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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 31/07/2025 04:58
Saint-Exupéry frente a su avión P-38 Lightning durante la Segunda Guerra Mundial. A bordo de una aeronave como esta emprendió su último vuelo, el 31 de julio de 1944 Sobrevolaba el Mediterráneo. Bajo el cielo azul que tantas veces había cruzado, Antoine de Saint-Exupéry emprendió su último vuelo el 31 de julio de 1944. Había despegado desde una base aérea en Córcega, a bordo de un avión de reconocimiento P-38 Lightning, para realizar una misión sobre la región francesa ocupada de Ródano-Alpes. Su avión jamás regresó: el escritor, aviador y poeta fue declarado desaparecido en combate. La noticia conmovió a Francia y al mundo. El autor de El Principito, una de las obras más leídas de todos los tiempos, era también un símbolo del espíritu humanista en tiempos oscuros. Su obra, a medio camino entre la fábula infantil, la filosofía y la poesía, tocó corazones en todo el mundo; y su desaparición lo convirtió en leyenda. Durante décadas, el misterio envolvió aquel último vuelo: ¿fue abatido por un caza alemán? ¿Sufrió una falla técnica? ¿Fue un accidente o una misión suicida? Las respuestas comenzarían a llegar medio siglo después, cuando el Mediterráneo, lentamente, empezó a devolver las piezas del rompecabezas. Antoine de Saint-Exupéry pidió volver a volar durante la Segunda Guerra Mundial, pese a su edad. Tenía 44 años cuando emprendió su último vuelo y desapareció en combate El último vuelo La Segunda Guerra Mundial atravesaba una etapa decisiva. Tras el desembarco aliado en Normandía, en junio de 1944, las fuerzas aliadas avanzaban por el territorio francés. Saint-Exupéry, desmovilizado en 1940 tras la caída de Francia, no quiso permanecer al margen. A sus 44 años, una edad considerada alta para misiones de riesgo, logró ser reincorporado como piloto en el Grupo de Reconocimiento II/33. Sus primeros vuelos fueron complicados: estrelló una nave al aterrizar y pasó ocho meses en tierra, hasta que en julio de 1944 volvió a ser autorizado para volar. El 31 de julio despegó desde la base aérea de Borgo, en Córcega, a las 8:45 de la mañana. Su misión: sobrevolar Annecy, al este de Francia, y tomar fotografías aéreas de las posiciones alemanas, clave para planificar el próximo desembarco aliado en Provenza. El vuelo estaba calculado para durar menos de seis horas. Nunca regresó. Cuando aún tenía combustible para una hora más, su avión dejó de emitir señal. La radio guardó silencio. A partir de entonces, el vacío. El autor de El Principito se convirtió en un enigma. Las teorías no tardaron en multiplicarse: un fallo técnico, un derribo de la Luftwaffe, una muerte por despresurización o incluso un suicidio... Saint-Exupéry arrastraba una profunda melancolía, marcada por el desencanto ante la violencia del mundo. También surgieron versiones aún más improbables: que fue capturado y ejecutado por los nazis, o que sobrevivió y desapareció voluntariamente. La pulsera de plata hallada en 1998 en el Mediterráneo, con el nombre de Saint-Exupéry y la dirección de su editorial en Nueva York. Fue la primera pista concreta tras décadas de misterio (historiahoy.com) Durante casi 50 años, no hubo certezas. Hasta que el 7 de septiembre de 1998, el pescador Jean-Claude Antoine Blanco encontró una pulsera de plata entre peces y redes, frente a la isla de Riou, cerca de Marsella. Al principio no prestó atención a su valor. Pero la inscripción reveló lo imposible: pertenecía a Antoine de Saint-Exupéry y, desde algún lugar, comenzaban a salir a flote las piezas del rompecabezas. El hallazgo reorientó la búsqueda. Durante décadas se habían rastreado los alrededores de Niza. Ahora todas las miradas apuntaban a Marsella. En 2000, el buzo Luc Vanrell localizó restos de un avión sumergido cerca de Riou. En 2003, se confirmó que eran parte de un P-38 Lightning: el avión del escritor. El Mediterráneo, que durante medio siglo había guardado silencio, finalmente habló. No devolvió el cuerpo, pero sí una verdad necesaria: Saint-Exupéry murió volando, fiel a sí mismo, sobre un cielo en guerra. Antoine de Saint-Exupéry en su escritorio, rodeado de papeles y manuscritos. En su exilio en Nueva York escribió gran parte de la obra que lo inmortalizaría El escritor que venía del cielo Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, en el seno de una familia aristocrática venida a menos. A los 4 años quedó huérfano de padre y creció en un entorno predominantemente femenino, marcado por la figura de su madre, enfermera. Desde muy joven sintió una fascinación intensa por la mecánica y la aviación, pasiones que moldearían su destino. En ese camino de descubrimiento, recibió otro duro golpe: la muerte de su hermano menor, François, a los quince años. Saint-Exupéry lo acompañó en su lecho final y esa experiencia, años más tarde, la evocaría en El Principito: “Cayó lentamente, como cae un árbol joven”. Cuando terminó su formación escolar, en el bachillerato en Suiza, intentó ingresar a la escuela naval sin éxito. En 1920, cumpliendo el servicio militar, se formó como piloto en Estrasburgo. No tardó en integrarse a la Aéropostale, donde debía cubrir las rutas peligrosas entre Europa, África y América del Sur: volaba sobre desiertos, cordilleras y climas extremos. Antoine de Saint-Exupéry junto a su esposa, Consuelo Suncín, en Buenos Aires. Su relación, tan intensa como turbulenta, dejó una huella profunda en su obra literaria (historiahoy.com) En Cabo Juby, al sur de Marruecos, empezó a escribir. En 1928, la empresa postal aérea lo trasladó a Buenos Aires como director de Aeroposta Argentina: en estas tierras conoció a la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncín, con quien se casó. De esas vivencias nacieron libros como Correo del Sur (1929) y Vuelo nocturno (1931), ganador del premio Femina. Su figura de piloto solitario y expuesto a los peligros, se convirtieron en emblema de su obra. A partir de 1932 se dedicó al periodismo y viajó como corresponsal por la Indochina Francesa (Vietman), Moscú y España. Pero nunca dejó de volar: en 1935 sobrevivió a un accidente en el desierto del Sahara que alimentaría, años más tarde, su obra cumbre, El Principito. En 1939 publicó Tierra de hombres, donde plasmó su visión ética y humanista del mundo. Ese mismo año fue movilizado como piloto de reconocimiento y participó en misiones peligrosas durante el avance nazi sobre Francia. Tras el armisticio y el exilio, se instaló en Nueva York, desde donde abogó para que Estados Unidos entrara en la guerra. Sin embargo, sentía que escribir no bastaba. En 1944, tras múltiples rechazos, consiguió ser reincorporado al servicio activo. Fue destinado a una unidad de reconocimiento fotográfico en Cerdeña y luego en Córcega, sellando, sin saberlo, su final. Ediciones originales de “Le Petit Prince” y “Pilote de guerre” expuestas en una muestra dedicada a Saint-Exupéry. Dos obras clave donde confluyen su mirada poética y su experiencia como aviador “El Principito”, el libro que está en todas las casas El Principito es un cuento infantil en apariencia, pero bajo su lenguaje sencillo y sus dibujos ingenuos —realizados por el propio autor— se esconde una reflexión profunda sobre la amistad, la pérdida de un ser amado y el sentido de la vida. El narrador, un piloto que se estrella en el desierto, conoce a un pequeño príncipe llegado de otro planeta. A través de sus conversaciones y encuentros, se revelan las contradicciones del mundo adulto: la vanidad, la obsesión por el poder, el egoísmo. Se cruza con figuras como el zorro, quien le enseña el verdadero sentido de la amistad y la esencia de las relaciones humanas. La esencia misma de esta obra está reflejada en el secreto que el noble animal le regala: "No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". Aunque el autor no vivió para ver el impacto de su obra, El Principito se convirtió en un fenómeno mundial. El Principito fue publicado por primera vez en abril de 1943 en Nueva York, tanto en francés como en inglés, por la editorial Reynal & Hitchcock. En plena ocupación nazi, la editorial Gallimard no pudo publicarlo en Francia hasta 1946, tras la liberación del país. Saint-Exupéry escribió e ilustró el libro durante su exilio en Estados Unidos, mientras intentaba convencer al gobierno norteamericano de involucrarse en la guerra. Agotado física y emocionalmente, produjo allí una parte sustancial de la obra por la que hoy es recordado. Desde entonces, El Principito se convirtió en un fenómeno editorial y cultural. Es el libro escrito en francés más traducido y leído de todos los tiempos, con versiones en más de 250 idiomas —incluido el braille y sistemas fonéticos para estudiantes de inglés como segunda lengua— y más de 140 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. En español, la primera edición fue publicada en 1951 por Emecé Editores, en Buenos Aires, con traducción de Bonifacio del Carril. En 2023, El Principito traducido al idioma aymara (Prensa Feria Internacional del Libro de La Paz) Su mensaje dio lugar a múltiples adaptaciones a lo largo de las décadas: obras de teatro, películas, ballets, grabaciones, óperas y series animadas, que aún hoy mantienen viva su vigencia generación tras generación. La figura de Antoine de Saint-Exupéry quedó envuelta en un aura de romanticismo: piloto solitario, escritor sensible, hombre marcado por la belleza, el riesgo y el dolor del mundo. Fue un aviador con alma de poeta, un narrador que escribió desde el borde mismo de la experiencia. Su literatura no fue evasiva. En libros como Tierra de hombres y Carta a un rehén abordó la responsabilidad, el deber, la dignidad y el amor con una sensibilidad profunda. Su escritura fue, ante todo, un compromiso y una búsqueda incansable de sentido. Antoine de Saint-Exupéry (1900–1944), aviador y escritor francés, autor de la célebre obra El principito, libro que lo consagró como una figura universal de la literatura del siglo XX Como su personaje más célebre, Saint-Exupéry desapareció del mundo de los adultos. Pero dejó su huella en el cielo. Décadas después, cuando aquel pescador encontró su pulsera de plata y más tarde se identificaron fragmentos del fuselaje del P-38 que pilotaba, el misterio comenzó a resolverse. En el año 2000, se hallaron restos de un avión en el mar, cerca de la isla de Riou, frente a Marsella. Tras varios años de investigación, se confirmó que pertenecían al Lightning P-38 que Saint-Exupéry piloteaba en su última misión. En 2008, un nuevo elemento se sumó al rompecabezas: Horst Rippert, un piloto alemán de la Luftwaffe, aseguró haber derribado aquel avión en julio de 1944. Su testimonio, aunque no concluyente, aportó un tono humano y trágico a la historia. “Me quedé horrorizado. Saint-Exupéry era uno de mis héroes de juventud. No sabía contra quién disparaba. Disparé contra un avión enemigo. Eso es todo”. Aunque su cuerpo nunca fue encontrado, dejó algo en claro: Saint-Exupéry había desaparecido cumpliendo su deber, en vuelo solitario sobre un cielo en guerra, fiel hasta el final a su convicción de mirar el mundo desde lo alto.
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