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» Diario Cordoba
Fecha: 18/07/2025 17:29
Increíble, pero cierto. Existe un animal que es capaz de robar los ‘superpoderes’ de sus presas. No es ciencia ficción: varias especies de babosas marinas se apropian funcionalmente de los orgánulos fotosintéticos de sus presas, manteniéndolos activos durante meses y utilizándolos como reserva energética en períodos de escasez. Esto es, se alimentan del sol, como las plantas. Un estudio revolucionario, liderado por biólogos de la Universidad de Harvard y publicado en la revista "Cell", ha desvelado el sorprendente mecanismo de estos animales. La investigación identifica estructuras celulares previamente desconocidas bautizadas como ‘kleptosomes’, que albergan y regulan los cloroplastos robados, ofreciendo además nuevas perspectivas sobre procesos evolutivos fundamentales y posibles aplicaciones biomédicas. Las babosas marinas de la especie Elysia crispata, conocidas como lechugas de mar, habitantes de las aguas tropicales del Atlántico occidental y el Caribe, exhiben una adaptación única conocida como ‘cleptoplastia’. Al consumir algas, estos moluscos no digieren completamente los cloroplastos –orgánulos responsables de la fotosíntesis– sino que los desvían hacia sacos intestinales especializados. Allí, los encapsulan dentro de estructuras membranosas creadas por el propio animal, los kleptosomes. Dentro de estos compartimentos, los cloroplastos permanecen funcionales hasta durante un año, proporcionando energía mediante la fotosíntesis y sirviendo como fuente nutricional de emergencia durante la inanición. Un misterio biológico Este inesperado hallazgo esclarece un misterio biológico de décadas y revela estrategias celulares convergentes en otros organismos fotosintéticos, como corales y anémonas. El equipo descubrió que los kleptosomes no son meros contenedores pasivos. Su membrana alberga canales iónicos sensibles al ATP (trifosfato de adenosina), molécula clave en el almacenamiento de energía celular. Corey Allard en su laboratorio de la Facultad de Medicina de Harvard. / Niles Singer Estos canales detectan y responden a los niveles de ATP generados por la fotosíntesis de los cloroplastos robados, regulando el flujo de iones para mantener un equilibrio químico interno óptimo. Este microambiente prolonga la viabilidad de los cloroplastos y maximiza su producción energética. Corey Allard, autor principal del estudio, expresa su asombro ante este proceso: "Este es un organismo que puede robar partes de otros organismos, ponerlas en sus propias células y usarlas. Pensé que era una de las cosas más locas de la biología que jamás había escuchado". Evidencias bioquímicas confirmaron la simbiosis activa: los cloroplastos robados contenían proteínas específicas de la babosa, indicando que el huésped interviene para sostenerlos, mientras seguían produciendo sus propias proteínas algales, prueba de su funcionalidad intacta. Las babosas almacenan estos kleptosomes en estructuras foliáceas dorsales que, según Allard, actúan como "paneles solares", otorgándoles una coloración verdosa cuando están bien alimentadas. Un cambio drástico El estudio demostró que los kleptosomes tienen un rol dual estratégico. Durante períodos de abundancia, preservan los cloroplastos para la fotosíntesis. Sin embargo, ante la inanición prolongada, las babosas activan un cambio drástico: suprimen la regulación de los lisosomas –orgánulos celulares encargados de degradar material–, permitiendo que digieran los cloroplastos almacenados. Este proceso se manifiesta en una transición de coloración corporal, donde el verde de la clorofila cede ante tonos anaranjados, semejante al follaje otoñal. Así, lo que era una fuente de energía renovable se convierte en reserva alimenticia de ‘último recurso’. Esta plasticidad funcional desafía la idea previa de que estas babosas subsisten únicamente mediante fotosíntesis."La función real de estas cosas podría ser mucho más complicada que simples paneles solares. Podrían ser reservas de alimentos, camuflaje, o hacer que sepan mal a los depredadores. Probablemente sea todas esas cosas", precisa Allard. El sistema que utilizan las babosas marinas. / Cell (2025). DOI 10.1016:j.cell.2025.06.003 Pero la investigación trasciende a Elysia crispata. El equipo identificó mecanismos análogos de retención y digestión regulada de orgánulos en corales y anémonas, evidenciando una convergencia evolutiva donde distintos linajes desarrollaron soluciones similares para integrar simbiontes fotosintéticos. Ladrones de ‘superpoderes’ Este hallazgo conecta con uno de los eventos más trascendentales en la historia de la vida: la endosimbiosis primaria, ocurrida hace más de mil millones de años, cuando células ancestrales incorporaron bacterias libres que derivaron en mitocondrias y cloroplastos permanentes. "En muchos sistemas de endosimbiosis, como nuestras mitocondrias o los cloroplastos de las plantas, así es como comenzó: una célula procariota antigua fue incorporada e integrada en el huésped. En el caso de la babosa, está haciendo esto en una sola vida. ¿Podría esta transición conducir a una relación más duradera durante una cantidad loca de tiempo? Tal vez", expone Nick Bellono, autor senior del estudio. Mientras los eventos antiguos son inaccesibles al registro fósil, las babosas ofrecen un modelo observable en tiempo real. Amy Si-Ying Lee, coautora del estudio, resalta el alcance del descubrimiento: "Creo que el factor sorpresa es que las babosas marinas pueden esencialmente robar 'superpoderes': aquí, la capacidad de generar energía a partir de la luz a través de las algas". Ejemplar de babosa marina. / YVC Biology Department "Otras roban la capacidad de atacar picando o la capacidad de brillar en la oscuridad. Y lo que es muy interesante es que descubrimos cómo mantienen estos superpoderes robados para usarlos en beneficio de su propia supervivencia", añade la investigadora. Aplicaciones en humanos El fenómeno no se limita a la cleptoplastia. En su laboratorio, Allard investiga babosas del género Berghia, que consumen anémonas y roban sus cnidocitos (células urticantes cargadas de veneno). Estas estructuras son montadas en sus ceratas (extensiones dorsales) y conectadas al sistema nervioso del huésped, permitiéndoles dispararlas defensivamente. Allard describió este mecanismo como "una bolsa llena de pistolas de lanzas", ilustrando la versatilidad adaptativa de estos organismos. "A menudo, en estos casos, los lisosomas no se forman correctamente o no funcionan correctamente, y casi imita en algunos aspectos lo que las babosas han adaptado para hacer", señala Allard. Entender cómo las babosas equilibran este proceso podría inspirar terapias para estas patologías o incluso para condiciones neurodegenerativas. Y es que el estudio proporciona un modelo único para estudiar la integración de material biológico exógeno en sistemas vivos. La investigación continuará ahora explorando la diversidad de interacciones simbióticas en animales fotosintéticos y los principios moleculares que las gobiernan, con potenciales ramificaciones en biotecnología y medicina.
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