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  • La muerte de Facundo por mala praxis: viaje al dolor más oscuro – Entre Ríos Ahora

    Concordia » Entre Rios Ahora

    Fecha: 27/07/2025 18:28

    Una lágrima corta en dos la voz Marina Aristimuño. El umbral del dolor hace estragos pero ella porfía en poder sostenerse: la ahoga una sombra oscura. Su hijo, Facundo, poco más de tres años, murió de una muerte absurda, evitable, una muerte enlodada por la impericia de un médico que nunca debió meterse en ese quirófano de una clínica de Bovril, a 125 kilómetros de Paraná, en el departamento La Paz. La clínica, va de suyo, nunca debió habilitarle que operase allí. El otorrinolaringólogo Guillermo Riolo los llevó hasta Bovril con un ardid y sin escrúpulos: dizque no había quirófanos disponibles en Paraná y allá fueron Marina Aristimuño y Luis Barrios y su pequeño hijo, Facundo. Debía someterse a una operación de amígdalas. Riolo lo operó de amígdalas al niño. Llegaron a la una de la tarde; tenían turno para las dos. Riolo llegó a las tres, sin dar muchas explicaciones. Los sometió a una espera indigna. Ahora, el médico Riolo soporta el escarnio del destierro: en 2023 lo cesantearon en el Hospital San Martín por acumular más de 40 inasistencias; luego, el Ministerio de Salud le suspendió la matrícula y no puede desempeñarse profesionalmente en Entre Ríos. Pero nada de todo eso vale la muerte de un niño. A las seis de la tarde Marina Aristimuño vio salir a su hijo arropado por una enfermera que buscó rápido el cubículo de una ambulancia para trasladarlo de urgencia a Paraná. No le permitieron viajar con la enfermera y su hijo. Viajó esa larguísima hora entre Bovril y Paraná junto al chofer. Atrás, en el auto familiar, venía Luis Barrios. Se mensajeaban por whatsapp, se compartían la angustia y la falta de certezas. «La enfermera lo tapaba y lo destapaba a Facundo. La ambulancia no tenía nada, nada para asistirlo», recuerda ahora la mamá. En la Clínica del Sol, de Bovril, no había sangre para reponer -Facundo tuvo hemorragia-, no había ambulancia para traslados en caso de emergencia -Facundo llegó en estado crítico al Sanatorio del Niño, en Paraná-; la clínica estaba preparada para asistir en partos, pero no para una operación de rutina, de amígdalas. Una imagen hiriente persigue a Marina Aristimuño: el médico Guillermo Riolo, cofia en la cabeza, el delantal de quirófano puesto, yendo y viniendo a la calle, a fumar, a comprarse una Coca, a masticar papas fritas de un paquete. Facundo en el quirófano, en llano. -¿Qué pasó? -Mira, lo que sucedió, obviamente, es muy doloroso recordar todo nuevamente. Nosotros fuimos confiados realmente con esta persona, porque él nos aseguró, nos dio la garantía de su título, de sus 25 años de carrera. Él trabajaba con la mejor tecnología. Nos dijo que no podía operar acá, en la Clínica Modelo, porque tenía un problema personal con la clínica. Y ese fue el argumento por el cual nos lleva a Bovril. También nos dijo que acá, en el Sanatorio del Niño, había turno recién para fin de año. Entonces nos ofrece viajar a Bovril. Nos cobró 200 dólares. Fuimos. -¿No había nada que los hiciera dudar? -No. -¿Cuándo empieza para ustedes la sospecha de que algo estaba mal? -La cirugía estaba programada para las dos de la tarde. Nosotros teníamos que estar a las 13. Nosotros llegamos puntual y ahí nos enteramos que había cuatro cirugías en total. Fuimos los últimos en llegar. Este médico no llegó a horario. Mi hijo estaba con hambre, estaba con sed. En ningún momento nos llevaron a la sala, nos dejaron en el hall de la clínica. Y ahí nosotros lo entretuvimos de la mejor manera a nuestro hijo. Él jugaba, miraba dibujito, nos pedía agua, nos pedía de comer, hasta que el señor llegó a las 3 de la tarde. Entra él, después entra la instrumentadora y al rato entra una mujer rubia. Era la mujer de Riolo. Como a las tres y media pasada, sale Riolo, ya vestido, del quirófano. Sale y mira hacia afuera. Entonces mi esposo le dice: “¿Usted está buscando a su esposa? Está afuera». Salió a la calle. Del quirófano a la calle. Luego entró, yo fui a buscar unas cosas al auto y él me avisa que ya era nuestro turno. Entré con ni hijo. Me dijeron que le sacara la remera, el pantalón y que le dejara el pañal. Ahí es donde yo fui y lo abracé a mi hijo hasta que se durmió. -¿Qué pasó luego? -A las 17, más o menos, Riolo sale. Y nos dice que se había complicado, que había tocado un vaso, que nunca le había pasado una cosa así en sus 25 años. Pero que nos quedáramos tranquilos, que estaba todo bien. El señor se va, así vestido, se va a la calle. Después de un cierto rato, el señor entra con un paquete de papas fritas y dos gaseosas. Y nosotros sentíamos llorar a nuestro hijo. Nos pregunta: “¿No se lo entregaron?”. Le decimos: “No, doctor. ¿Qué es lo que pasa? Sentimos llorar a nuestro hijo. ¿Podemos ingresar?”. Nos dice que no. Fue ahí cuando se sentó a comer. Vuelve al quirófano, sale y nos dice: “Este guacho, cómo grita. Grita y se le revienta el vaso. Y él ahí nos dijo que lo había atado. -¿Cómo que lo ató? -Sí, lo había suturado. Supuestamente, había tocado un vaso, y lo había controlado. Le hizo una sutura, y con eso ya lo controló. Dijo que no nos preocupemos, que eso después se solucionaba. Que estaba todo bien. Pero no nos entregaban a nuestro hijo. Entra y se va derecho a quirófano. Al rato sale, nos dice que a Facundo lo iban a trasladar a una clínica de alta complejidad para hacer un poquito de transfusión de sangre, porque él estaba un poquito pálido. Nada más, pero que nos quedáramos tranquilos, que iba a estar uno o dos días en observación. Pero lo que siguió fue otra cosa: no me permitieron ver a mi hijo. Una enfermera salió con mi hijo envuelto y lo metieron en la ambulancia. Marina Aristimuño en el asiento de acompañante del chofer de la ambulancia; en el habitáculo de la ambulancia, Facundo y una enfermera que no podía hacer mucho ni demasiado. Atrás, el vehículo de Riolo con su mujer; atrás, el vehículo de Luis Barrios, el papá. Cerca de las 19 llegaron al Sanatorio del Niño. Facundo entró en estado crítico, primero, y luego ya tuvo muerte cerebral. Falleció. Casi un año después de todo aquella, un fiscal mañoso, dio un primer paso. El 31 de julio el médico Guillermo Riolo deberá acudir a prestar declaración indagatoria ante el fiscal Facundo Barbosa, de la Unidad Fiscal de La Paz. Fue denunciado por mala praxis por Marina Aristimuño y Luis Barrios. Marina Aristimuño espera verlo en la cárcel. Y se pregunta por qué: por qué nadie más lo denunció si todos sabían de qué modo trabajaba. Por qué ninguna autoridad de Salud puso orden en el desorden que era el Servicio de Otorrinolaringología del Hospital San Martín. Por qué lo echaron del Estado al cabo de más de 40 inasistencias cuando solo con diez basta y sobra para una cesantía. Lo que vino después El médico Guillermo Gabriel Riolo, cesanteado de su cargo de jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital San Martín luego de un sumario que se inició en diciembre de 2023 después de acumular 42 inasistencias sin justificar -sólo con 10 es causal de desvinculación en el Estado provincial- y está con su matrícula suspendida por el Ministerio de Salud por cuanto carga con una denuncia por mala praxis que tramita con los tiempos a ajenos a los tiempos de los mortales el fiscal Facundo Barbosa, de la Unidad Fiscal de La Paz. La denuncia fue hecha por Luis Barrios y Marina Aristimuño, los papás de Facundo, el nene de 3 años que Riolo operó de amígdalas el 19 de septiembre en la Clínica del Sol, de Bovril, en el departamento La Paz. Luis y Marina le achacan impericia, de haber tratado de manera salvaje a su hijo mientras lo tuvo en el quirófano, al final, lo hacen responsable de la muerte de Facundo. El nene murió desangrado en la Unidad de Terapia Intensiva del Sanatorio del Niño, luego al que fue traído aquel mismo 19 de septiembre y donde falleció el 25 de septiembre. Ricardo Leguizamón De la Redacción de Entre Ríos Ahora

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