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  • El juego digital y la economía local: cómo la regulación en España influye en el mercado de apuestas

    » Primerochaco

    Fecha: 25/07/2025 18:21

    La industria del juego pretende ir más allá del puro entretenimiento, iniciando un diálogo abierto y franco con aspectos mucho más amplios que incluyen como elementos de máxima importancia la fiscalidad y la seguridad digital. Así mismo, se percibe como urgente dar notoriedad a la capacidad intrínseca que posee para generar empleo y potenciar el desarrollo de herramientas de control responsable más sofisticadas. Concretamente, en el territorio español, el cambio se presenta como un referente a imitar. Y es que, en este caso, ha sido especialmente notoria su transformación gracias, en buena medida, a una regulación que permite realizar esta actividad de forma segura al someterla a criterios de legalidad, protección y supervisión constante. La profesionalización del sector a través de plataformas que se someten a un marco legal estricto ha sido una de las claves. En este sentido, contar con un operador digital regulado en España como Olybet implica trabajar bajo los requisitos establecidos por la Dirección General de Ordenación del Juego. Esto garantiza la completa transparencia en cada operación, la inclusión de eficientes mecanismos de control para los usuarios y la creación de un entorno seguro para quienes acceden a este tipo de servicios. No solo entretenimiento Los operadores legales, más allá de ofrecer un servicio de entretenimiento de alta calidad, aportan estructura económica, pagan impuestos y generan puestos de trabajo en áreas como el desarrollo tecnológico, la atención al cliente o la gestión de datos, regulación que genera impacto en lo económico y en lo social. Uno de los efectos más visibles de este modelo regulado es su capacidad para crear puestos de trabajo en entornos vinculados al desarrollo digital. Programadores, expertos en datos, atención al cliente, traductores o perfiles legales forman parte de una red que opera dentro de los márgenes que marca la ley. Esta profesionalización también ayuda a fijar talento en muchas ciudades españolas, al margen de los grandes polos tecnológicos. Pero el impacto va más allá de las cifras de empleo. El Estado recauda impuestos específicos de esta actividad, lo que permite canalizar parte del beneficio hacia los servicios públicos. Y eso, en contextos locales donde se buscan nuevos motores económicos, tiene un valor añadido. La actividad digital deja de ser algo intangible para convertirse en una fuente directa de ingresos y dinamismo económico. La protección del jugador como emblema Además, el entorno regulado español incluye herramientas obligatorias para garantizar la protección del jugador. Límites de gasto, controles de acceso, mecanismos de autoexclusión y alertas de riesgo no son opcionales, sino parte del diseño de estas plataformas. En este sentido, modelos como el de Olybet aportan algo más que ocio, ofrecen un marco donde la seguridad del usuario y la transparencia operativa son prioritarias. Este enfoque, de hecho, está despertando el interés de países emergentes, como los de América Latina, donde la regulación aún está en proceso de consolidación. España demuestra así que el juego online puede integrarse dentro del ecosistema económico sin renunciar a los principios básicos de protección y ética. No se trata de incentivar la actividad, sino de asumir que existe y que, si se regula con criterio, puede ser parte del engranaje digital del país sin poner en riesgo a sus ciudadanos. La clave no está en ignorar el fenómeno, sino en controlarlo.

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