruebas nucleares por primera vez desde 1992. Romper con la larga tradición de abstenerse de estos test llevaría a otros Estados a imitarlo. EE.UU. no necesita hacerlo, los métodos actuales de simulación son suficientes. Por lo tanto reanudarlos sería únicamente una decisión política para demostrar fuerza y amenaza”. Este escenario es especialmente peligroso en una época del uso político del odio como la actual que no admite refutaciones. No hay conciliación y la verdad retrocede ante la simulación y la neolengua de Orwell. En ese sentido el Nobel de Literatura, el nigeriano Wole Soyinka, reprocha que “no solo presenciamos el calentamiento global. Hay un cierto calentamiento de las relaciones humanas y sociales, así como de la interacción nacional”. Describe entonces una “inquietante escalada de violencia y una especie de liderazgo demoníaco en la que los políticos declaran alegremente: Si es necesario, usaré una bomba atómica”, y muestran “un lenguaje corporal jactancioso, arrogante y soberbio”. Son los que manejan el mundo.
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