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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/07/2025 05:07
Javier Milei El equilibrio fiscal está muy lejos de contribuir al logro del equilibrio social. En más de cuatro décadas de democracia, nuestra sociedad solo logró el crecimiento de la pobreza, la marginalidad y el endeudamiento. La dirigencia política, en cualquiera de sus versiones, es responsable del más absoluto de los fracasos. A esto se suma el fanatismo, el sectarismo, esa incapacidad de escuchar al otro, esa convicción de ser dueños de la verdad que tenían los que se fueron y que expresan los de hoy, esa limitación que siempre cae en la peligrosa vocación autoritaria, aquella que Milei intenta imponer asumiendo su incapacidad de dialogar y persuadir, entre tantas de sus carencias para la convivencia política. Alguien que elige el veto a leyes esenciales para la supervivencia de los jubilados, la descalificación, el insulto, la amenaza, el juicio a periodistas, algunos de los cuales -por no decir la mayoría- ni siquiera son opositores, la represión a las manifestaciones pacíficas y legítimas en sus reclamos, los recortes presupuestarios a la medicina, la ciencia, la tecnología, la cultura, es alguien que desconoce los principios elementales de la institucionalidad y la vida democrática. No sorprende, antes de ser presidente advirtió que no creía en esta forma de gobierno, y su primer discurso como mandatario lo dio de espaldas a un Congreso que sigue vituperando. Él y sus seguidores más cercanos en las redes, quienes ya están pidiendo la formación de milicias armadas populares, el ingreso de tanques al Parlamento o que el histórico edificio sea dinamitado con los senadores y los diputados adentro. No son chistes de tuiteros, pero contra ellos no irá la Ministra de Seguridad, como lo ha hecho en casos recientes de signo contrario, porque estos seguidores le pertenecen también a ella. Las instituciones terminan siendo simplemente un aditamento de la solidez de la moneda, el monetarismo es el dios de los poderosos, de los ricos que ya no tributan Bienes Personales o a quienes no se les hace pagar impuestos acordes con la rentabilidad que perciben en la Era Milei, de los que han fracturado a la sociedad para construir la libertad de imponerse al resto sin siquiera hacerse cargo de las debilidades que generan. Así, la situación del hospital Garrahan es el extremo de la desnudez de este patético gobierno que, en su crueldad, vetó el apoyo a la reconstrucción de Bahía Blanca tras las inundaciones como intenta hacerlo con la ley de discapacidad y las demás leyes aprobadas en la sesión del 10 de julio, algunas de ellas por unanimidad. Este Gobierno no soporta alianza alguna, solo sumisiones, tal es el tamaño del sentimiento de inferioridad que experimenta ante las opiniones- que a veces apenas expresan disensos mínimos- de ajenos y de propios. Estos últimos, especialmente sus funcionarios más cercanos que trabajan de exégetas, le temen tanto a su jefe que esperan a ver cómo explica lo inexplicable con periodistas serviles que solo saben asentir. Recién entonces salen a defenderlo con obsecuencia sin igual. La base del poder de Milei son las encuestas, las que le dan un permanente ascenso y que, en los casos concretos electorales, lejos están de reflejar el resultado. El Presidente considera a todas las fuerzas políticas como enemigas de este tema tan emblemático y dogmático como lo es la estabilidad de la moneda. Cuando sale del país, reitera la misma cantilena que al hablar del déficit fiscal. El Ministro de Economía de Paraguay en diálogo con su par de nuestro país, Luis Caputo, le comentó que su déficit superaba el 4% y que eso no era un límite, no era óbice para que la nación paraguaya tuviera estabilidad monetaria, prestigio y un riesgo país entre los más dignos. Nosotros nos aferramos a la idea de que la moneda es en su renta más importante que la sociedad en su producción. Además, las importaciones indiscriminadas y los viajes al exterior de los que pueden realizarlos, como fruto de un dólar empecinadamente barato, incrementan las deudas que recaen sobre el conjunto de la sociedad. Necesitamos estructurar con fortaleza una oposición respetable y digna, generadora de esperanza, en la que seguirían molestando, si se los incluyera, los restos del kirchnerismo, ese pasado que todas las fuerzas políticas intentan superar. En el caso del peronismo, la unidad en la Provincia de Buenos Aires es importante siempre y cuando no termine destruyendo la propuesta de una nueva identidad. Si el peso del pasado se impone, junto con él sobrevendrá la impotencia del renacimiento y el advenimiento de la derrota. Es inconcebible tener que escuchar que no hay espacio para el centro o la cordura. Digamos que en esa frase se impone nuestra impotencia para la política, para el diálogo, la concertación y la recuperación de un proyecto que no contemple como única meta la renta de los grandes grupos, sino la producción y la voluntad de dar trabajo digno y en blanco a la totalidad de los argentinos. La debilidad de los dogmas oficialistas ve la luz en su incapacidad de diálogo político con el resto de las fuerzas y del pensamiento. Por ejemplo, en una especie de paso de comedia patético, el pícaro ministro da una entrevista privada a un periodista deportivo convencido de que la viralización de sus dichos asustará a los opositores y lo que logra es llevar al gobierno a un momento de temor gestado por su propio desvarío. Como era de suponer, necesitó acudir nuevamente -ya lo había hecho esa mañana el presidente en lugar de celebrar la fecha patria- al periodista oficial en un intento de esclarecer lo injustificable. La estabilidad de la moneda y de la inflación no son un proyecto de sociedad, que es algo mucho más complejo: se trata de reflexionar y trabajar sobre lo que debemos producir, qué lugar ocupar en el mundo y cómo recuperar a los caídos. Ese es el verdadero debate y a ninguna mente formada se le puede ocurrir que pase por la estabilidad de la moneda. Es penoso, pero el proyecto de Milei repite el de la totalidad de los gobiernos de facto: la dureza y la represión, la necesidad de prescindir de un Parlamento que incomode, gobernadores que sean todos propios, un pensamiento único venido desde arriba. Y como sabemos, en todos los golpes, el fracaso económico terminó con ellos. La Argentina necesita un proyecto común que es mucho más complejo que la solidez de una moneda o la estabilidad de un mercado.
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