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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/07/2025 04:41
El 28 de julio de 1976 se produjo el terremoto más cruento de la historia en la ciudad china de Tangshan La noche anterior, los habitantes de la populosa ciudad-prefectura de Tangshan, en la provincia china de Hebei, habían visto unas extrañas luces en el cielo a las que nadie les encontró explicación. Era un fenómeno nuevo, de origen desconocido, pero tan llamativo que miles de personas se quedaron observándolas. No sabían – no podían saberlo – que eran el anticipo de una catástrofe y que para muchas de ellas esa luminosidad anunciaba el final de sus vidas. Se fueron a dormir sin saberlo. Al día siguiente debían levantarse temprano para trabajar. La primera sacudida se registró a las 3.42 de la madrugada del miércoles 28 de julio de 1976, con epicentro en las afueras de la ciudad, y tuvo la potencia equivalente a la de unas cuatrocientas bombas atómicas como la lanzada sobre Hiroshima. La hora fue determinante para potenciar la cantidad de víctimas: la mayoría de la población estaba durmiendo, por lo que decenas de miles de personas murieron aplastadas por los techos de sus propias casas, sin llegar a despertar. La magnitud de ese primer terremoto fue tal que las ondas telúricas llegaron a Alaska, a unos 6.000 kilómetros de distancia. Pero la catástrofe recién comenzaba y continuó con un segundo sismo importante que se produjo cuatro horas más tarde y fue seguido por 125 temblores de tierra de magnitudes variables en los tres meses siguientes. El Instituto Geológico de los Estados Unidos informó aquella misma noche que la intensidad del primer terremoto había sido 7.5 grados en la escala de Richter y que se trataba del más fuerte registrado en el planeta desde el ocurrido el 27 de marzo de 1964 en Alaska, con un récord de 9.2 grados. Debido a la escasa población, aunque con una potencia superior el sismo de Alaska había causado solo 131 muertos; en cambio, en Tangshan cuando se hizo el recuento final en Tangshan la cifra de víctimas fatales orilló las 300.000, la mayor cantidad provocada por un sismo en la historia. El terremoto se produjo durante la madrugada y la mayoría de la población dormía China tiembla Existen crónicas que dan cuenta de devastadores movimientos telúricos en el vasto territorio de China desde la más remota antigüedad. Uno de los más grandes ocurrió en 1290, durante la dinastía Yuan, bajo la dominación mongol, y no le quedó a la saga el de Shensi en 1556, con decenas de miles de víctimas. Por supuesto, no se conocen sus magnitudes porque no existían las escalas ni los aparatos para medirlas. Los registros del Siglo XX son más precisos. El 16 de diciembre de 1920, un temblor de 8.6 grados con epicentro en Hansi se cobró la vida de cerca de cien mil personas. No había transcurrido aún siete años, cuando el 22 de mayo de 1927 otro terremoto, con una intensidad de 8.3 grados, dejó un saldo de casi doscientas mil víctimas fatales. Cinco años después, el 26 de diciembre de 1932, otras 70.000 personas murieron cuando Hansi volvió a temblar, esa vez con una intensidad de 7.6 grados en la escala de Richter. Todos habían sido inesperados y muy letales. En 1966, después de un gran temblor registrado al sur de Beijing, las autoridades chinas ordenaron la creación de un comité científico cuya tarea principal era encontrar una manera de predecir los terremotos a tiempo para evacuar a los habitantes de la zona que sería afectada y así mitigar sus efectos, por lo menos en cuanto a la pérdida de vidas. Cuando la noticia llegó a los países occidentales, causó una mezcla de gracia y estupor entre los geólogos más prestigiosos. El doctor Robert Hamilton, director del Departamento Geológico de los Estados Unidos, declaró que lo que se proponían los chinos era un despropósito, ya que aún no existía un método confiable para detectar con anticipación cuándo se produciría un movimiento telúrico. Para desmentir ese escepticismo, un hecho pareció demostrar que los científicos chinos sí habían encontrado la manera de hacerlo. A comienzos de 1975, el Comité Provincial del Partido Comunista de Liaoning recibió una sorprendente comunicación: se le ordenaba que debía organizar un programa de prevención y respuesta para un terremoto que se produciría en esa provincia, con epicentro cerca de Haicheng. Los dirigentes no perdieron el tiempo: el 28 de enero anunciaron que el temblor era inminente y pusieron en marcha un programa de evacuación. Los sismólogos chinos tenían razón: el 4 de febrero la tierra se sacudió con una intensidad de 7.3 grados en la escala de Richter, pero gracias a la oportuna salida de sus habitantes, las muertes fueron relativamente pocas: hubo 2041 víctimas fatales y 27.000 heridos en una ciudad donde colapsaron miles de edificios. Se estimó que, si no se hubiese realizado la evacuación, los muertos habrían sido unos 150.000. Sin embargo, menos de un año y medio después nadie fue capaz de anticipar el terremoto de la madrugada del 28 de julio de 1976. Miles de voluntarios se volcaron a las calles en busca de sobrevivientes Réplicas interminables Después del primer temblor, los servicios médicos y las brigadas de rescate actuaron con rapidez. El gobierno chino no esperaba esta vez el terremoto, pero sí estaba en condiciones de responder eficientemente ante cualquier catástrofe. Pese a que la visita del presidente estadounidense Richard Nixon en 1972 había abierto las puertas del diálogo con Occidente, la Guerra Fría continuaba y el gigante comunista tenía siempre listos aceitados mecanismos de respuesta a las consecuencias de un ataque contra su territorio. Tangshan no había sido bombardeada, pero los efectos del sismo podían compararse con los de un ataque devastador. El ejército tomó de inmediato el control de la ciudad y coordinó las acciones de los brigadistas y voluntarios. Decenas de miles de personas pusieron manos a la obra para remover los escombros, mientras las tropas vigilaban que no hubiera saqueadores. Cuando se produjo el segundo temblor, pocas horas después, muchos de los que intentaban rescatar a las personas sepultadas quedaron también atrapados entre los escombros. En las plazas, prácticamente los únicos lugares seguros de la ciudad, se montaron hospitales de campaña para atender los casos más urgentes mientras se organizaban operativos de traslados de los heridos hacia hospitales de otras ciudades. Poco a poco, el caos inicial se fue transformando en orden, pero las tareas de recuperación de cadáveres se prolongaron durante semanas. En cuanto a la ciudad, harían falta años para reconstruirla. Cada tanto, los trabajos debían detenerse por las réplicas del terremoto, de menor intensidad pero igualmente peligrosas, que parecía que nunca iban a terminar. China siguió temblando durante tres meses. La ciudad de Tangshan quedó destruida tras el sismo del 28 de julio de 1976 “Las luces de Tangshan” Las inexplicables luces en el cielo que los habitantes de Tangshan vieron la noche anterior al terremoto se convirtieron en una leyenda, aunque con el tiempo se construyeron varias hipótesis científicas sobre sus causas. Hoy, a aquellas “luces de Tangshan” se las conoce como “luces de terremoto” y han sido vistas antes, durante e incluso después de muchos sismos. Generalmente tienen formas similares a las de una aurora boreal y son de tonalidades entre blanco y azul, aunque hubo casos en que mostraron un mayor espectro de color. Suelen durar desde algunos segundos hasta varios minutos, como durante el sismo de Japón de 2011 y los terremotos de México de 2017 y 2021. Según una investigación realizada por la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, los destellos lumínicos se producen debido a que los deslizamientos del suelo cerca de las fallas geológicas de la Tierra podrían generar una carga eléctrica. Si bien las rocas son aislantes, se demostró en experimentos de laboratorio que son buenas conductoras de electricidad en su superficie. El fenómeno fue descubierto por el físico mineralogista Friedemann Freund, que comprobó que los granos de las rocas están llenos de imperfecciones y presentan átomos de oxígeno en estados imperfectamente ionizados, que permiten la formación de unos “huecos de electrón”, que llevan una carga similar a la de un electrón, pero opuesta, es decir, no negativa, sino positiva. Una vista aérea de la destrucción tras el terremoto sobre la ciudad china de Tangshan Durante un terremoto, se puede liberar en la corteza una nube de esos “huecos de electrón” que ascienden a través de las rocas y se manifiestan surgiendo de la tierra como plasma en estado sólido, cuyos efectos incluyen luces de terremoto. Más allá de las hipótesis sobre sus causas y las leyendas que se forjaron acerca de las luces a partir de su avistamiento en el cielo de Tangshan, existen registros de fenómenos similares desde la antigüedad, siempre ligados a terremotos. En su “Naturae Historiarum”, el historiador romano Plinio el Viejo, relata de segunda mano su aparición durante el terremoto de Módena, en el año 89 antes de Cristo. “Como se puede leer en los libros sagrados de los etruscos, hace tiempo, bajo el consulado de Marcio y Sexto Julio, durante un terremoto en la zona modense, se verificó un avistamiento muy singular. En efecto, dos montañas se confrontaron, descuartizándose y retrocediendo con gran fragor, mientras a plena luz del día, a la vista de muchos caballeros romanos, de sus sirvientes y de otros viandantes que se encontraban sobre la vía Emilia, en medio de ese lugar se vieron en el cielo flamas y humo. Lo que quedaba a su paso fue destruido: todas las casas y murieron muchos animales que ahí se encontraban”, cuenta.
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