Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La noche y la ficción

    » Diario Cordoba

    Fecha: 15/07/2025 09:29

    La ficción aligera la vida. Ponerse peliculero lima las asperezas de la realidad. Aun así, los cuentos a los que nos aferramos no son omnipotentes. Conducir de noche, por ejemplo, es desagradable y arriesgado. Puede uno elegir un disco de jazz oscuro, pausado; puede imaginarse con gabardina, lanzando miradas misteriosas al retrovisor, o incluso creerse que se parece a Alain Delon y que protagoniza una película de cine negro. Sin embargo, lo cierto es que el cansancio y el sueño acechan. Además, cualquier insecto, iluminado por los faros, se convierte automáticamente en un asteroide dirigido a la luna del coche. Son pequeños sobresaltos, descargas súbitas que aceleran el ritmo cardíaco solo unos minutos, pero que son suficientes como para despertar preguntas difíciles. A veces se paga caro dormir una noche menos fuera de casa. Antes de llegar a Córdoba, me desvié en una salida conocida. Pero el ambiente era otro: el mediodía y la medianoche son dos mundos diferentes; el camarero te cobra antes si dices que vas a cenar fuera, en la terraza; la de la gasolinera te mira con recelo desde la ventanilla. Me pedí un sándwich mixto con un huevo frito y comí como un león. El café me lo bebí por imperativo legal. Pensaba que habría menos gente, pero me equivoqué. La mayoría, eso sí, formaba parte de la misma tribu urbana. Camisetas sucias de publicidad, pantalones técnicos, calzado de seguridad: el estilo currito. Entonces reparé en que iba vestido igual (la vida nos conduce por caminos raros). Como contrapunto, pasó por allí una pareja con un bebé. El niño dormía, desplomado en su sillita, mientras los padres fumaban en silencio. Llevaban el coche cargado, empezaban sus vacaciones. Los viajes por la noche en verano me trasladaron a mi infancia. Agradecí el fresco. Retomé mi camino pensando en el desayuno del día siguiente. A veces la vida se reduce a mantener el pie en el acelerador. En la radio, el escritor Juan Bonilla reivindicaba la clase media; o eso creo: entre tanta psicodelia reflectante, mantener la concentración me suponía un esfuerzo, como un adelantamiento entre camiones. ¿Cuántas vidas salvarán las pasarelas de ojos de gato? Arrastrado por el optimismo, olvidaba que lleva puestas las largas. Hasta que, por fin, vi la cuesta del Asland. En el primer semáforo, un suspiro. Sobre la luz roja se detuvo una salamanquesa, que desapareció cuando se encendió la luz verde. Un roce inconsciente en la cadera marcó la bienvenida. Al día siguiente, café, tostada y periódico: interpretaba a un aristócrata inglés. *Escritor

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por