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Parana » AIM Digital
Fecha: 31/07/2025 18:43
El miércoles 30 de julio, un potente terremoto de magnitud 8,8 —uno de los más fuertes registrados en décadas— sacudió la costa oriental de Rusia, cerca de la península de Kamchatka. El sismo provocó la generación de un tsunami que alcanzó olas de hasta cuatro metros en algunas zonas del Pacífico, lo que llevó a evacuaciones preventivas desde Hawaii hasta Japón. El movimiento sísmico ocurrió en una “zona de subducción”, donde la placa del Pacífico se desliza por debajo de la placa norteamericana, un fenómeno geológico que genera algunos de los terremotos más grandes del mundo. Este evento, que podría ser reclasificado como aún más fuerte tras nuevos análisis, fue el más intenso desde el devastador sismo de Japón en 2011. La profundidad relativamente baja del epicentro —unos 20 kilómetros— aumentó la intensidad del temblor en la superficie, con daños materiales significativos en Petropavlovsk-Kamchatsky, la principal ciudad de la región. Se reportaron derrumbes parciales, como el colapso de un edificio de guardería, y fuertes sacudidas que afectaron a las aproximadamente 250.000 personas que habitan la península. Pese a la gran magnitud del terremoto, el tsunami generado fue considerado más débil de lo esperado. Expertos explican que la diferencia radica en que, aunque el sismo alcanzó magnitudes cercanas a 8,8, eventos catastróficos anteriores que causaron tsunamis devastadores, como el de Indonesia en 2004 y el de Japón en 2011, superaron la magnitud 9. Debido a la escala logarítmica, un sismo de magnitud 9 libera casi diez veces más energía que uno de magnitud 8,7 o 8,8. El tsunami recorrió el Océano Pacífico a velocidades similares a las de un avión a reacción, afectando costas desde Rusia hasta América del Sur. Las características del fondo marino y la pendiente de las plataformas continentales influyeron en la altura y energía de las olas, lo que permitió que se disipara parte de la fuerza antes de llegar a algunas costas. El terremoto también ha generado una serie de réplicas, algunas de ellas superiores a magnitud 5, que podrían continuar durante semanas o meses, manteniendo la alerta en la región. Esta secuencia sísmica empezó a gestarse dos semanas antes, cuando un sismo de magnitud 7,4 fue registrado y ahora se considera como premonitorio. A pesar de los avances científicos, los especialistas coinciden en que los terremotos de gran magnitud siguen siendo impredecibles y que aún no existen indicadores fiables para anticipar con precisión estos eventos. Sin embargo, el análisis de secuencias y patrones sísmicos continúa siendo una prioridad para mejorar los sistemas de alerta y reducir riesgos para las comunidades vulnerables.
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